Henry cerró los ojos y respiró hondo, maldiciéndose internamente por lo que acababa de decir. Las palabras que había dejado escapar como veneno aún resonaban en su cabeza, llenas de crueldad y arrepentimiento. ¿Cómo había sido capaz de herir a Alexa de esa manera? El rostro de ella, el cual siempre era altivo y ególatra, se había quebrado ante sus comentarios sobre su físico, algo que él jamás había creído realmente. Solo lo dijo en un arrebato de frustración, pero ahora lo estaba pagando caro.
Alexa se había encerrado en su habitación. Henry se quedó unos segundos frente a la puerta cerrada, escuchando el silencio incómodo que envolvía la casa. Finalmente, decidió subir las escaleras. Cada paso que daba lo sentía pesado, como si el aire a su alrededor se volviera denso.
Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Alexa. Alzó la mano para tocar, pero dudó unos segundos, antes de finalmente dejar que sus nudillos golpearan suavemente la madera.
—Alexa —dijo con un susurro casi inaudible al principio, pero luego lo repitió más fuerte—. Alexa, lo siento. Por favor, ábreme.
Esperó, pero no hubo respuesta. Desde adentro no llegaba ni un solo sonido.
—Sé que no debí decir lo que dije… —continuó, con la voz quebrada—. Lo lamento. No pienso esas cosas. Tú eres... eres la mujer más hermosa que he conocido. Sabes que siempre te he visto así. Por favor, abre la puerta. Déjame explicarte.
El silencio seguía siendo la única respuesta. Henry apoyó la frente en la puerta, derrotado. Sabía que había sido cruel, sabía que probablemente no merecía ser escuchado en ese momento. Pero el dolor de la indiferencia, de no saber si ella estaba llorando o si simplemente lo estaba ignorando, lo carcomía por dentro. Y es que aquella actitud iba totalmente en desacuerdo con la siempre actitud arrogante de Alexa que jamás imagino que sus palabras hubieran podido lastimarla.
—Eres la mejor bailarina —murmuró con la voz rota—. Lo sabes, ¿verdad?…
Otra vez, ninguna respuesta. Nada más que el eco de sus propias palabras volviendo hacia él.
Miró su reloj. El tiempo se agotaba. Ese día era crucial, su primer día como nuevo presidente de la empresa de la familia. Una responsabilidad enorme le esperaba, pero en ese momento, la culpa y el remordimiento eran mucho más pesados que cualquier desafío laboral.
Sin embargo, debía irse. Las cosas no podían esperar. Sus padres habían depositado en él toda su confianza, y por más que deseara quedarse hasta que Alexa le hablara, no podía faltar a ese compromiso.
Lo que Henry no sabía mientras bajaba las escaleras, con la culpa clavada en el pecho, era que del otro lado de la puerta, Alexa estaba escuchándolo atentamente. Desde el momento en que él había llamado suavemente a la puerta, ella se había quedado inmóvil, con el corazón latiéndole con fuerza en los oídos.
Al principio, sus palabras de disculpa le parecieron vacías, como si solo quisiera deshacerse de la culpa. Pero algo en el tono quebrado de su voz hizo que Alexa no pudiera ignorarlo del todo. Cerró los ojos cuando lo escuchó llamarla la mujer más hermosa del mundo, esas palabras que jamás había esperado oír de Henry, su esposo, pero siempre su más acérrimo enemigo.
Una sonrisa, una pequeña pero sincera sonrisa, comenzó a formarse en sus labios. El dolor que había sentido cuando él la había herido antes, con sus crueles comentarios, se fue disipando lentamente, reemplazado por algo nuevo: una mezcla de sorpresa y esperanza.
"¿Realmente me ve así?", pensó Alexa, apoyando su mano en la puerta, sintiendo la madera fría bajo sus dedos. Su corazón, que antes estaba lleno de amargura, comenzó a latir con más rapidez, como si algo dentro de ella hubiera despertado.
Ella no había elegido este matrimonio. Había sido un acuerdo, una trampa en la que ambos habían caído, forzados a estar juntos por las expectativas de sus familias. Desde el principio, su relación había sido una batalla constante, llena de resentimiento, indiferencia y comentarios afilados. Jamás había creído que Henry pudiera verla de otra manera que no fuera como una obligación. Y, por su parte, ella también lo había tratado como un adversario. Pero ahora, escuchándolo al otro lado de la puerta, había algo distinto.
Henry se había marchado, seguramente pensando que sus palabras habían caído en un vacío, pero Alexa se quedó ahí, mirando hacia la puerta, con una pequeña sonrisa aún en sus labios.
"Tal vez", pensó, "pueda intentar ser un poco más amable con él". Después de todo, las circunstancias no iban a cambiar. Ambos estaban atrapados en ese matrimonio, y la frialdad y el odio que se habían profesado solo hacían las cosas más difíciles. Quizás, solo quizás, podrían encontrar una forma de sobrellevar la situación sin hacerse más daño.
Se apartó lentamente de la puerta y se dejó caer en la cama, su mente llena de pensamientos nuevos, algo que no había sentido desde que se habían casado: una pequeña chispa de esperanza.
.
.
.
Henry estaba sentado en su nueva oficina, un espacio elegante con enormes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Frente a él, los informes financieros de la empresa se apilaban como un recordatorio constante de la responsabilidad que ahora recaía sobre sus hombros. La luz de la tarde se filtraba tenuemente en la habitación, creando un ambiente silencioso y concentrado. Sin embargo, a pesar del orden y la serenidad de la oficina, su mente era un caos.
Miró los números en las hojas frente a él. Los gastos de la empresa habían aumentado ligeramente en comparación con el mes pasado. No era una alarma, pero sí algo que requería ajustes. Henry frunció el ceño, calculando mentalmente posibles recortes y reestructuraciones. Se inclinó sobre su escritorio, anotando ideas para un nuevo presupuesto que podría optimizar los costos sin comprometer la calidad.
A medida que escribía, las palabras parecían fluir con facilidad, pero algo lo distraía. Una punzada en la cabeza, como si la culpa estuviera martillando dentro de su cráneo, no lo dejaba concentrarse del todo. Su mano se detuvo sobre el papel, y sus pensamientos lo arrastraron nuevamente hacia la escena de esa mañana.
Alexa llorando.
El recuerdo era insoportable. La imagen de su rostro devastado, sus lágrimas cayendo mientras subía corriendo las escaleras. No podía sacarse de la cabeza cómo sus palabras, pronunciadas sin malicia, la habían destrozado. A pesar de que había intentado disculparse frente a la puerta de su habitación, algo le decía que no había sido suficiente. Era como si cada segundo que pasaba desde ese momento, el vacío entre ambos se ensanchara más y más.
Henry dejó caer la pluma sobre el escritorio y frotó sus sienes. La presión en su cabeza aumentaba con cada pensamiento sobre Alexa. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sin previo aviso, la puerta de su oficina fue abierta.
Henry vio a Nadie entrando con aquel cabello rojo que meneaba de manera exagerada.
—Nadia, te equivocaste de oficina, Víctor es el nuevo vicepresidente y su oficina es la de al lado —murmuró Henry con voz cansada
—Fíjate que no me equivoqué, no vine a ver a Víctor, vine a verte a ti —contestó Nadia tratando de sonar intimidante.
—Lo siento Nadia, eres sin duda una mujer realmente hermosa pero estas comprometida con mi mejor amigo y yo me acabo de casar con tu mejor amiga…. así que no puede haber nada entre nosotros —soltó Henry con un deje de burla, viendo como la cara de Nadia tomaba el mismo color de su cabello. Jungkook tuvo que contener la risa.
Hacer enojar a Nadia era divertido.
—¡Maldita sea Carrington! ¿Cuándo te pondrás serio? Necesito hablar contigo de esto. —Tiró el periódico en el escritorio, donde en primera plana aparecía, las fotos de su matrimonio con Alexa, con el título “La Boda Mas Inesperada Del Año”