Chantaje

2337 Words
POV Serafina Fiore Sentada en la parte de atrás de mi auto, miro el inmenso castillo que se alza a lo alto de la gran colina. Jamás creí volver aquí, de hecho, jamás creí que él me citara aquí. Las imponentes rejas se abren para mí permitiéndonos la entrada. Mi chofer le agradece al hombre desde adentro y sigue conduciendo por el camino directo al castillo. No se apresura a petición mía, porque estoy admirando todo con suma atención. Esta fortaleza cerró sus puertas hace cinco años, y que sea yo, la primera persona que no sea de la familia o el personal, que cruce la reja y entre al castillo, sin duda es un suceso místico y surreal. «¿Esto real?» Me rio de mi estúpida pregunta en mi cabeza. Por supuesto que es real. Veo las vides, como se pierde la línea más allá de las colinas y sonrío embelesada con tan hermoso espectáculo. Si bajo la luz de la luna esto luce como un paraíso, no me quiero imaginar bajo los rayos del sol cuando todo esté iluminado. Ya no recuerdo mucho como lucía de día, pero si recuerdo que corría bastante en medio de las vides jugando con Giovanna a las escondidas. «Viejos tiempos» Mi chofer y guardaespaldas personal, estaciona el auto donde un hombre alto, vestido de traje, le indica. Apaga el motor, y yo procedo a acomodarme la falda de mi vestido holgado y respirando profundo, me tomo mi tiempo mientras espero paciente a que él rodee el auto y me abra la puerta. Le agradezco con una sonrisa y tomo su mano para salir al fin y saber de una buena vez por todas, por qué me ha citado aquí. —Buenas noches, señorita, Fiore. Bienvenida Castello Barone —me saluda el hombre de traje estrechándome su mano—. Yo soy Alessandro Ferretti, el hombre que anoche la llamó. —Un placer, soy Serafina Fiore —me presento ante el hombre algo nerviosa por todo este misterio—. El lugar sigue de imponente como siempre… aunque, lo recuerdo menos sombrío. —De día no da tanto miedo —comenta mirando el castillo al igual que yo—. Pero aun con el sol iluminando cada rincón, sigue siendo un castillo misterioso. «Lo sé…» —¿Qué quiere él de mí? —pregunto al fin y decido mirarlo a la cara—. No nos vemos desde que tenía quince años, ¿para qué me llamó, y por qué a mí? Alzo mi ceja mirando al hombre llamado Alessandro, en espera de una respuesta. No me gusta el misterio, los rodeos me desesperan, los juegos sucios también. Soy astuta, y sé perfectamente que, si él me invitó al castillo luego de diez años, no ha sido precisamente para tomarnos una copa de vino y charlar del pasado. —Él mismo le responderá todas sus dudas, señorita Fiore. Frunzo mis labios sosteniendo mi chaqueta y asiento. Volteo hacia mi guardaespaldas y le doy una leve mirada y este asiente. Dejo que Alessandro me guíe al interior del castillo y cuanto más me acerco, más se me riza la piel. Las luces tenues no ayudan en nada a mis nervios, y la antigüedad de la misma estructura, tampoco. Yo no recuerdo que todo fue tan oscuro, opaco y desolado cuando era una niña, mucho menos cuando me volví adolescente. Recuerdo este lugar lleno de vida, encantador y hasta mágico. «¿Por qué se volvió tan triste?» Todo sigue siendo igual de hermoso, pero la falta de iluminación, causan que el interior parezca como el castillo de Drácula. —Detrás de esa puerta, el señor la está esperando. —¿Nadie va a matarme? Tengo un arma aquí en mi bolso, le voy a disparar si me hace daño. Abre sus ojos con desmesura al oír mi confesión. Su mirada va rápidamente a mi bolso de mano y luego a mi cara. —¿De verdad tiene un arma ahí dentro? —No —miento con una sonrisa nerviosa—. Pero mi guardaespaldas sí está armado. —Solo será una pequeña reunión, no hará falta la violencia —asegura, abriéndome la puerta para que entre. A duras penas lo hago, pero no porque él me cause miedo, es que no me gusta la oscuridad, y el salón donde estoy entrando, está con pocas luces, aunque hay hermosas lámparas colgando por alto techo. Por algún motivo, le gusta la oscuridad y eso me tiene más con los nervios de punta, porque durante muchos años, oí sobre la maldición que llegó a esta familia, el mito de los hombres Barone. Creí que todo eso eran cuentos y fábulas dichas para intimidar, pero a medida que recorro este inmenso salón sin luz, mi pulso de dispar y el terror amenaza con invadirme y dejarme taciturna del pánico. Ahora que soy adulta, sé a lo que se referían esos mitos, pero aún así, no puedo evitar sentirme extraña aquí. La mitad del salón, cuenta con una luz tenue, muy opaca, demasiado para mi gusto, pero, aun así, me permite ver parte del gran comedor y los cuadros en las paredes, así como parte del suelo. «Al menos puedo ver donde piso» —Qué bueno verte una vez más, Serafina. La voz gruesa, áspera y enigmática de él, se hace presente en el salón. ¿Me he asustado? Por supuesto que sí, mi pulso está disparado y los vellos de mi nuca erizados. Volteo hacia el lado oscuro del salón, ese que parece la boca de un lobo que está punto de tragarme viva. Intentando verlo, pero se me hace imposible, es como si a propósito se escondiera, como si fuera intencional que la mitad del salón esté en estas condiciones tan difícil de detallar. —¿Daemon? —inquiero dando un paso hacia él—. ¿Realmente eres Daemon? —Quédate donde estás —ordena tajante—. Toma asiento en la cabecera de la mesa que está de tu lado. —¿Por qué debería de hacer lo que me ordenas? —Serafina —dice mi nombre en tono de advertencia—. Toma asiento. Si cooperas, terminaremos con esto de una maldita vez y te podrás ir por ahora. —¿Por ahora? —Sí, por ahora. Ahora, toma asiento en la maldita silla de una buena vez. En serio podría mandarlo al carajo justo en este instante, pero solo por curiosidad, por saber para qué me ha pedido venir, accedo a lo que me pide y tomo asiento al otro extremo, donde me doy cuenta de la carpeta cerrada que está colocada en la superficie de la mesa junto a un bolígrafo elegante esperando a ser usado. —¿Qué quieres, Daemon? ¿Por qué me citaste aquí? ¿Qué quieres de mí? —¿Habitualmente haces tantas preguntas, Serafina? —Daemon. —Muy bien, vayamos al grano. ¿Qué quiero? Una esposa. ¿Por qué te cité aquí? Para decirte que tú lo serás. ¿Qué quiero de ti? Simple, que me des un heredero y luego nos divorciamos, te vas a seguir con tu vida y me dejas a mi hijo conmigo. «¿Qué?» Abro mis ojos bien grandes, juro por Dios que estoy sin palabras, sin saber cómo reaccionar a sus respuestas tan descabelladas. Esto no puede ser cierto, esto no me puede estar pasando a mí. ¿En serio aplacé mis planes para oír semejante desfachatez? «¿Acaso se volvió loco?» —Yo no haré nada de lo que me estás pidiendo. Me pongo de pie dispuesta a salir de aquí. —Mira el contenido de la carpeta antes de irte, Serafina. Frunzo mi frente ante sus palabras. «¿Debería de confiar en él?» —No voy a mirar nada, Daemon —avanzo hacia la puerta. —¿Así me pagas? —su risa me estremece—. Después de lo que hice por ti en las vides, ¿así me pagas? Me detengo en seco al oír su pregunta. Volteo a mirar a ese lado oscuro del salón, sintiendo como mi piel se eriza, mi corazón late con fuerza y la incertidumbre me invade al comprender a lo que se refiere. —Yo siempre estaré agradecida por eso, pero no tienes derecho a sacármelo en cara. Tengo una vida, Daemon, una que no pienso pausar, dejar atrás o renunciar, por tu absurda petición basándote en algo que hiciste por mí hace muchos años. —¿Creíste que te estaba chantajeando con lo que pasó aquel atardecer? —vuelve a reírse y no sé si estoy loca, pero creo ver sus relucientes dientes desde donde estoy—. Te equivocas Serafina, solo lo estaba mencionando. Ahora, lo que hay dentro de la carpeta, si es un chantaje, así que abre la maldita carpeta ahora y mira su contenido. El golpe en la mesa me estremece, dejándome más que claro que el hombre que se oculta en la oscuridad, es un hombre que pierde la paciencia demasiado rápido; una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento si no hago lo que me pide. Tomo aire, lo dejo salir y decido ver lo que con tanto afán quiere mostrarme. Abro la carpeta sin levantarla de la mesa y la fotografía que me saluda, me paraliza por completo. Mi pulso se dispara al punto de hacerme sentir las palpitaciones en mi cabeza. Mi cuerpo comienza a temblar y siento como mi cabeza comienza a doler, así como mi cuerpo comienza a sudar y los nervios empiezan a hacer de las suyas en mí. —No… —musito, presa del pánico—. ¿Cómo…? —Puede que esté encerrado en este castillo de por vida, Serafina, pero cuando la noche cae, el monstruo sale y de vez en cuando, pasea por la ciudad sin que alguien lo vea. Miro cada fotografía sintiéndome más y más pequeña. Mis manos temblorosas pasan una tras otras, mientras que mis ojos comienzan a arder y la falta de aire se hace presente. —Yo no me casaré contigo… —susurro. —Si lo harás, porque sé todo de ti. Al menos que quieras que todas esas fotos aparezcan mañana en todos los medios de comunicación. ¿Qué pensará el gran Nicodemo Fiore, de su perfecta hija? —pregunta con ironía —¿Qué pensará la sociedad? De seguro, esto sería un gran escándalo, el cual afecte por completo la reputación intachable de la gran familia Fiore, y hasta sus negocios. Es inaceptable que la única hija que le queda, se vea envuelta en semejante vergüenza, ¿no lo crees, Serafina? Por eso quiero cuidarte, evitar que esto salga a la luz, y casándote conmigo lo lograrás. El trato es fácil, tu te casas conmigo, me das un heredero y luego nos separamos. Haciendo esto, evitarás la vergüenza. —Eres un imbécil chantajista —siseo con rabia—. Lo menos que deseas es cuidarme, solo buscas tu propio beneficio con esto. —¿Te mentí? Yo creo que no. Te dije que mi chantaje estaba dentro de la carpeta y como podrás ver con tus propios ojos, te he dicho la verdad, ahora, firma el acta que está al final de las fotos, que no tengo toda la noche. —¿Qué? Intento buscar sus ojos, pero solo veo un brillo muy al final. —¡Que firmes el acta, Serafina! —¡Te oí, Daemon! ¡Es solo que…! ¿Piensas hacer esto así, como si fuese cualquier cosa? No me está pidiendo un favor, o algo relativamente normal. Me está ordenando que firme en este instante un acta de matrimonio, ¿Está loco? —¿Y qué quieres? ¿Una gran boda? —No me refiero a eso, Daemon. Es obvio que si me estás chantajeado con esto, es que no habrá nada de eso, pero no puedes pretender que firme muy tranquila algo que cambiará mi vida, ¡¿Acaso estás considerando mi posición?! —Está más que considerada. Tu firmas el maldito papel, me das un hijo y te largas. Es todo. Nadie nunca sabrá tu secreto, tu familia no resultará perjudicada, te dejaré en paz por el resto de tu vida. —Daemon… —¡Firma el maldito papel, Serafina —estalla retumbando su gruñido en todo el salón—! Puedo hacer una llamada justo ahora y de inmediato tu secreto saldrá a la luz, tú decides. Tiemblo de la impotencia, de la rabia por haber venido hasta aquí, por haberme dejado engañar por él y su vil chantaje. «¿Qué se supone que debo de hacer?» No puedo decepcionar a mis padres con esto, no puedo ser la vergüenza de la familia. Mucho han pasado con la perdida de mi hermana mayor, la hija intachable y ejemplo a seguir, pero que no dudó en casarse con un hombre malo y dejar en tela de juicio el legado de nuestra familia. Si todo esto sale a la luz, si él cumple con su amenaza, es el fin para mí, para mi apellido y todo lo que, por años, me esforcé en construir y sobre todo en ocultar. —¿Y tú? ¿Cuándo saldrás tú a la luz, Daemon? No eres más que un cobarde, que se oculta en las sombras para intimidar e infringir miedo. —Tú no quieres verme a la cara, Serafina. Tú no quieres ver el monstruo que soy. Me río amargamente y tomo el bolígrafo que está sobre la mesa. —No necesito verte a la cara para saber que eres un monstruo, Daemon, porque los hombres de verdad, no hacen lo que tú estás haciendo conmigo en este instante; arruinarme de por vida —firmo el papel donde está mi nombre ya escrito. Cierro la carpeta, la tiro sobre la mesa al igual que el bolígrafo y miro hacia la oscuridad que tengo al frente—. Felicidades, señor Barone, ya tiene una esposa.
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