—¿Quieres ir detrás del agua?— preguntó el Rey, mientras ella miraba sin hablar. —¿Detrás?— preguntó. —Es allí donde los sacerdotes de la antigüedad se colocaban para escuchar el Oráculo— explicó—, cuando las cataratas se mostraban tranquilas en el verano, como están ahora, pensaban que los dioses que vivían en lo alto de las montañas estaban satisfechos con ellos. Pero en el invierno, cuando el agua se volcaba en grandes torrentes, a causa de la nieve, se imaginaban que los dioses estaban enfadados. —Me imagino cuánto deben haber significado las cataratas para ellos— comentó Xenia—, porque yo nunca había visto nada más bello. —Consultemos el oráculo— sugirió el Rey—, preguntemos si vamos a tener éxito y tal vez nos dé la respuesta correcta. —Espero que… así sea— dijo