—¿Y cree que una esposa le impediría ser algo de eso? — preguntó Romara. Hubo un breve silencio y entonces Lord Ravenscar dijo en un tono diferente de voz: —Aun después de haber visto a Caryl, no esperaba que fuera usted tan… encantadora. O tal vez “hermosa” sea la expresión más adecuada. Vio que el color subia a las mejillas de Romara y le gustó la forma en que ¿sus ojos se mostraron repentinamente tímidos, incapaces de enfrentarse a los de él. Estaba acostumbrado a las mujeres que aceptaban los cumplidos como la cosa más natural del mundo y a aquéllas que le lanzaban miradas atrevidas e insinuantes, ansiosas, no sólo de cautivarlo, sino de conquistar su corazón. —Las… huellas de los golpes han… desaparecido— dijo Romara en voz baja—, pero… me temo que… todavía tengo una… cicatriz en