Claramente Aran me enseñó lo que no busco y lo que no necesitó en mi vida, me despidió por la sencilla razón de no querer su amante, había aprendido mi lección y los errores no se cometen dos veces. Terminé de comer mientras miraba por el ventanal, al menos tuvo la gentileza de reparar todo lo que su loca esposa había dañado. Hellen estaba saliendo con un dj, la tenía perdidamente enamorada. Me alegre por ella, aunque en el fondo sabía que era cuestión de tiempo para que se aburriera de él y lo dejará así como hizo con Santiago hace tiempo atrás. Comenzaba a creer que éramos almas gemelas en diferentes cuerpos, mi trabajo en el bar seguía siendo un éxito, veía a diario al idiota de Aran, pero lo ignoraba vorazmente, por otra parte había un sujeto que tenía acaparada mi atención, solía ir todos viernes y sábados con sus amigos. Había algo en él que me atraía como un imán. Su sola presencia me erizaba la piel, me aceleraba el corazón cuando me bajaba de la tarima y le bailaba cerca.
Sabía que le gustaba porque siempre llegaba para mi show, no le hacía caso a las demás chicas y solo quería que yo le atendiese, le coqueteaba mucho y el respondía a mi. Ese hombre destilaba deseo por cada poro de su piel. Hoy era viernes y sabía que él estaría allí, hoy hablaría con él a como diese lugar. Lo haría porque me moría de ganas de subirme encima y sentir lo nervioso que lo ponía y lo caliente que se tornaba el asunto. Estacioné mi auto en donde siempre solía hacerlo, fui directamente a mi camerino y me encontré con un hermoso ramo de rosas, busque la tarjeta y decía "Para la piedra más preciosa, mi hermoso rubí". No lo firmaba nadie y podía ser cualquier fans del show. Me aliste como siempre, ya tenía ensayada mi rutina de hoy, me coloqué mi falda de cuero negra, mis botines a juego con medias de red; el top azul y mi blusa transparente. Use mi peluca y antifaz, puse labial rojo en mis labios y estaba lista para el show.
Esperé paciente mi turno, hice lo mío al ser nombrada, todos gritaban cosas inadmisibles y seguí bailando, contoneando mi cuerpo y cadera de un lado al otro. Sonreí sensualmente y baje de la tarima, lo vi sentado mirándome deseoso, fui hasta él y me senté en su regazo, moví mi trasero de un lado a otro y luego de arriba a bajo. Lo tenía loco, tanto así que fue inevitable para él rozar sus manos por mis piernas. Me levanté rápidamente, terminé el show con mis pasos en el tubo. Luego le pedí al cantinero que me sirviera dos copas de whisky, eso era lo que siempre tomaba aquel misterioso hombre. Me acerque dejándoselas en la mesa.
—No he pedido tal cosa—murmuró.
—Es de parte de la casa—susurre en su oído.
—Me tienes loco, Rubí—devolvió el susurro mientras mordía mi oreja.—, ¿Te gustaron las rosas?—quede petrificada al escucharlo, así que había sido él.
—Sí me encantaron—respondí.
—¿Y si vamos a un lugar más privado?—susurró nuevamente en mi oído.
—Te sigo—respondí mordiéndome el labio.
Me llevó de la mano hasta los baños del fondo, sabía lo que quería y lo complacería. Entramos al baño y cerró la puerta tras él poniéndole seguro, me atrajo hacía si dejándome oler su exquisito perfume, sin reparos atrapó mis labios con los suyos, pude notar el deseo y lujuria en cada beso que me daba. Sus labios devoraban los míos con salvajismo, sus dientes jugaban con mi labio, dándole pequeños mordiscos, su mano derecha bajo por mi falda, mientras acariciaba mi muslo. Con su otra mano apretó mis pechos, mi piel ya estaba erizada y su boca no dejaba de explorar la mía, me levantó hasta sentarme en el lavabo y así poderse apoyar mejor, dejó mis piernas abiertas y se posicionó en medio.
Siguió acariciando mis muslos y bajo de un tirón mi falda, para luego hacer lo mismo con las medias de red, aproveché para quitarle su cinturón y bajar su pantalón, siguió con las caricias, mientras me acariciaba por encima de mi ropa interior, siguió besándome con más intensidad cada vez, bajo su boca por el medio de mis pechos y luego subió por mi cuello. Bajó totalmente mi brasier dejándome al descubierto, solo me cubría la tela de mi braga, lamió mis pezones mientras dejaba más besos por toda mi piel. Sus caricias comenzaron a subir más de tono cuando acarició mi punto especial, introduciendo sus dedos con suavidad, una y otra vez. Me estaba llevando a otra galaxia, siguió con lo suyo mientras yo tocaba su piel también, en un ágil movimiento sacó un preservativo y se lo colocó, entrando en mí, una y otra vez, cada una más fuerte y deseosa que la anterior. Cada embestida me hacía volar hasta finalmente llegar al orgasmo juntos. Se recargó en mí, nuestras respiraciones estaban agitadas, nos repusimos y me vestí al mismo tiempo que él lo hacía. Unos golpes en la puerta me hicieron caer en cuenta de lo que había hecho. Había estado con un hombre que no conocía y que no sabía su proceder, la vergüenza inundó mi rostro y no sabía como salir de aquel lugar sin ser vista, me hizo una seña de que saliera primero y asentí. Se metió en uno de los baños mientras yo salía, al abrir la puerta era uno de sus amigos el que lo buscaba, me miró regalándome una sonrisa burlona. Voltee mis ojos y continúe mi camino. El show de Hellen ya había terminado, así que venía el de las tres para el cierre de la noche. Subí al escenario y tome mi puesto, Hellen me miro con risa.
—¿Qué ocurre?—pregunté.
—Hueles a sexo, querida—dijo burlona—, Eso sin contar lo roja que esta tu cara y lo despeinado que esta tu cabello.
Ignore su burla y seguí los pasos de la rutina, fue entonces cuando lo vi otra vez sentado en la misma mesa con sus amigos. Mirándome intrigado y sonriendo como estúpido. Seguí con el baile moviéndome de un lado a otro, la música se detuvo y baje a servir las mesas. Evitando a toda costa la de aquel hombre. Un brazo tomándome por la cintura me sorprendió.
—Rubícita, rubícita—dijo ese borracho—, ¿Cuánto me cobras la noche preciosa?
—¡No soy prostituta, idiota!—me defendí. Pero seguía tomándome del brazo y molestando.
—Creo que ya le ha dicho que no—escuche una voz a mis espaldas.—, Aléjese de la señorita, imbécil.—su sensual voz otra vez. El borracho se fue de mala gana dejándome a sola con quien pretendía ignorar.
—Podía defenderme sola—dije.
—Eso no es lo que parecía—se defendió—, ¿Por qué me evitas? Si fue por lo del baño....
—No sé de que habla—dije e iba a caminar a la barra pero me detuvo del brazo.
—Solo dime tu nombre, por favor.—pidió.
—¿Sabes lo que significa el anonimato?—ironice—, Exacto.
—Solo un nombre, por favor—volvió a insistir—, Anna, me llamo Anna.
—Anna, bonito nombre. Soy Saimón—respondió.
—Sí sí, un gusto—respondí y pasé de él.
—Anna, quiero salir contigo—murmuró a mis espaldas—, Y no descansaré hasta conseguirlo.