La semana había pasado volando, y Carrington logró asegurar un par de negocios prometedores con una compañía extranjera. En tan solo unas semanas más, su empresa figuraría como una imponente multinacional. Alexa estaba genuinamente feliz por ello, y aunque nunca lo admitiría, se sentía asombrada por la habilidad que tenía Henry para los negocios. Sin embargo, su convivencia seguía siendo limitada. Se veían al despertar, cuando Alexa se ponía histérica porque Henry la abrazaba como si fuera su osito personal, sin darse cuenta de lo mucho que eso le agradaba. Las interacciones durante el desayuno y la cena se reducían a comentarios sarcásticos, algunos ofensivos, y un coqueteo implícito que ambos sabían que existía. Desde lo ocurrido la noche de las rosas, había una tensión palpable entre e