Termino de encender la última vela y sonrío al ver todo lo que pude lograr gracias a Greta en cuestión de una hora. En cuanto recuperé la cordura, el aliento y me ubiqué en el tiempo y espacio después de semejante beso, salí de la habitación buscando a Greta lo más apresurada que pude. Sonrío al recordar su cara de confusión y luego de picardía al comprender mis planes. Mi petición fue sencilla; velas, un encendedor, una bandeja con uvas, fresas y chocolate, más una botella de ese vino especial y, por último, pero no menos importante, aceite esencial aromatizado. En la habitación de la casa de mis padres, tengo muchos de esos, pero aquí no, por suerte, Greta logró conseguirme uno de Bergamota, el cual reduce el estrés y ayuda a combatir las afecciones en la piel. Justo lo que estaba busc