2| Me perteneces

1806 Words
Con un agarre fuerte en la cintura de aquella mujer a la que Kath no conocía, Michele la alejó de su cuerpo, para luego volver su rostro hacia Kath cuando dijo: —Esto deber ser una maldita broma. Michele limpió las comisuras de sus labios, su expresión era seria, incluso parecía estar molesto, su respiración sonaba agitada y sus ojos parecían arrojar fuego. Kath arqueó una ceja, durante los segundos que estuvo frente a él, el hombre no dijo una palabra, no hubo una excusa, mucho menos una disculpa. Kath esbozó una sonrisa llena de ironía y dio media vuelta para regresar al interior del salón de fiestas con pasos apresurados. A Kath no le dolía que ese desconocido tuviera una aventura, sin embargo, se sentía humillada, llevaba prometida con Michele Brown desde andes de su nacimiento, jamás se había aparecido frente a ella y justo en su fiesta de cumpleaños, se mostraba con una mujer y la besaba a plena luz del día, en un pasillo donde pudo verlos cualquiera. A juzgar por su acción, él tampoco deseaba ese matrimonio. ¿Por qué se casaba entonces? ¿Era tan grande su compromiso con el mandato de su padre? o simplemente una esposa no era algo que le importara, quizá pretendía seguir llevando una vida libertina como le pareció a Kath. Kath tomó una copa de champagne una vez que se encontró de nuevo en el salón de fiestas, la removió un poco y la bebió por completo, mientras el líquido atravesaba su garganta, por su mente pasó aquella escena de su prometido con otra mujer, no era algo que a Kath le importara de momento, hasta que pensó que quizá eso podía ser una salida. Sin decir una sola palabra a sus padres que conversaban con su abuelo y con Lucian sin la mínima idea de lo que había ocurrido, Kath avanzó hasta su mesa de obsequios, suspiró hondo sintiendo un enorme odio hacia Michele Brown, perdió algo de tiempo revisando los nombres en las tarjetas de cada obsequio, observando las luces tenues que alumbraban el lugar dándole ese toque sofisticado. Kath bebió otra copa, para calmar la ansiedad por gritarle a Michele Brown que se largara, pero de las tantas cosas que le había enseñado su padre, una de ellas era a pensar con la cabeza fría. Kath no ganaría nada mediante absurdos reclamos, solo lograría mermar la paz de sus padres y aun así, esa boda se llevaría a cabo, puesto que Michele era un mafioso y no había nada que Kath pudiese hacer para cambiar su destino. —Es hora de cortar el pastel —expresó la madre de Kath acercándose a ella. «Por supuesto, un pastel» pensó Kath disimulando su enojo por lo sucedido. Kath amplió una sonrisa forzada y caminó hasta la mesa central acompañada de su madre, donde había un enorme pastel con una vela encendida. Los invitados comenzaron a rodear a Kath, los meseros entregaron una copa de champagne a cada persona para que pudieran brindar por la cumpleañera. Pero ella no le prestó atención a ninguno, hasta que Michele Brown, se colocó frente a ella en compañía de su padre. Esta vez Kath se tomó el tiempo de detallarlo, el hombre vestía completamente de n***o, su traje lucía impecable, costoso y estaba hecho a su medida, en persona era incluso más apuesto que en las revistas. Michele iba custodiado por cuatro hombres que se mezclaron entre la multitud para pasar inadvertidos, mientras que Michael James observó a su hija y sin más preámbulo, le presentó oficialmente a su prometido. —Michele tuvo un imprevisto, por esa razón llegó tarde —expresó el padre de Kath, justificando la ausencia de ese hombre, mientras ponía atención a la expresión de su hija al conocer a su prometido. Michael James era un hombre de palabra y le había prometido al antiguo líder de la mafia la mano de su hija, sin embargo, si percibía el más mínimo temor en el rostro de Kath, cancelaría todo y se atendría a las consecuencias. Kath sonrió a su padre y bufó internamente por el absurdo pretexto de su retardo. No mostró miedo, no mostró nerviosismo, simplemente dirigió su mirada hacia arriba para encontrarse con la de él. «El imprevisto estaba dentro de la boca de esa rubia supongo» pensó ella. —Es un placer verte por primera vez luego de tantos años, Katherine—espetó Michele Brown con cinismo, con una voz gruesa y un maldito tono altivo, como si Kath no lo hubiese visto besando a esa rubia. Kath respiró y mantuvo la compostura, mostró una sonrisa a su prometido antes de responderle. —El placer es mío, Michele, después de tanto tiempo, claro está —bramó con ironía. Michele Brown ladeó una sonrisa ante su respuesta, misma que irritó a Kath. —He traído otro presente —avisó el hombre de más de metro noventa y cinco y retiró del interior de su saco una caja alargada que guardaba un collar elegante de oro y colgando de él una piedra preciosa y pequeña, era un rubí. Kath se dio vuelta respirando hondo y retiró su cabello descubriendo su nuca, para que Michele pudiera colocarlo. Este se paró detrás de ella, retiró el broche y le colocó el collar, rozando ligeramente su piel desnuda. Una corriente eléctrica bajó por la espina dorsal de Kath y de inmediato se dio vuelta, nuevamente quedando frente a él. Los orbes grises de Kath miraron fijamente los color esmeralda de ese hombre, sin inmutarse, sin sonrojarse. Simplemente lo observó atenta sin decir una palabra. —¡Feliz cumpleaños! —gritaron los presentes entre aplausos a la festejada, provocando que ambos desviaran sus miradas. Katherine recibió la felicitación de cada uno, abrió algunos de los obsequios y habló durante algunos minutos con varios de los invitados. Michele mientras tanto, se mostró serio, parecía analizar el lugar, al tiempo que la analizaba a ella, los cuatro hombres que le acompañaban estaban alertas ante cada movimiento, mientras cuatro estaban mezclados con los invitados, dos más vigilaban la puerta de entrada, y otros tantos la trasera. Kath logró escapar del bullicio de la gente, caminó hasta el balcón que brindaba una hermosa vista a otro de los grandes jardines y apoyó ambas manos sobre la baranda de concreto para inhalar el aire fresco. —Pensé que jamás te soltarían —esbozó esa voz que había quedado grabada en la mente de Kath desde la llamada a su celular. Kath se dio vuelta y elevó el mentón para poder ver los ojos de Michele Brown, era apuesto, demasiado, con una sutil barba ligera y recortada, de un negr0 intenso como el de su cabello y una mirada gélida. Ese hombre era malditamente hermoso y también un completo cretino. —¿Vienes a disculparte por lo que ocurrió en ese pasillo? —cuestionó Kath mientras Michele seguía manteniendo aquel gesto serio. —no tengo porque disculparme, lo que viste no es lo que parece —mencionó Michele con simpleza, tratando de mantener la compostura, incluso Kath dudó de que ese hombre supiera el significado de la palabra disculpa. —¿Estás diciendo que fui víctima de algún espejismo y que la lengua de esa mujer no estaba dentro de tu boca? —preguntó con ironía. Las fosas nasales de Michele Brown se expandieron igual que un toro furioso. —Me refiero al contexto de ese beso —respondió siendo de inmediato interrumpido por Kath. —Da igual, no tienes que excusarte, se lo que vi y en realidad no me importa —manifestó Kath sin dar una pauta para que se explicara, el ceño de Michele se frunció al escucharla y lo hizo más cuando Kath le dijo que lo que él hiciera no era de su incumbencia. —No hablas en serio —espetó Michele con incredulidad, creyendo que debía estar demasiado dolida para actuar de esa manera, ya que una mujer jamás reaccionaría de esa forma, menos tratándose de su prometido. Kath lo observó sin parpadear, sin balbucear, ella estaba diciendo realmente lo que creía. —Ninguno tiene sentimientos por el otro, la única razón por la cual estamos manteniendo esta conversación es porque estamos cumpliendo con el capricho de tu padre, así que, si decides llevar una vida promiscua durante nuestro matrimonio, no me opondré. Pero a cambio yo seré libre de hacer lo que me plazca y mantendrás a tus mujerzuelas lejos de donde yo esté —manifestó Kath con seguridad, como si no estuviese hablando con el líder de la mafia. Los puños de Michele se apretaron ante las incoherencias que estaba diciendo y por supuesto, no tomó de la mejor manera las palabras de su prometida. —¿Deseas que nos casemos y que cada uno viva por su cuenta? —cuestionó él con ironía y Katherine asintió con la cabeza. —Lo que dices no suena mal —espetó el hombre dando un paso hacia Kath, no estaba siquiera pensando en la posibilidad de que aquello sucediera, simplemente se divertía con los disparates de su prometida—, una esposa que se haga de la vista gorda mientras disfruto de la compañía de diferentes mujeres —agregó dando un paso más, pensando en lo ridículo que sonaba eso, al tiempo que la arrinconaba contra la gruesa baranda de concreto de ese balcón y colocaba ambas manos a sus costados, pensando incluso que Kath se había vuelto loca. Katherine sintió el cuerpo de Michele tan cerca, aspiró el delicioso aroma de su colonia, era un hombre demasiado grande en comparación con ella, muy grande e imponente, Michele se inclinó ligeramente ante la pequeña mujer que estaba diciendo incoherencias. Kath no se retractó de sus palabras, en cambio afirmó cada una de ellas. Para ella no sonaba descabellado, dejar que el otro hiciera lo que le viniera en gana era mejor que ser infelices con ese matrimonio acordado. Michele sonrió de lado, él era un hombre territorial, posesivo, uno que velaba por lo suyo y para él, Kath James era suya, lo era desde que su padre le impuso ese matrimonio. Michele Brown soltó una pequeña risa burlona, Kath había expuesto su punto, había sugerido una especie de acuerdo entre ambos donde no existiera una relación marital. Cualquiera diría que todo sonaba demasiado tentador, aunque para Michele no era asi. —Pero te estas olvidando de un pequeño detalle, Kath —expresó Michele retirando una mano de la baranda, sujetando su mandíbula, sin ejercer presión, únicamente quería que lo viera a los ojos. Michele acercó su rostro tan cerca del suyo que Kath pudo sentir su respiración mezclarse con la suya. Sintió su sangre hervir ante su cercanía, una especie de ira contenida mezclada con otra cosa que no sabía exactamente que era. —Tú, me perteneces.
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