Capitulo 2

4851 Words
Sólo fue vagamente consciente cuando Benson, sin retirar la boca, le subió las piernas y se las rodeó por el cuello. Las nalgas de Olivia se estremecieron bajo sus caricias y gritó delirante cuando un segundo dedo se unió al primero en su recto. Cuando los sacó, gimió decepcionada hasta que, de repente, sintió que la lengua de él salía de su v****a y buscaba la pequeña caverna, ahora ligeramente dilatada. Gritó de éxtasis cuando la lengua se deslizó sensualmente por los extremos anales y luego penetró en su interior. El placer hedonista era como un incendio forestal desbocado; podía sentirlo rugir por los cañones hasta que, de repente, sin previo aviso, coronó en un furioso infierno de lujuria. —No... haga... eso...—, gritó ella, haciendo realidad sus palabras al separar aún más las piernas para que él pudiera penetrarla más profundamente. El sonido de su propia voz le hizo llorar, porque se dio cuenta de que aquello era una degradación total. Por primera vez en su vida había perdido el control de su cuerpo traidor. Oh, Dios, había tenido orgasmos a veces... con su marido, pero incluso habían sido controlados. Sin embargo, nada... nunca... como esta lengua salvajemente penetrante que la excitaba hasta el punto de su completa sumisión. Y finalmente, ella se echó hacia atrás sin poder resistirse a nada de lo que él le hacía... completamente indefensa por su propio cuerpo excitado por la lujuria. Benson cambió de táctica cuando sintió que ella ya no luchaba. Empezó a lamer de nuevo... sabiendo, aunque ella no lo supiera... que su apretado coño se acercaba a un orgasmo gigantesco. Siguió lamiendo... yendo del clítoris al ano... tocando deliberadamente cada punto donde sabía que había una terminación nerviosa. Olivia se quedó tumbada sintiendo cómo el placer la inundaba como una cálida marea rugiente, y su cuerpo de mujer empezó a pedir a gritos la plenitud. Se preguntaba si era posible alcanzar el clímax de este modo; suponía que sí, ya que, al parecer, a veces era así como las lesbianas se proporcionaban placer mutuamente. Apenas era consciente de sus caderas, que se retorcían salvajemente como si giraran sobre rodamientos de bolas, empujando cada vez con más fuerza su v****a hambrienta contra la cara de él. Y entonces lo sintió. Sabía que se acercaba... que la puerta a la tierra salvaje e indómita que tanto tiempo le había sido negada se abría de par en par. No tenía ni idea de cómo sería en aquel otro país; se limitó a esperar a que se desplegara el espectáculo. Ahora, con la febril boca de Benson aprisionando su hormigueante clítoris, empezó a experimentar el primer arrebato del clímax desbordante. Sus paredes vaginales empezaron a contraerse automáticamente, el cuello del útero bajaba y subía al compás de una música que sólo ella podía oír, el clítoris se cortocircuitó en una llamarada de sus ardientes chispas y el recto se cerró y abrió con tal rapidez que podría haber aspirado agua como una aspiradora. De sus labios tensos brotaron fuertes maullidos de placer, y sus pechos enrojecieron, se motearon y luego se volvieron casi magenta a medida que la sangre bombeaba hacia ellos. Su abdomen se movía de un lado a otro como un loco martillo pilón, y sus manos se agacharon con saña para meterle la cara, la nariz, la lengua, los dientes, las cejas, la cabeza y todo... hasta el fondo de sus voraces y agitadas entrañas. ¡Ella estaba allí! ¡Ella estaba allí! —Ahhhhhh Aaahhhhhhh. Ohhhhh..., me estoy corriendo... ¡Me corrr...ooo.ooo!— Y entonces ella se sacudió indefensa contra su cara, su cuerpo bombeando arriba y abajo en un desenfreno salvaje e incontrolado mientras el cataclísmico orgasmo arrasaba todo su ser como un poderoso terremoto. Sólo era vagamente consciente de las manos de él manoseando, alcanzando y burlándose de sus pechos, clítoris y recto, mientras su lengua continuaba sus maquinaciones en la desesperadamente palpitante entrada de su alma. Media eternidad más tarde, cuando el orgasmo se desvanecía como una puesta de sol renuente, Olivia se dio cuenta de que el fuerte ruido áspero que oía era en realidad su propia respiración silbando y siseando a través de su garganta constreñida. Con los ojos pesadamente entornados, miró al hombre que la había llevado hasta allí. El corazón le latía tan fuerte que sintió que la cama debía de estar temblando. Olivia lo miró fijamente y su figura se oscureció y se empañó; estaba llorando y no sabía por qué... no sabía si era por la vergüenza abrumadora que sentía... o por la igualmente abrumadora, pero hermosa secuela de la pasión. Su rostro tenía una extraña expresión... casi expectante. como si fuera un director de orquesta que acabara de terminar la obertura de una sinfonía y revisara la orquesta antes de empezar el primer movimiento. Los ojos de ella recorrieron desde su rostro hasta su poderoso pecho peludo y su vientre plano y musculoso para finalmente posarse en el pene mamut que palpitaba y latía con vida propia. Benson la miró y, al ver que ella lo observaba, retiró lentamente el prepucio para que el ciclópeo ojo del endurecido instrumento pudiera mirarla. Lo acarició burlonamente y ella lo vio crecer aún más. Olivia sabía que debía decir algo ahora... poner fin a esto antes de que fuera aún más vergonzoso. Sin embargo, mientras pensaba en ello, sintió que un extraño deseo se apoderaba de sus entrañas. La visión de aquel hermoso órgano masculino le estaba provocando algo. Se ruborizó al darse cuenta de que en realidad quería besarlo, encerrar su palpitante cabeza entre sus labios. —Voy a follarla ahora—, dijo Benson bruscamente. Y oyó su voz desesperada, casi histérica: —No sea tonto, señor Benson. Recuerde que está aquí para hacer lo que yo le diga. No quiero que se repita otra vez esa vergonzosa escena. Tome sus fotografías. Benson sonrió ante la audacia de la mujer. Cómo podía decir semejante cosa, allí tumbada, con sus jugos orgásmicos burbujeando como champán fermentado y su vulva palpitando mientras pedía a gritos más. Bueno, él le enseñaría... ¡Oh, sí! Y empezando ahora mismo. Se levantó de la cama. —¿Qué hace?—, le preguntó. —Estoy configurando la cámara para la siguiente serie de tomas—. Movió la cámara hasta que se centró a mitad de camino en la cama. Luego se volvió hacia ella: —Suba. Olivia hizo una pausa, tratando de reunir la energía y la voluntad suficientes para resistirse a él... para cancelar todo este estúpido proyecto. Pero entonces se dio cuenta de que él ya había hecho media docena de fotografías, así que el proyecto podía darse por concluido. —De acuerdo—, dijo ella, moviéndose hasta situarse directamente en el centro de la cama, —pero quiero que se entienda una cosa. Va a introducir... el pene, va a hacer una foto inmediatamente... y luego lo va a retirar. Esto es sólo para fines fotográficos. ¿Entendido? El detective, una vez más, se vio obligado a reprimir una sonrisa. —Sí, señorita, haré todo lo que me diga. Olivia vio cómo se agachaba detrás de la cámara y la ajustaba a su gusto. Luego se irguió y se acercó a la cama. Ella no podía apartar los ojos de aquel pene descomunal; ¡era tan grande! Nunca había visto uno tan grande; pero claro, sólo había visto unos pocos en toda su vida... y sólo uno había estado dentro de ella... el de su marido. Benson sintió el suave satén contra sus rodillas mientras se arrastraba por la cama hacia la figura de la mujer que le esperaba. Entonces sus manos separaron las piernas largas y flexibles de la mujer. Su coño desnudo volvió a aparecer lentamente, como si se abriera el telón de una obra de teatro. Una vez más, quiso hundir la cara en aquella masa de nervios aún temblorosa, pero sabía que eso probablemente la haría rebelarse. Intentó mantener la emoción fuera de su voz cuando dijo: —No sé cuál será la mejor fotografía, así que mejor probamos tres o cuatro posiciones. Así al menos una saldrá bien—. Notó que ella se sonrojaba avergonzada, y por un momento pensó que iba a protestar. Pero mantuvo la boca cerrada. El calor en la entrepierna de Benson habría hecho justicia a un motor de cohete. Se sentía como si estuviera a punto de explotar, y aún no había metido la polla dentro de ella. No le preocupaba demasiado; nunca le había faltado control. Podía follársela toda la noche y no correrse hasta que quisiera. Y podría hacerlo... follársela hasta que fuera una masa de carne gimoteante, rota y completamente subyugada. Sintió que la mujer se estremecía cuando sus manos se deslizaron a lo largo de sus muslos. Luego, con el pulgar y el índice de la mano izquierda, separó la vulva. La brillante entrada del suave túnel carnoso se hizo inmediatamente visible. Allí, en lo alto de la hendidura vaginal, se alzaba el clítoris como una torre de vigilancia sobre una ciudad dormida. Y allí, en el fondo, corría un río plateado de su propio orgasmo y de su saliva anterior. Lentamente, introdujo el dedo corazón de la mano derecha en la abertura que palpitaba suavemente. Olivia dio un respingo. —Pare ya—, le ordenó. —Mire—, dijo él en voz baja, como si estuviera explicando algo a una niñita tonta, —no quiero hacerle daño. Tengo que prepararle primero antes de poder meterme dentro de usted para la fotografía. Su única respuesta fue cerrar los ojos. Él movió el dedo hacia dentro y hacia fuera. Dios, pensó sorprendido, tenía un coñito muy estrecho para una mujer de su tamaño. Su marido no debía de usarlo muy a menudo... y, por supuesto, el detective no tenía forma de saber que no lo había usado en tres meses, y antes de eso, sólo una o dos veces al mes durante los últimos siete años. El ritmo se aceleró cuando su dedo comenzó a deslizarse más profunda y rápidamente. Ella se estremeció cuando él introdujo un segundo dedo, pero estaba tan bien lubricada que su v****a se lo acomodó con facilidad. Benson quedó hipnotizado al ver su dedo entrando y saliendo de los suaves labios bordeados de vello. Estaba tan absorto por la sensación que tardó un momento o dos en darse cuenta de que estaba obteniendo alguna reacción del pequeño coño. Sintió un músculo contra sus dedos y vio cómo se flexionaban las blancas y suaves nalgas. Estaba preparada. Rápidamente, antes de que ella pudiera cambiar de opinión, él la levantó y le pasó las rodillas por los hombros y se dejó caer entre sus muslos abiertos. Su salvaje polla palpitante estaba ansiosa por comenzar la invasión de esta tierra prometida. Su respiración era ronca ahora, y sabía que no podía negar a su polla su merecida recompensa por más tiempo. Entonces la cabeza de su polla tocó los húmedos y febriles labios del coño. Ella gimió. La dejó allí un momento, saboreando la sensación del suave y resistente vello púbico de ella contra su glande. Presionó y sintió cómo la vara de carne endurecida se deslizaba lentamente unos dos centímetros. —Me hace daño—, gimió. —Dese prisa y tome la fotografía. —Todavía no estoy dentro del todo. —Entonces dese prisa—, ordenó ella, cerrando los ojos con mortificación y dolor. —Como usted diga, señorita—. Benson sonrió salvajemente, luego gruñó y de un suave golpe se la metió hasta el fondo. —Agggggggagggh—, gritó, y el sonido de su agonía hizo que los pájaros de fuera de la casa se alejaran aterrorizados. La estaban partiendo en dos, como a una esclava recalcitrante entre dos caballos de tiro. Sus uñas se clavaron en su hirsuto pecho y sus piernas se abrieron en un esfuerzo por aliviar el horrible dolor. Pero fue en vano. Abajo, el taladro blanco inexorable se movía en su vientre que se contraía defensivamente. —No... ¡pare! Me está matandoooo...— Y entonces Olivia sintió su pene golpear contra su cuello uterino y sus testículos golpear con fuerza su indefenso recto respingón. La había penetrado por completo, al menos cinco centímetros más de lo que nadie la había penetrado antes. Su cuerpo era una sábana de roja llama agonizante... una llama que surgía y ascendía como una tormenta de fuego con cada latido de su v****a. Su respiración era tan ronca que tuvo que forzar las palabras para que salieran de sus labios retorcidos por el dolor. —No lo muevas Por favor—. Y entonces las lágrimas comenzaron a fluir... lágrimas de dolor, y vergüenza. Benson sabía que se había dejado llevar por sus emociones. Aquella salvaje penetración en su cuerpo indefenso era algo que no había planeado hacer. Había querido tomárselo con calma... por etapas... y llevarla a un maullante canto de deseo en el que ella suplicaría. Temía haberla herido; sabía que la había herido. Era estrecha... terriblemente estrecha para una mujer de su tamaño. Una vez, hace unos años, había tenido sexo con la hija virgen de dieciocho años de un cliente. Ni siquiera eso había sido tan estrecho como este coño. Ahora quería besar sus lágrimas, pedirle perdón... pero el instinto le advirtió que no lo hiciera. Se miró el pecho y vio la piel desgarrada bajo el vello... dos largos surcos dejados por las uñas que ella clavaba desesperadamente. Qué raro, pensó, no le había dolido nada. Miró aún más hacia abajo y vio su vello púbico n***o enredado con las hebras doradas entre los muslos de la mujer. Fue un error, porque sintió que su pene se crispaba sin control. —No... no lo haga—, suplicó ella. Él se quedó quieto un momento, pero cuando sintió las suaves y temblorosas piernas de ella contra sus hombros desnudos, conscientemente hizo que su polla volviera a crisparse. —No... me hace daño—, se quejó ella. Luego, sollozando, preguntó: —¿Aún no ha hecho las fotos? —No puedo sin moverte un poco—, mintió él. Olivia, sintiendo el cruel empalamiento entre sus muslos, deseaba desesperadamente que se la sacara, pero temía que la retirada fuera tan insoportable como lo había sido la ardiente entrada. Nunca en su vida se había sentido tan llena. Parecía como si su estómago estuviera siendo estirado hacia arriba y hacia afuera por su instrumento de maldición. En cuanto a la v****a en sí, sabía sin lugar a dudas que se había desgarrado y sangraba... incluso podía sentir lo que debía ser sangre goteando por la hendidura entre sus nalgas. Sin embargo, si hubiera mirado, se habría dado cuenta, al igual que Benson... de que el fluido viscoso procedía únicamente de las torturadas paredes de su v****a que vertían lubricante... un lubricante defensivo que permitiría a la vaina alojar la espada. Olivia respiró profundamente y Benson sintió que sus músculos abdominales se elevaban involuntariamente al expulsar el aliento. Su cuello uterino se hundió como reacción y rozó la palpitante cabeza de su polla. Él se estremeció. Ella gimió de nuevo. Entonces, milagrosamente, Benson sintió que los propios labios vaginales... apretados como elásticos alrededor del extremo del pene... se movían ligeramente. Olivia no era consciente de que su cuerpo respondía automáticamente a la invasión. Lo único que sabía con certeza era que el dolor parecía disminuir un poco. Tragó saliva y sus músculos se relajaron para permitir el paso de la saliva de la boca al estómago. Con la relajación de estos músculos, otros tejidos y tendones de la zona del cuello uterino se deslizaron hacia delante. Para Benson era como si un experto masajista estuviera trabajando allí abajo, en la cabeza de su polla, cálidamente rodeada. Se sacudió la polla, haciendo que se sacudiera hacia arriba... Esta vez, la única reacción de ella fue una breve mueca que podría haber sido de dolor... o algo más. Ahora era el momento, pensó. La perra está lista para una verdadera follada, siempre y cuando se haga con suavidad al principio. —Voy a movernos un poco para poder sacar la foto. ¿De acuerdo? —Sí... sssi—, respondió ella casi inaudiblemente, y Benson sintió que todos sus músculos volvían a tensarse de repente, como si intentara protegerse de cualquier sensación. —Relájese—, canturreó. —Relájese. No le haré más daño. Ella suspiró. —Pero, por favor, dese prisa con la cámara. Todavía me duele. Muy, muy despacio, Benson empezó a retirarse un poco. Los labios vaginales de ella se aferraban como una banda elástica al tronco de su pene y parecían casi reacios a dejarlo salir. Pero Benson no pensaba marcharse. Flexionó las nalgas, lo que hizo que su polla palpitara en el estrecho y apretado conducto. Un parpadeo de placer cruzó el rostro de Olivia. Fue algo momentáneo, pero suficiente para hacerle saber que iba por buen camino. Cuando hubo sacado unos cinco centímetros de su largo pene endurecido por el deseo de su apretado coño, se detuvo. Luego, despacio otra vez... muy despacio... lo introdujo, sintiendo cómo se deslizaba como una góndola subterránea a través de las cálidas paredes de carne que lo rodeaban estrechamente. Olivia sintió que empezaba a sacarlo y se sorprendió de que no le doliera. Sintió cómo el pene se retorcía y se sorprendió del placer que le produjo ese pequeño movimiento. Sintió que la retirada se detenía y se sorprendió de que una parte rebelde de su mente se alegrara de que no la sacaran después de todo. Entonces lo sintió entrar de nuevo en lo más profundo de su vientre y se sorprendió de lo placentero que era. Podía sentir cada cresta muscular del tronco de su penetrante órgano masculino presionando las suaves y aterciopeladas paredes de su v****a. En unos instantes, él estaba bombeando lenta y tentadoramente dentro y fuera de ella. —No... ugh... no debe. Ugh... sólo la... foto... ugh... grafia...— empezó ella, dándose cuenta de que su pelvis empezaba a elevarse involuntariamente hacia arriba para encontrarse con él. Dios, su cuerpo estaba cobrando vida por completo. De repente podía sentirlo todo, podía sentir el calor de sus orejas mientras apretaba las rodillas contra su cabeza, podía sentir su recto desnudamente expuesto palpitando en lo que temía que fuera una expectación, podía sentir sus pechos clamando atención. Benson empezó a girar las caderas, introduciendo cada vez más profundamente su endurecido pene en la v****a de ella. No le sorprendió lo más mínimo que ella respondiera con un movimiento de rotación. Sabía que la chica estaba empezando a calentarse... en uno o dos minutos más, estaría lista para casi cualquier cosa. Pacientemente, se balanceó sobre ella, acariciándola con un ritmo largo y suave. Y entonces, a pesar de su repugnancia inicial a que un extraño le hiciera el amor, la boca de Olivia empezó a abrirse y cerrarse con pasión. Ya no le importaban las fotografías, no había nada más que aquella larga y hermosa polla serrándola como si ella fuera un violín y él un arco... trayendo consigo una música salvaje que nunca antes había oído. Desaparecieron todos los pensamientos de orgullo, o moral, de cualquier cosa excepto la sensación... y una música más antigua que Adán y Eva mismos. Terry, su marido, nunca había provocado que se sintiera así, e incluso mientras pensaba en ello se preguntaba si tal vez no había sido en parte culpa suya. Con la rápida marcha de la moral y el orgullo, todas sus fachadas e inhibiciones estaban cayendo. Se tensó hacia arriba, agitando el abdomen con pasión, y apretó las manos contra las nalgas de él tirando de aquel desconocido cada vez más adentro de su cuerpo gritón. Con gran sorpresa y placer, Benson sintió de pronto que ella enloquecía bajo él. Por un segundo, pensó que se estaba corriendo; entonces se dio cuenta de que el motor del coño acababa de ponerse en marcha. Sonriendo triunfante, subió más sobre el cuerpo de ella y, sin interrumpir el ritmo, empezó a mordisquearle el pecho. —Aahhhhhhh—, gimió ella, sintiendo no sólo los labios calientes de él en su pezón, sino una sensación nueva y aún más maravillosa cuando su polla empezó a presionar de verdad contra su clítoris. Ella bajó y giró la pelvis con fuerza, manteniendo el clítoris en contacto con el rígido pene. Benson, sintiendo que los primeros vestigios de control abandonaban su cuerpo, empezó a penetrarla cada vez con más fuerza. Alargó el golpe, sacando la polla casi hasta el fondo antes de volver a clavársela. Más rápido, más rápido, más rápido. Ella lo recibió cada vez. Sus labios vaginales lo acariciaban al entrar... lo chupaban y masajeaban al salir. Su escroto empezaba a tensarse... a hincharse, y supo que se acercaba su hora. El cuerpo de Olivia había empezado a balancearse de lado a lado, además de sus frenéticos movimientos arriba y abajo. Se elevaba rápidamente hacia un pináculo. Su cabeza se balanceaba de un lado a otro como una boya en un mar tempestuoso, y su respiración se entrecortaba en breves gritos de pasión. Dios mío, pensó, estoy a punto de correrme otra vez. Nunca... nunca antes había sentido algo tan maravilloso como esto. Aquel hombre le había metido la boca en el coño hasta dejarla indefensa de deseo; le había hecho alcanzar un clímax como nunca antes había experimentado. Y ahora... ¡y ahora! Aquella gigantesca cabeza de dios palpitante estaba haciendo que sus sentidos la abandonaran. Su enorme polla la había llenado de un placer demencial, y estaba llegando al clímax... estaba llegando al clímax. Luchó contra su propio clímax; no lo quería... porque significaría su fin. Él la dejaría... él la sacaría de ella. Y empezó a llorar. No era más que una adúltera... ¡una vulgar puta! —¡Oh, Dios!—, gritó. Benson quería que ella se corriera primero; no estaba seguro de lo cerca que estaba. De repente, se detuvo. —No pare ahora. Benson sintió que el coño tiraba y chupaba desesperadamente de su endurecida polla. Por el amor de Dios, pensó, esa zorra loca y caliente iba a hacer que se corriera de todos modos... ¡se moviera o no! Rápidamente, sacó la polla hasta que sólo sus finos labios vaginales cubiertos de vello cubrieron la cabeza. —¿Qué? ¿Por qué... se... detiene?—, gimió, mirándole con ojos suplicantes. Benson también luchaba contra su propia respiración. Sonrió, jadeante: —Las fotografías están hechas. Olivia parpadeó, mientras el sudor se deslizaba por su frente, sus cejas y sus ojos. No podía creer lo que estaba oyendo. Había que apagar el fuego que había prendido en sus entrañas. Nadie podía ser tan insensible. No le importaba cómo sonara ahora... lo único que sabía era que tenía que volver a tener en su interior ese instrumento vivificador del mal. Estaba incompleta sin él; moriría, a gritos, sin él. —No pare, por favor, no pare—, lloró, sabiendo que se estaba degradando aún más al suplicar. —¿Por favor? Benson sintió la alegría en sus pelotas al saber que ella se lo estaba suplicando. Suplicando por él. ¡Por su polla! —Dígame lo que quiere—, ordenó con severidad. —Házmelo. —¿Hace qué?— Era tan inflexible como su propia polla. —Fóllame—, gritó. —Fóllame, por favor... ¡fóllame, cabrón!—. El sonido de su propia expresión lasciva hizo que las llamas saltaran aún más alto en su abdomen y volvió a gritar al sentir el cruel submarino blanco sumergirse de golpe, deslizándose inexorablemente en las turbulentas profundidades de su mar vaginal. —Ahhhhhhh, Dios...—, jadeó, y el deleite fluyó sobre ella en... una aurora boreal de placer. Sus piernas temblaban a ambos lados de los gruesos hombros de él y ella alzó la mano hacia su cabeza, besándolo con lengua, chupándole la lengua como si estuviera chupando vorazmente una polla. El placer era insoportable. Él golpeaba sin piedad su v****a, y con el perigeo de cada golpe ella gritaba de pura lujuria y placer; atornillando su lengua profundamente en su amenaza como si quisiera que lengua y polla se encontraran a mitad de camino en su cuerpo. Ella estaba cerca... llegando, más cerca... más cerca. Benson gimió al sentir que su propio clímax insoportable comenzaba en lo más profundo de su ser. Pensó que por mucho que flexionara los músculos del culo no conseguiría evitarlo, y se entregó bruscamente a las exquisitas sensaciones. Martilleó dentro y fuera como si fuera un martillo pilón desbocado, y entonces sintió el calor abrasador cuando las paredes vaginales de la mujer empezaron a rezumar el elixir precursor de su clímax. De repente, los ojos de la mujer se abrieron de par en par, incrédula, y la respiración se le entrecortó en la garganta. —Me estoy corriendo—, gritó, —me estoy corriendo...—. Oh, Dios... Me... Me estoy corriendo... Sí... ¿Sí? Ahora... AHORA... Su cuerpo se retorció debajo de él y luego se agitó, convulsionándose locamente con la boca y el coño succionándolo, mientras su v****a chorreaba su propia lava blanca y caliente alrededor del vástago que la empalaba. Benson se la folló como si fuera la última vez. La penetró con fuerza, inmovilizando su cuerpo contra el colchón, con la respiración entrecortada y caliente. La zorra seguía corriéndose... no paraba. Su orgasmo había durado por lo menos un minuto y seguía sacudiéndose y gritando. Él hurgó más profundamente en la temblorosa hendidura entre sus extendidas piernas, ensanchándola aún más. Entonces se corrió. Sintió que la torturante presión de su escroto estallaba de repente y, como las aguas de una presa que se derrumba, sus jugos seminales y su semen rugieron por el túnel subterráneo de su polla hasta explotar como una bola de fuego en las profundidades de los estuarios de su vientre salvajemente agitado. Cayó hacia delante, contra los pechos de ella, con una increíble sensación de placer y sensualidad que lo invadió en una ola sísmica de placer que lo consumía todo. Olivia sintió el hirviente esperma blanco bombeando dentro de ella, e hizo trabajar los músculos vaginales que nunca antes había sabido que existían para ordeñar su pene en un esfuerzo desesperado por consumir cada pedacito de cada chorro. Sus propios orgasmos se estaban desvaneciendo, pero los músculos de su vientre aún se agitaban y saltaban por el placer y el esfuerzo desacostumbrados. Sintió que su pene se desinflaba dentro de ella. Era como algo que moría lentamente, algo que una vez había estado tan terriblemente vivo. Continuó moviéndose, pero más lentamente... hasta que, finalmente, se quedó inmóvil. Entonces, después de un minuto, lo sacó. Ella oyó un suave sonido al sacarlo... casi como el de un corcho al salir de una botella de champán vacía. Olivia sintió que se tumbaba a su lado. Esperaba que no dijera nada. Necesitaba tiempo para pensar. Le oyó tragar; su saliva sonaba como papel de lija seco deslizándose por su garganta. Olivia sabía que en la última hora había descubierto una vena lasciva en sí misma: nunca se había dado cuenta de que el sexo podía ser tan maravilloso. ¡Y eso era culpa de Terry! Maldito sea... ese sucio hijo de puta. Había desperdiciado doce años de su vida con él... doce largos y secos años en los que él le había hecho creer que era una —frígida hembra neurótica incapaz de sentir nada por nadie—. Y durante todo ese tiempo, Terry se había acostado con todo y con todas las que llevaban falda. ¡Doce años! Bueno, ella se lo enseñaría. ¡Oh, cómo se lo enseñaría! Pagaría por esos doce años, y parecería que pagaba día a día. La respiración de Benson aún no había vuelto a la normalidad cuando sintió que la mujer se daba la vuelta para mirarle. Sus ojos eran insondables; sin embargo, le pareció que parecía bastante enfadada por algo. Olivia dijo: —¿Está la cámara enfocada para la siguiente fotografía, la de la mamada? Cansado, el detective asintió y extendió la mano a ciegas por el cable remoto. —¿La imagen lo mostrará cuando... cuando... se corra en mi boca? Benson sintió una sacudida recorrer su cuerpo medio despierto. Asintió una vez más. —Aunque puede que tarde un tiempo en recuperar fuerzas. Olivia quería acabar cuanto antes. —¿Cuál es la forma más rápida de volver a ponerlo en forma?—, preguntó. Benson sonrió ampliamente. —Sólo chupe—. Observó, fascinado, cómo la mujer bajaba la cabeza y su cabello dorado caía sobre su vientre y sus cálidos labios se ovillaban y luego caían sujetándose inseguros alrededor de la cabeza de su polla. Era inexperta, pero el instinto le decía lo que tenía que hacer. Comenzó la suave y cálida succión y, en cuestión de segundos, se había producido el milagro de la resurrección.
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