Termine de escribir en el ordenador, guarde el archivo y lo imprimí. Lo coloque en su folder respectivo y en el cajón que le correspondía. Llevaba semanas trabajando como secretaria para una firma de abogados, no había regresado al bar desde el inconveniente con Saimón, me había expuesto a perder el anonimato y eso era algo inadmisible.
Intento seguirme luego del show y de cerrar el bar, espero a unas cuadras y quiso interceptarme. Por suerte la dueña del bar me cubrió, si no me hubiese visto sin mascara y sin peluca. Hubiese descubierto mi identidad real, sin contar que intentó pagarle una suma muy grande de dinero a la dueña del bar por darle mi número o dirección. Claramente ella no aceptó, siguió insistiendo, iba cada día, hasta que una noche se pasó de tragos y se me vino encima intentando quitarme el antifaz. Por suerte logre zafarme de él y seguridad intervino justo a tiempo, desde entonces decidí darme unas vacaciones y madame estuvo de acuerdo. Era necesario dejar que pasaran los días y que Saimón me perdiera rastro. Sin embargo, extrañaba ir a bailar. Por suerte tenía bastante dinero guardado y me había conseguido este trabajo como pasatiempo.
Hellen seguía viviendo conmigo pero tenía mucha precaución al momento de salir del bar. Simón le había ofrecido dinero por información de mí, el hombre estaba muy obsesionado. Lejos de haberme dejado deseosa, me había dejado traumada. Temía por cuán lejos podría llegar su obsesión por mí, que había pensado en mudarme de ciudad. Y empezar de cero en otro lugar, tenía suficiente dinero como para colocarme un local propio. Solo que no quería irme sola, era una propuesta que tenía días pensándola y considerándola, se lo propondría a Hellen. Después de todo nos habíamos hecho inseparables, termine de guardar todo en su lugar cuando recibí un arreglo de flores.
—¿Sarah Fox?—preguntó el repartidor.
—¿Si? ¿Quién las envía?—pregunté con temor de haber sido encontrada.
—Felipe Bonard—respondió.
—¿Felipe?—pregunté sorprendida.
—Sí señorita, firme aquí por favor—pidió señalando su libreta, asentí y apunte mi nombre.
Lo recibí y mi corazón se aceleró a mil por hora, Felipe era el abogado más importante y reconocido de todo el bufet. Ni hablar del perfecto record que tenia de casos ganados, no había perdido uno jamás. Sonreí con satisfacción al mirar lo bonito que era dicho arreglo, tenía girasoles mis favoritos, un osito de felpa en el centro y una nota.
“Sarah, Tú, yo, cena, 7pm te recojo”.
—¿Alguien está feliz?—preguntó Roberta, la secretaria de recursos humanos, mientras entraba a mi oficina.
—¿Quién no lo estaría luego de recibir flores?—pregunté en respuesta.
—Touché.—respondió—, Casos para el Abg Felipe, quizá puedas entregárselos en su cita.—dijo picarona entregándome un folder.
¿Cómo sabes que fue Felipe?—pregunté sorprendida.
—Yo lo sé todo, querida—respondió saliendo del cubículo.
Me carcajee mientras terminaba de arreglar los folder por orden alfabético, número de casos y categorías. Había desarrollado una especie de sistema, el cual era eficiente o eso decía mi jefe. Coloque las flores en un bote de agua que había dejado hace días, estabas muy lindas, amaba el olor del roció en las flores. Pero más me gustaba la determinación de aquel hombre, desde que había sido contratada fue inevitable no percatarme de sus miradas y sonrisas. Me miraba como si fuese una galaxia nunca antes vista, así me sentía cuando era observada por esos penetrantes ojos azules.
El teléfono de mi oficina comenzó a sonar, me acerque mirando una hoja y conteste:
—Buenas tardes, secretaria de la firma Rick y Jord.—atendí.
—¿Hola? ¿Con la secretaria más guapísima de todo el sistema solar?—preguntó con tono divertido y seductor.
—¡Basta!—dije entre risas—, ¿Qué se le ofrece, jefe?—pregunté con sensualidad.
—¡Uy, si lo dices así!—dijo con cierto tono estremecedor.—, ¿Entonces aceptas mi invitación?
—Quizás, lo considere.—alardee—, ¿Algo más jefe?—pregunté en tono dulce.
—¡Eres un caso Sarah!—divirtió riendo—, Haces de todo para volverme loco y ahora me rechazas de una manera sutil.
—¿Me estas llamando provocadora?—dramatice.
—Sí y mucho—dijo con picardía.—, Te recojo a las siete, ponte ese vestido rojo que tanto me enloquece.
—Aún no he aceptado su invitación, señor—respondí enrollando mi cabello en mi dedo—, Aún lo estoy considerando.
—¿No es suficiente con mi coqueteo genuino y un obsequio?—preguntó divertido.
—A su coqueteo le falta espontaneidad—respondí, pero fui interrumpida por una llamada en la otra línea. —, Espéreme tengo otra llamada.—, ¿Hola?—atendí la segunda línea.
—¿Puedes dejar de coquetear con el jefe y mandarme los recibos del mes anterior?—divirtió Roberta.
—¡Aguafiestas!—regañe con diversión—, Ya te los envió al correo.
—Pídele un aumento al jefe para tu buena amiga, adiós.—respondió con risas y colgó.
—¿Hola?—atendí la línea uno donde hablaba con el jefe. Pero sonó un “pi, pi, pi”. Me había colgado.
Le reste importancia y me fui terminar los informes y organizar la semana del jefe, esta semana sería muy movida para él. Debía ir a numerosas audiencias, reuniones con demandantes y mociones. Mi trabajo consistía en organizar su horario de manera que no se perdiera ningún evento importante o reunión. A veces era difícil pero me las arreglaba para no equivocarme. Roberta fue quien me contrato, hicimos click en seguida. Nos llevábamos muy bien, es una gran amiga. Siempre estamos chismeando en el café o en el almuerzo salimos juntas, fue la primera en enterarse que el jefe me pretendía. Dijo que en los cinco años que tiene trabajando con él, nunca lo vio “tan enamorado” como lo estaba de mí según ella. Igual no le creía porque era su amiga también, así que seguramente lo hacía por hacerlo quedar bien conmigo.
Termine todos mis pendientes y apague el computador, por fin me iría a casa luego de un día tan cansado y movido como lo eran los viernes. Debía dejar listo el calendario semanal del jefe para el lunes a primera hora tuviera sus reuniones al día, me había esmerado en dejarlo lo más claro y sencillo para él. Tome mi bolso y un folder con unos pendientes que tenia del archivo del mes anterior que no estaba hecho, no usaba mi auto por seguridad también, ya que el psicópata de Saimón había copiado mi placa. Por lo que siempre usaba taxi, para mi mala suerte estaba lloviendo. Corrí hasta un paradero mientras pasaba algún taxi, pero el auto del jefe se detuvo frente a mí.
—¿Estas siguiéndome acaso? —pregunté en tono divertido.
—Sí, me descubriste—respondió despreocupado.
—Que sincero, te demandare por acoso laboral—dije mirándolo fijamente.
—¡Uy qué miedo! Cariño, ¿sabes que soy el mejor abogado del país?—preguntó con falsa modestia.
—Me conseguiré uno mejor—respondí retándolo, se rio.
—¿Vas a dejarme llevarte o preferirás ser orgullosa?—preguntó con diversión.
—Por esta ocasión, seré orgullosa—respondí—, Te veo en la noche.—respondí mientras sacaba mi brazo y detenía un taxi.
El negó con la cabeza y se rio enormemente, subí al taxi y luego de percatarme que no me seguiría le di mi dirección al taxista. Subí por el ascensor y abrí la puerta del departamento, Hellen estaba con unos chicos.
—Hola, ¿Qué tal el trabajo?—preguntó, estaba un poco tomada.
—¿Qué hay? ¿Por qué hay extraños en mi casa?—pregunté extrañada y un poco incomoda.
—Te los presento, él es Alejandro; el dj del que conté—presento a un rubio alto, así que ese era su fulano novio—, Este es Andrés, el hermano de Ale.—respondió.
—Un gusto, Sarah. Eres muy guapa—saludó esté ultimo.
—Eh, si.—respondí—, Un gusto a ambos…—dije y seguí mi camino a mi habitación.
Cerré el picaporte y puse llave, no podía confiar tan fácilmente en ellos. Me duche por un largo rato, el estrés se resbalo de mi cuerpo en conjunto con el jabón, me tome el tiempo. Aún tenía tiempo para arreglarme para mi cita con Felipe, por lo que me demoraría todo lo que hiciese falta, me pondría el vestido que tanto le gusta y un labial del mismo color. Cuando estuve lo suficientemente guapa, termine por ondular mi cabello, aplicar labial y perfume. Estaba lista, me senté en mi cama esperando una llamada que nunca llegó, me había dejado plantada.