La boda

1261 Words
En un mundo donde los acuerdos valen más que los sentimientos, dos almas opuestas se ven atrapadas en un contrato que los obliga a convivir bajo el mismo techo. Alexa y Henry no podrían ser más diferentes: ella es una mujer independiente, terca y apasionada, mientras él es frío, calculador y controlado por su ambición. Desde el primer día, el resentimiento entre ellos es palpable, sus miradas cargadas de reproche y sus palabras afiladas como cuchillos. Por razones que no podían controlar, están forzados a permanecer casados durante un año, una prueba impuesta por sus familias para salvar reputaciones y fortunas. Sin embargo, la verdadera prueba será soportarse mutuamente. Cada día trae nuevos conflictos, choques de voluntades y momentos en los que parecen al borde de la ruptura. Y, sin embargo, algo cambia lentamente, casi imperceptiblemente. ¿Será la cercanía quien termine derritiendo el hielo entre ellos o simplemente avivará las llamas de su odio? Alexa Kingsley y Henry Carrington se encontraban firmando el acuerdo matrimonial ante el juez, y ambos compartían la misma reflexión: ¿cómo habían llegado a este punto? Desde que tenían memoria, habían sido enemigos acérrimos. Aun recordaba como Henry era el niño más odioso y molesto del preescolar, golpeando a cada niño que se le acercara, desde ese momento, Alexa prometió que Henry sería su más grande enemigo. Desde que Alexa tenía memoria, Henry siempre había sido una espina en su costado. Desde pequeños, habían sido enemigos declarados. La rivalidad entre ellos era bien conocida, pues Henry no perdía oportunidad para hacerle una broma pesada, una humillación pública o lanzarle alguna grosería. Todo con una sonrisa burlona que le sacaba un suspiro de frustración a Alexa, quien no podía soportar su presencia. Durante la secundaria, su animosidad llegó a su punto máximo. Se humillaban mutuamente, discutían sobre cualquier tema y trataban de mantenerse a distancia. Alexa era la capitana del equipo de porristas, y Jack Cooper, que jugaba en el equipo de básquetbol, la seguía como una sombra. Henry, por su parte, era el capitán del equipo de fútbol y era conocido por cambiar de novias todas las semanas, siendo famoso por su actitud de playboy. Su odio mutuo tuvo un respiro cuando entraron a la universidad. Sin embargo, todo cambió cuando sus padres decidieron enviar a sus hijos al extranjero para que continuaran con sus estudios, manteniendo la distancia física, pero nunca emocional, entre ambos. Cinco años después, cuando ambos habían terminado sus estudios, la noticia cayó como un balde de agua fría. Un evento inesperado y desesperante para Alexa: debido a una serie de cambios en las empresas familiares y en la necesidad de mantener una unión estratégica, sus padres les comunicaron que debían casarse. El choque emocional fue inmediato. Alexa no podía creer lo que escuchaba. ¡Casarse con Henry! El mismo hombre que la había hecho sentir inferior durante toda su vida. El hombre al que odiaba con todo su ser. La idea de pasar el resto de su vida con él era algo que simplemente no podía aceptar. Alexa revisó minuciosamente cada cláusula de los contratos y acuerdos legales y se dio cuenta de que no tenían otra opción más que casarse. La ley les exigía mantener el matrimonio durante al menos un año, o de lo contrario perderían las empresas que sus familias habían luchado por conservar. Aunque Alexa no era experta en matemáticas y su pasión era la danza, entendía la gravedad de la situación que atravesaba la compañía Kingsley, que estaba empeorando. Casarse con Henry era la única salida viable. Mientras observaba a Henry, Alexa notó cuánto había cambiado en seis años. Aunque siempre había sido atractivo, ahora parecía un verdadero dios griego. Sus músculos se marcaban en el apretado esmoquin, su mandíbula era firme y su cabello castaño era sedoso y brillante. Aunque en la secundaria solía burlarse de la pronunciada nariz de Henry, ahora se daba cuenta de que encajaba perfectamente en su rostro, haciendo de él un auténtico adonis. El juez estaba dando su discurso. ¿Por qué el destino la había castigado de esta manera? No tenía idea. Su relación con Jack había terminado solo tres meses atrás, después de descubrirlo con su compañera de trabajo en la cama. Alexa aún no había superado la ruptura con ese bastardo, aunque nunca lo admitiría. Ahora, estaba a punto de casarse con su enemigo. Aunque sabía que era lo mejor para la empresa, la idea de casarse con Henry Carrington le resultaba repugnante. Ella no tenía ni idea de finanzas ni de cómo manejar una compañía familiar. El acuerdo era que Carrington se encargaría de los negocios mientras que Alexa recibiría las ganancias sin mover un solo dedo. Al final del año, se divorciarían y quedarían como socios. Alexa no quería que su familia perdiera el patrimonio por el que tanto habían luchado. Henry, por su parte, estaba tranquilo, esforzándose por mantener una expresión seria para no sonreír. Casarse con Alexa Kingsley era la mejor venganza que el destino le había regalado. Alexa era una niña mimada, caprichosa y grosera, que solo se dedicaba a bailar de un lado a otro. Aunque Henry no podía negar que el tiempo había cambiado mucho a Alexa, al menos físicamente. Ahora, Alexa tenía el rostro más delgado, el cabello rubio y, en lugar de grandes anteojos, usaba lentes de contacto color azul celeste que la hacían extremadamente bella. Sus labios eran rojos, gruesos y sexys, y su nariz era pequeña y respingona. Su cuerpo delicado y su figura estilizada se acentuaban aún más con el vestido blanco con detalles rojos, nada clásico para una boda. Henry sabía perfectamente que Alexa había escogido ese atuendo solo para molestarlo. Con un suspiro, Henry volvió a mirar al juez, del cual apenas había prestado atención. —Y con el poder que me confiere la ley, los declaro esposos. Pueden besarse. La frase resonó en el aire, haciendo que tanto Alexa como Henry abrieran los ojos, dándose cuenta al instante de que, en su agitada mente y su lucha interna, se les había olvidado por completo el tradicional beso de bodas. Ambos se miraron fugazmente, sorprendidos por lo que acababa de ocurrir. Era como si todo lo demás, la ceremonia, las miradas de los invitados, la magnitud de lo que acababan de hacer, se desvaneciera por un momento. Con una mezcla de incomodidad y desdén, se giraron para quedar frente a frente. Los murmullos de la multitud, que hasta ese momento se habían contenido en su asombro, comenzaron a alzarse, cargados de expectación. La boda repentina de los Carrington había captado la atención de todos, pero más que nada, lo que realmente intrigaba a los presentes era la relación entre los novios. Alexa y Henry, conocidos desde la infancia por su animosidad mutua, no se llevaban nada bien. De hecho, muchos apostaban a que ni siquiera serían capaces de soportarse en una misma habitación, y ahora, ahí estaban, casados, a punto de compartir un beso. "Esto va ser todo un espectáculo", pensaba Henry, sus ojos fijos en Alexa, quien no podía evitar sentirse observada como si fuera una pieza de exhibición en un escaparate. Sus labios se entreabrieron al verla inclinarse hacia él. No había vuelta atrás. “No puede ser que tenga que besar a Henry frente a todos”, pensaba Alexa, mientras sentía que sus entrañas se retorcían en un nudo. Henry siempre había sido su enemigo, un tormento constante, y ahora, de alguna manera retorcida, se encontraba a punto de tener que besar a ese hombre que tanto odiaba.
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