—Estáa bien, viejo ya saabemos que eres clérigo— contestó el primer caballero—, es el seervicio de bodas el que… queremos. ¿Reecuerdas laas palabraas?
—¡Claaro que las recuerdo! ¿Quién dice que no las recuerdo?
—¡Nadie! ¡Nadie!— se apresuraron a decir todos rápidamente—, vamos... dile a Trent que la noo-via está aquí
Al oír su nombre el hombre sentado a la cabecera levantó la cabeza.
—¿Qué pasa? ¿De qué están hablando?— preguntó.
Hablaba en un tono de voz más claro, menos afectado por el alcohol que los demás.
—Eencontraamos lo que querías, Trent. ¡La mujer más fea de Londres! ¿Te vas a caasaar con eella ? ¿O ya te arrepentiste?
—¡Trent es uun hoombre de paalabra!— murmuró alguien—, eso es lo que digo yooo… y lo diigo otra vez ¡Trent es un hoombre de palabra!
—¡Claro que lo decía e
