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La corbata negra con líneas diagonales en tono marino que portaba Lucian esa noche, fue manchada con el vino tinto que se derramó de la copa que la joven con antifaz dorado sostenía en su mano. Lucian la observó, era una de sus favoritas y estaba arruinada.
—Creo que tú me debes una corbata —espetó Lucian ladeando su rostro, relamiendo sus labios. Aquel rostro serio que mostraba a sus socios, colegas e incluso a su familia, cambió por un tono coqueto y una voz más sensual al mirar a la joven frente a él como una deliciosa presa—, pero igual te invitaré un trago —agregó al percatarse de la pulsera roja que portaba en su muñeca izquierda, significaba que ella era un m¡embro activo de ese club, lo cual le venía bien, porque no estaba ahí para perder su tiempo con una espectadora.
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