Habían pasado meses desde que estaba trabajando en aquel bar, me gustaba mucho mi trabajo. Me mantenía en el anonimato, lo que me ayudaba bastante a estar tranquila. Tampoco era como que me conociera mucha gente, pero nunca se sabe. Hellen se convirtió en esa hermana que nunca tuve, trabajábamos y vivíamos juntas. Compartíamos gastos, salíamos de fiesta, conocíamos a hombres, vivíamos al limite. Como solía hacerlo con mis amigas de la universidad, de Andrew tenía un mes sin saber nada de él, no me atendía el teléfono ni escribía. Me entristecía pues lo amaba, me gustaba todo de él. Así que decidí llamar al esposo de su hija, es decir su yerno. Me llevaba bastante con él puesto que fuimos compañeros en la universidad. La noticia que me dio me dejo sorprendida y destruida, había sufrido una terrible enfermedad que le durmió la mitad del cuerpo por lo que yacía en una cama. Tuve que sentarme para evitar desmayarme con la impresión de aquella novedad, no era posible que esto me estuviera pasando, estaba sola y ya no tendría su ayuda, todos nuestros proyectos se habían ido al tacho de la basura.
Esa noche no trabaje, sentía los ánimos por el piso y me sentía más sola que nunca. Decidí ir al bar pero como cliente, no como trabajadora. Así que me aliste lo mejor que pude para maquillar mi tristeza y falta de alegría. Quería distraerme y conocer a alguien, alguien que me sacará del hoyo en el que había caído, llegué al estacionamiento y entré a mi trabajo, era hora del show y las chicas se lucieron. Grite como loca mientras les aplaudía, un caballero de traje azul se acercó hasta mí.
—¿Por qué tan solitaria?—preguntó.
—No es tu asunto, retírate—dije de mala gana, tenía un pésimo humor y no quería saber nada de alguien hasta que no llamará mi atención.
—Toda una fiera—respondió—, Mesero, una ronda de tequila por favor.
—¿Qué te hace creer que tomaré contigo?—desafié.
—Tienes pinta de querer tomarte un trago—.dijo ofreciéndome un shot.
—Tú tienes pinta de conquistador y no te estoy diciendo nada—divertí.
—¿Me aceptas el tequila y lo descubres o no?—dijo con picardía.
—Bueno, solo te advierto que soy difícil de emborrachar.—divertí.
Se rio y comenzamos las rondas de shots tras shots de tequila con limón y sal. Me dijo que su nombre era Aran, Aran Montiel, tenía una cadena de hoteles por toda España y si había escuchado de ello. "Hoteles Montiel", eran cuatro estrella si mal no recordaba. Hablamos por un largo rato hasta que comenzó a marearse y hablar tonterías, me invitó a su pent-house, pero no acepté ir. No era una mujer fácil para caer en sus garras en la primera cita. Le había pasado mi número y había salido junto con Hellen a casa. Al siguiente día estaba más tranquila pero lamentaba mucho lo que sufrió Andrew. Estábamos separados por muchos kilómetros de distancia y no podía darle mis cuidados o tan siquiera verlo. Me repetía una y otra vez que todo mejoraría, primero lo de la estafa y engaño del empleo, ahora lo de Andrew, ¿Qué más me pasaría?. Ya no entendía porque me sucedían tantas cosas, ¿Acaso estaba pagando el karma? Quizá eso era, lo tuve todo con Michael, amor, excepto lo que más anhelaba. Ahora la vida parecía estar encaprichada conmigo, pero no me dejaría vencer, lucharía a como diese lugar contra la corriente si así lo ameritaba el caso.
Los días siguieron pasando, el trabajo iba de maravilla, cada vez nos hacíamos más popular en particular yo. El "Rubí" era la más pedida por los clientes, practicaba mucho mis rutinas perfeccionándolas al cien. Además de tomar clases online con una bailarina muy famosa de París. Mis atuendos eran exclusivos y sentía la envidia de Hellen al logar lo que ella siempre quiso. Mi determinación de hacer las cosas bien, me llevaron al éxito, siempre he creído que la innovación es la clave de vender más. Y yo hacía una rutina diferente cada día, no repetía ninguna y eso parecía encantarle al publico. La madame estaba muy feliz conmigo por lo que subió mi sueldo, eso me hacía amar más mi trabajo. Mi teléfono sonó y conteste de inmediato.
—¿Hola, quién es?—respondí al no tener registrado aquel número.
—Soy Aran Montiel, nos conocimos una noche en el bar de las piedras preciosas—expuso y recordé.
—Ah si recuerdo, ¿Qué tal?—pregunté sin mucho interés.
—Todo bien, ¿Qué tal has estado?—pregunta.
—Muy bien, ocupada trabajando.—respondí.
—¿De qué trabaja, la bella dama?—preguntó.
—Soy asistente administrativo—mentí.
—¡Guay! ¿Dónde trabajas? Yo necesito una para mis hoteles—respondió.
—Eh, es en otra ciudad cercana—respondí con nerviosismo—, ¿En serio? Podría ayudarte pero en las mañanas.
—¡Me encantaría!—respondió—, ¿Qué te parece una cena para conversar?
—Perfecto, te espero a las siete empunto—demande y colgué.
Claramente él no sabía donde vivía, pero me gustaba generarle esa intriga. No tardo mucho en darse cuenta del pequeño detalle y me reí como loca cuando me envió un mensaje, "Te veo en StaryWell" adjuntando la ubicación. Le respondí con un "Perfecto, te veo allí" y luego me envió otro, "Eres cruel, quería ser caballeroso y recogerte en casa". Me reí nuevamente y solo le conteste un jaja".
Era mi día libre por lo que podría pasar descansando y tener una cita con alguien. Amaba las citas, claramente sin compromiso. Me gustaba estar sola y tener la libertad de salir y conocer a muchas personas sin tener a quien darle explicaciones. Mantener una soltería sostenible, así que me duche y me coloque mi bata de baño, me maquille muy elegante y con un pinta labios rojo infaltable.
—¡Vaya alguien tiene otra cita!—exclamo Hellen mientras entraba a mi habitación—, ¿Quién es el afortunado esta vez?
—Aran Montiel—respondí satisfecha sus ojos se abrieron como platos, rebusque en mi armario ignorando su exagerada expresión y saque un vestido ceñido al cuerpo color dorado.
—¿El dueño de la cadena de hoteles lujosos?—preguntó aún sorprendida y asentí.—, ¡Guau quiero tú suerte amiga!
—Es solo otro chico más, me interesa un trabajo que ofreció.—respondí sin importancia.
—¡Estás loca! Es un papi chulo y además adinerado, ¿No es eso lo que siempre has buscado Sarah?—preguntó sentándose en el borde de la cama.
—Quizás, aún no lo conozco bien, Hellen. No hay que precipitarse—respondí con tediosidad odiaba que se metiera en mis asuntos personales.
—¿Y le dijiste que eras bailarina?—preguntó insistente.
—No, no tiene porque saberlo—respondí.
—Si tú lo dices—dijo y por fin se retiro de mi habitación.
Amaba a Hellen era una gran compañía para mí, una buena amiga. Solo era un poco metiche y envidiosa. Sin embargo la quería mucho. Terminé por subirme el vestido y se me veía muy bien. Estaba lista, baje al estacionamiento y conduje por las calles hasta la dirección que me había pasado Aran. Al llegar le entregué las llaves al parking y entre.
—Buenas noches bella dama, ¿tiene reservación?—preguntó el recepcionista.
—Me esta esperando el señor Montiel—respondí.
Sonrió y me acompaño hasta la mesa donde me esperaba ese sexy castaño, con su vestido color vino. Su pose de hombre importante y su cabello bien peinado.
—Que hermosa cita tengo hoy.—dijo apenas al verme.
—Eres afortunado de tenerme está noche, cariño—divertí tomando asiento.
Me sorprendió lo interesante que era aquel chico, era joven y ya tenía asegurada su vejez con su extensa fortuna. Era muy inteligente y la verdad me consideraba sapiosexual por lo que aquel hombre me atraía de una manera descomunal. Esa noche entre caricias indebidas por debajo de la mesa, tuvimos una conversación bastante larga, trabajaría para él como su asistente administrativo. Así que no me acostaría con él, si sería mi jefe.
—¿Te gustaría ir a mi departamento?—preguntó en mi oído.
—No duermo con mis jefes—respondí con picardía, recordando a Michael.
—¿Y si te contrato como mi asistente personal?—dijo seductoramente mientras rozaba mi pierna descubierta con su mano en una leve caricia.
—Quizá acepté, señor Montiel—respondí acariciando su entrepierna por debajo de la mesa.