Lucian sabía muy poco de la mujer que estaba de rodillas ante él, segura de brindarle placer con sus labios, lo único que sabía era que se llamaba Gia, que era joven hermosa cubierta de tatuajes y que su boca era deliciosa. Lucian tiró su cabeza hacia atrás disfrutando del placer de los labios de la joven con ojos celeste, sin apartar sus dedos de sus cabellos azabache le embistió la boca y las venas de su cuello se marcaron ante la sensualidad con la que salivó mientras recibía su falo duro una vez tras otra. La mano de Lucian se sintió grande en la cabeza de Gia, pero más grande era su longitud que invadía hasta su garganta con movimientos brutales al enterrarse entre sus lindos labios. —No eres una niña buena, Gia —espetó Lucian con la voz ronca a causa del placer que experimentaba.