Llegamos al comedor y Daemon me sienta con cero delicadezas, pero tan sutil que solo yo me he dado cuenta. Le agradezco con una sonrisa bastante falsa y él solo me mira como el Daemon de aquellos años. Como si le importara un carajo mi presencia. Suspiro y miro a mis padres tomar asiento frente a mí. No negaré que estoy algo nerviosa por el interés de querer venir a hablar con él. Ni yo sé el tema a tocar, pero lo que sea, me tiene en ascuas. Greta nos dice lo que ha preparado para todos y mi madre, que es amante de la buena comida italiana casera, no pierde tiempo en adular lo preparado por la mujer que se ha convertido en mi cuidadora personal aquí en este inmenso castillo. —Les deseo buen apetito, si me necesitan, ataré en la cocina. —Gracias, Greta —dice él y ella se va no sin a