La brisa de la mañana del veintiséis de mayo entró por la ventana, la habitación situada en el tercer piso de la mansión James estaba completamente iluminada por los rayos de sol que ingresaban indiscriminadamente.
María llamó a la puerta de la joven Katherine James y al escuchar su voz pausada y somnolienta brindándole acceso, caminó hasta el interior de la habitación con grandes muros en tonos color crema y costosos muebles.
—He traído estos vestidos para que elija cual usará hoy —dijo la empleada, llevando en sus manos una selección de vestidos de alta costura, cada uno más deslumbrante que el anterior.
Los ojos grises de Katherine se mantuvieron fijos en la luz matutina, los rayos de sol comenzaban a atravesar las cortinas de seda. Katherine miró desde su cama las pequeñas partículas de polvo que flotaban en la luz, a causa de los rayos que atravesaban el aire.
Sus cabellos largos tan negr0s como la noche, se encontraban extendidos sobre la almohada, Katherine frotó sus parpados con sus palmas tratando de despejarse.
—Feliz cumpleaños, señorita James —mencionó María con una sonrisa, ese día era el cumpleaños número veintitrés de Katherine.
Katherine dirigió su mirada a la de María, suspiró hondo y seguido de eso se apoyó con sus codos en los almohadones de su cama. Eran más de las diez, había despertado tarde esa mañana, luego de pasar la mayor parte de la noche con insomnio.
Sus ojos recorrieron la selección de vestidos que había elegido días antes a través de un catálogo, y su madre los había enviado a su habitación en cuanto llegaron, eran hermosos, sin embargo, Katherine no se veía tan interesada.
—Gracias María —respondió sin ápice de entusiasmo, caminando con sus pies descalzos y portando un camisón de seda hacía el tocador—. Deja los vestidos sobré el sofá, los veré más tarde —espetó con simpleza. A Katherine le gustaba festejar su cumpleaños, no obstante, ese era diferente, Katherine no solo celebraría en un gran salón con su familia, también conocería al fin al hombre con el cual su padre la prometió en matrimonio desde antes de que ella naciera.
Katherine tomó una ducha con calma, al terminar secó su cuerpo y se colocó una bata, regresó a la habitación y comenzó a retirar la toalla que envolvía sus largos cabellos, haló la silla frente al tocador y comenzó a peinarlos.
—Debes desayunar algo, o te dolerá la cabeza más tarde —espetó Kristen James, la madre de Katherine al ingresar a la habitación.
Kristen se colocó justo detrás de su hija, le retiró el cepillo de la mano y comenzó a peinar su larga melena tan larga y negra como la de ella.
—¿Has elegido un vestido? —preguntó Kristen observando con sus ojos verdes a su hija a través del espejo. Katherine respiró hondo y dirigió su mirada a la de su madre.
—No creo que un vestido cambie la decisión de Michele Brown de mantener ese compromiso —respondió Katherine.
Para los James era sabido que Michele Brown era un hombre rico y poderoso, un despiadado CEO y en los bajos mundos un mafioso, Katherine lo conocía, lo había visto en incontables revistas de economía, como seguramente él la conocía a ella, sin embargo, la única ocasión que estuvo de pie frente a él, fue muchos años atrás, cuando Katherine tenía cinco.
Michele Brown no se había tomado la molestia de visitar a su prometida en todo ese tiempo y para Katherine fue mejor que no lo hiciera, ninguno tenía sentimientos por el otro, ninguno parecía ser importante para él otro, sin embargo, pese a jamás mostrarse interesado en la joven, Michele Brown nunca desistió del compromiso que fue ideado por su padre.
Kristen sonrió a su hija, pues su expresión al recitar esas palabras, pues no mostraba angustia, tampoco sentía temor por ese hombre. Katherine no se portaba como una pobre victima que tenía que pagar con su libertad una deuda de sus padres.
El tono que usó Katherine fue irónico, si pudiera elegir otro destino para sí misma, lo haría, pero como cambiarlo era algo que no estaba en sus manos, toda su vida se hizo a la idea de convertirse en la esposa de Michele Brown.
Kristen continuó peinando el cabello largo de su hija, al tiempo que ambas hablaban de su futuro esposo, no era un secreto que Michele era un hombre apuesto, su piel bronceada y el cabello tan n***o como la noche y esa mirada profunda de un verde esmeralda, lo volvían alguien enigmático y su hija era hermosa, con un carácter fuerte, no era una mansa oveja a la que enviarían a la boca del lobo.
—Espero que estén listas a tiempo —espetó una vos gruesa desde la puerta, irrumpiendo el momento.
Kristen esbozó una sonrisa viendo desde el espejo el reflejo de Michel James. El hombre de más de cincuenta y cinco años lucia un elegante traje gris como el color de sus ojos, su aspecto era impecable y su porte seguía siendo tan imponente como cuando era más joven.
—Por supuesto —avisó Katherine a su padre, cuando él y Kristen abandonaron la habitación, pidió a María que le subieran el desayuno para luego tomar un vestido color perla con unas sandalias a juego.
El celular de Katherine sonó antes de que ella comenzara a vestirse, Katherine frunció el ceño al notar que la llamada provenía de un numero privado y lo pensó un poco antes de responder, pero al final lo hizo.
—Diga —espetó Katherine a quien fuese que estuviera del otro lado de la línea y esperó unos segundos a que la otra persona respondiera.
—En el futuro evita responder llamadas de números que no conoces —espetó una voz grave, demandante, que hizo los vellos de la nuca de Katherine erizarse.
—¿Quién es? — preguntó con enfado tratando de reconocer aquella voz, pero por más que lo pensó, no la había escuchado antes.
—Llamé para confirmar mi presencia esta tarde en tu fiesta de cumpleaños —declaró el hombre sin responder a su pregunta, aunque Katherine de inmediato supo de quien se trataba, ese voz arrogante e impaciente y el tono demandante, solo podían pertenecer a una persona.
—Michele Brown —soltó Katherine y solo escuchó una ligera risa irónica del otro lado. Por primera vez en toda su vida recibía una llamada de ese hombre, quizá eso fue lo que hizo a Katherine presionar con su mano el aparato en su oído y su piel estremecerse. Aun sin verlo podía imaginar la expresión divertida de su prometido ante el asombro de ella y eso la hizo enfadar.
—Espero que te guste mi obsequio —agregó el hombre agregando mucho más misterio, aunque cada año Katherine recibía un presente de su parte en su cumpleaños.
—Te estaré esperando —respondió Katherine antes de colgar la llamada, para luego ser interrumpida por María, la muchacha avisaba que en patio principal había un lujoso auto que su prometido había enviado como regalo de cumpleaños.
Katherine no se inmutó, pero si presionó sus dientes, aquello no parecía un simple gesto de cortesía que un millonario hacía a su prometida, cada obsequio de Michele Brown era solo una forma de gritar que estaba al tanto de cada paso que ella daba, que la tenía vigilada.
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horas más tarde
Katherine llegó al salón donde se llevaría a cabo el evento, ya eran más de las tres de la tarde cuando los invitados comenzaron a llegar, al igual que el abuelo de Katherine y su segunda esposa Amanda, que era veinte años más joven que el hombre de más de sesenta.
El salón contaba con decoraciones en tonos plateados y blancos, los meseros caminaban con charolas repletas de copas de champagne y otros tantos con charolas de aperitivos.
La música en vivo creaba una sinfonía armoniosa, cada persona que ingresaba de inmediato comenzaba a disfrutar del ambiente al igual que de la exquisita comida.
Entre ellos un apuesto hombre con un traje de diseñador color azul, su cabello rubio peinado perfectamente hacia atrás y una mirada intensa del mismo color de su atuendo.
—Lucian —saludó Katherine. Lucian Blake era su tío, hijo de su abuelo y Amanda.
Lucian era tan solo tres años mayor que Katherine y en lugar de parecer su tío, era más bien como un hermano mayor. Lucian era un hombre serio y sumamente apuesto, él había quedado al frente de la empresa que anteriormente compartía el abuelo de Katherine con su padre.
Lucian se acercó a Katherine y le entregó una bolsa de papel con un listón, dentro contenía un obsequio, para luego acercarse a darle un fraternal abrazo.
—Felices veintitrés Kath—dijo Lucian con una voz grave, usando el diminutivo con el que las personas cercanas solían llamarla. Lucian era un hombre muy protector con Katherine, aunque sabía que eso se terminaría el día que ella se casara con ese hombre.
—Pensé que no vendrías —Mencionó Kath a su tío, no era un hombre que disfrutara del bullicio. Era centrado, podía pasar horas detrás de una computadora, pero no dentro de una fiesta.
—No podía perderme tu cumpleaños —respondió con sequedad, así era Lucian, a él no le encantaba mostrar tanto afecto.
Kath lo abrazó sin importarle que Lucian no disfrutara tanto de los abrazos y después ambos caminaron por una copa de champagne.
Katherine bebió de su champagne y habló con sus invitados. Con cada persona que ingresaba por las grandes puertas de madera, el corazón de Kath se aceleraba esperando verlo a él, a ese hombre que el destino le había impuesto como prometió. Sin embargo, cada vez su aberración por el sujeto incrementaba, cuando su retraso se hacía más grande con el pasar de los minutos.
Katherine terminó el champagne en su copa, observó el reloj y se percató de que casi eran las siente de la tarde y Michele Brown aun no llegaba. Kath no deseaba verlo, pero le parecía humillante que el hombre se atreviera a llamarle para confirmar su asistencia y no se dignara a avisar que llegaría tarde, o que no llegaría.
Kath resopló y decidió salir a tomar aire fresco, quizá lo mejor sería que igual que cada año no viera a Michele Brown en su vida, así no arruinaría el resto de la celebración con su sola presencia.
Luego de sonreír a sus invitados, Kath desfiló por el pasillo que llevaba al enorme jardín trasero para para respirar aire fresco y no sentir que se ahogaba dentro de esa fiesta.
Kath caminó entre los pilares altos de concreto que daban una vista hermosa al área verde. Observaba las baldosas que resonaban con su pisar con cada paso, cuando elevó al fin su mirada y detuvo su andar ante una escena desagradable.
Una mujer rubia se encontraba con las manos aferradas al cuello de un hombre alto con fuertes brazos y este parecía sujetarla con ambas manos por la cintura, se encontraban en medio de un beso intenso, apasionado desde los ojos de Kath. Ese era Michele Brown, el hombre con quien debía casarse.