Pero cuando los labios de Henry finalmente se encontraron con los de Alexa, algo inesperado ocurrió. No fue como lo había anticipado. Las náuseas no llegaron, el asco que había visualizado en su mente no apareció. En cambio, una chispa se encendió en su interior. Al principio, fue solo una sorpresa, una pequeña alarma que hizo que se tensara por un segundo. Pero cuando la sensación de su boca en la de ella no fue repulsiva, sino cálida, suave, algo en Alexa se desconcertó.
Sin pensarlo, su cuerpo reaccionó. A medida que Henry aprovechaba la oportunidad para rodear su cintura con sus brazos, el contacto de sus manos contra su espalda, la cercanía de su cuerpo, le hicieron perder momentáneamente el control. Su mente estaba en guerra con lo que estaba sucediendo, pero sus labios, guiados por una especie de magnetismo que no podía explicar, se entregaron al beso. Con un movimiento lento, Henry acarició los labios de Alexa con la punta de su lengua, delineando suavemente su boca, como si conociera perfectamente cada rincón de su piel.
Alexa se sintió hechizada, casi hipnotizada por el beso. El maldito de Carrington, ese que siempre había sido su peor pesadilla, resultaba ser un gran besador. Era como si todo lo que había temido, todo lo que había rechazado durante años, estuviera evaporándose en el aire. Por un momento, olvidó dónde estaba, quién la observaba. Olvidó que había más de 300 invitados, que toda la ceremonia estaba siendo grabada, que su vida estaba siendo juzgada por las miradas curiosas y las sonrisas condescendientes.
Abrió la boca para recibirlo, entregándose a uno de esos besos robados, de los que no se dan a la luz del día, y mucho menos ante tantos ojos expectantes. La sensación de Henry explorando su boca la hacía sentirse perdida, como si estuviera navegando en aguas desconocidas. No era el odio, no era la furia, era algo más profundo, algo que ni siquiera ella entendía.
Cuando finalmente rompieron el beso, Alexa estaba atónita, su mente aún intentando procesar lo que acababa de suceder. Henry, por su parte, la miraba con una sonrisa en sus labios, casi como si la hubiese desarmado de alguna manera. Había algo en su mirada, una satisfacción palpable, como si él también estuviera sorprendido por lo que acababa de pasar. Pero ninguno de los dos se atrevió a decir una palabra.
El silencio entre ellos fue interrumpido por el aplauso de los invitados, y aunque se trataba de un gesto social, ninguno de los dos pudo evitar sentirse marcados por el momento. En ese instante, algo había cambiado en el aire, algo que ni Alexa ni Henry podían comprender por completo, pero que sin duda marcaría el comienzo de una nueva etapa en sus vidas.
La batalla entre ellos, que había comenzado años atrás, ya no parecía ser tan sencilla como antes. Y el beso, que había sido una formalidad obligada, había abierto la puerta a algo mucho más complicado.
El bullicio en el salón se volvió abrumador cuando los murmullos, aplausos y silbidos de los invitados se hicieron notar. Alexa intentó retirarse con brusquedad, pero Henry la sostuvo con firmeza, abrazándola.
—Recuerda que debemos mantener las apariencias y hacer que los invitados traguen esta farsa —le susurró Henry al oído.
Alexa suspiró con resignación. Sabía que el bastardo tenía razón. Debía tragarse su repulsión hacia Henry y mantener una actitud de esposa abnegada. Como miembros de la alta sociedad Estadunidense, el matrimonio sería portada en los periódicos al día siguiente. Sus familias eran la envidia de todos, y cualquier error podría desencadenar un escándalo que arruinaría sus reputaciones. Además, con las compañías en una situación financiera delicada, la competencia podría aprovechar para atacarlas. Era crucial hacer creer al mundo que la unión de las familias Carrington y Kingsley era por amor y no por una crisis financiera.
—Eres un estúpido, y pagarás por esto —murmuró Alexa, apartando su rostro del cuello de Henry y esbozando una sonrisa falsa.
—Como si no hubieras disfrutado el beso —respondió Henry con una sonrisa arrogante.
Alexa sintió cómo la rabia le hervía en la sangre, pero antes de que pudiera responder con una grosería, los invitados comenzaron a acercarse para felicitarlos por su boda. Aunque corría el rumor de que el matrimonio apresurado era para ocultar un embarazo, muchos simplemente pensaban que era natural que dos familias amigas desde hace años finalmente se unieran. Sin embargo, algunos eran más perspicaces y sospechaban que las compañías Carrington y Kingsley no estaban tan bien como pretendían. La boda apresurada parecía ser una maniobra para salvar las apariencias.
Henry Carrington se movía con confianza por el gran salón, recibiendo felicitaciones y admiración. Alexa era considerada una belleza impresionante, y muchos envidiaban a Henry por su matrimonio con ella.
—Si supieran que esto es una completa farsa —pensó Henry mientras observaba a su esposa siendo rodeada por las "viperinas" de la alta sociedad, que solo buscaban un chisme. Alexa mostraba una sonrisa radiante y presumía su anillo de bodas, una joya de la familia Carrington, hecha de oro puro e incrustada con diamantes genuinos. Era una pieza heredada de su tatarabuela y le quedaba como anillo al dedo.
—¡Henry, qué sorpresa verte casado con Kingsley! —exclamó Linzy White, una antigua compañera de secundaria, arqueando una ceja. —Siempre se odiaron, ¿no?
—Ya sabes cómo va eso del odio y el amor, Linzy —respondió Henry con una sonrisa amplia.
—Pero ustedes son tan diferentes.
—Las diferencias fortalecen a la pareja. Los opuestos se atraen. No siempre las personas que tienen todo en común funcionan. Tú y yo no funcionamos, a pesar de tener mucho en común, pero Nadia y yo sí, somos como el agua y el aceite —dijo Víctor con una sonrisa encantadora y hoyuelos mientras se acercaba y hacía que Linzy se sonrojara un poco.
—¡Víctor, viejo amigo! —Henry abrazó a Víctor, dándole unas palmadas en la espalda.
—Así que el soltero más codiciado finalmente se ha casado y ha dejado de ser un casanova —bromeó Víctor, correspondiendo al abrazo con calidez. Habían sido amigos cercanos durante toda su vida.
—Víctor, no deberías decir eso, estamos en la boda de Henry —murmuró Linzy en tono bajo.
—Él sabe que lo que digo es verdad —replicó Víctor con una sonrisa.
—¿Y tú, cómo has estado, Linzy?
—Bien, pero podrías evitar mencionar que lo nuestro no funcionó. Me alegra saber que tú y Nadia están bien, pero no es necesario recordármelo —respondió Linzy , visiblemente incómoda.
Henry notó la expresión de arrepentimiento en el rostro de Víctor. Aunque Víctor había superado la ruptura rápidamente, parecía que Linzy todavía lo llevaba mal. Henry decidió intervenir.
—¿Alguien sabe dónde está Diana?
—Henry, ya estás casado; deja de mirar a tu ex —le dijo Linzy White, dándole un golpecito en el hombro.
—Totalmente de acuerdo, Linzy . Henry, te conviene apreciar a Alexa, es una joya —añadió Nadia, uniéndose al grupo con una sonrisa protectora.
—Modo protector activado, mamá Nadia —se rió Henry, bromeando sobre la actitud sobreprotectora de Nadia. Aunque disfrutaba burlándose de ella, en el fondo valoraba mucho a Nadia, aunque nunca se lo diría.
—No te lo digo solo por eso, Carrington. Lo digo porque, mientras estás aquí, hay otros invitados coqueteando con tu esposa —Nadia arqueó una ceja y Henry notó con desagrado cómo Aron estaba coqueteando con Alexa en el día de su boda.
—Maldito descarado, te voy a matar —pensó Henry, con los puños apretados. No podía armar un escándalo, pero no iba a permitir que nadie se metiera con su esposa. Se dirigió rápidamente hacia donde estaba Alexa, decidido a mostrarle a Aron quién mandaba.
—Cariño, te estaba buscando —dijo Henry, rodeando la cintura de Alexa de forma posesiva.
—Igualmente, querido. ¿Dónde te habías metido? —respondió Alexa con una sonrisa, dándole un golpecito en el hombro a Henry con más fuerza de la necesaria. En realidad, quería desquitarse con él por haberla dejado sola con el coqueto de Aron.
—Estaba recibiendo felicitaciones de los invitados. Oh, hola, Aron —fingió sorpresa Henry al notar la presencia de Aron—. Aún no he recibido tus felicitaciones.
—Felicitaciones, Carrington. Te sacaste la lotería con Alexa. Inglaterra le ha sentado muy bien. No quiero ser indiscreto, pero estás hermosa, Alexa —murmuró Aron con malicia, sus ojos recorriendo a Alexa con descaro.
“Maldito, te destruiría en este momento” pensó Henry, furioso. “Y, ¿crees que no lo sé, Aron? Por eso me casé con ella; la quiero solo para mí. Y si nos disculpas, tenemos invitados más importantes a los que atender”
Henry levantó el mentón con firmeza y lanzó a Aron una mirada de superioridad que hizo que el pelinegro se sintiera como si fuera dos pulgadas más bajo. Alexa le dio la espalda a Aron, y Henry, con su mano traviesa, empezó a bajar hasta el trasero de su esposa.