No me muevo, respiro lo más lento y profundo que puedo. Quizás tenga así una hora, una hora y media o dos, la verdad no lo sé, pero ya mi cuerpo está clamándome cambiar de posición. Lo reté, lo llevé a esto y ahora no sé cómo actuar. Mis músculos están tensos, mi pulso altamente acelerado y mis pensamientos todos desordenados. Es como si en la mitad de mi cabeza fuese una fiesta juvenil, y la otra a mitad un manicomio. En ambos escenarios, mi estado se debe a él. Estoy nerviosa y feliz. Siento su mano explayada en mi vientre, posándose con cierta fuerza como si de alguna manera me estuviese privando de moverme un centímetro o demostrándome que puede desquiciarme con una simple caricia. Me siento tonta, porque en el club bastante que le pedía que me diera más; bastante que gemía mientra