—Buenos días, amorcito. ¿Espiando a tu hombre mientras hace ejercicio? —canturreó, sonriendo de manera ladina.
Pero Alexa estaba más entretenida mirando el marcado abdomen de Henry. Las gotas de sudor delineaban cada músculo y se perdían por la pelvis del castaño de una manera tan jodidamente sexy que la rubia quería pasar su lengua por cada cuadrito. ¿Cómo sabría el sudor de Henry si pasaba su lengua por sus abdominales?
Alexa sintió que su corazón se detuvo por un instante. Su cuerpo parecía traicionarla, ya que se encontraba a un paso de perderse en la fantasía que había estado evitando.
Carrington no tardó en darse cuenta de que Alexa no le había prestado ni la más mínima atención a su comentario, porque estaba comiéndoselo con la mirada.
—No te límites a mirar, cariño —susurró de
