Avanzo apresurado por el corredor, sigo de largo sin detenerme. Dejo las escaleras principales del recibidor detrás, pero me detengo en cuanto oigo su voz darme los buenos días. Me giro para verla y desde aquí, puedo notar la sorpresa en su rostro al verme afuera a esta hora de la mañana y, además, yendo a mi habitación con la misma ropa de anoche. Aun así, no deja de sonreírme. —Buenos días, Greta. —¿Desayunará con la señora Serafina en su habitación, o en la de ella? Noto en su cara la picardía a su pregunta y sé que está feliz, no logra ocultarlo, pero yo no me siento así en este momento. «O tal vez sí, pero no sé cómo lidiar con eso» —En mi habitación —respondo y ella ensancha su sonrisa—, pero yo solo Greta. Déjala a ella dormir. —¿Seguro? Puedo despertarla en cuanto esté li