Observando desde el balcón como Michele se alejaba escoltado por los hombres que lo acompañaban, Kath soltó un suspiro, ese primer encuentro entre ambos había sido intenso.
Kath tocó con sus dedos su mandíbula, recordando la forma tan posesiva en la que Michele tocó su rostro y la cercanía de su cuerpo con el de ella.
—¿Te quedaras aquí el resto de la noche? —preguntó su madre y ella negó. Kath caminó hacia el interior del salón de fiesta luego de dar un ultimo vistazo por el balcón. La noche pintaba más oscura y varios de los invitados comenzaron a retirarse, mientras otros tantos charlaban animadamente antes de despedirse.
Kath observó en las mesas los restos de la celebración, platos vacíos que alguna vez estuvieron llenos de deliciosos bocadillos, copas medio vacías y servilletas arrugadas. El suelo cubierto de confeti y todo el personal del salón comenzando a limpiar para devolverle al lugar su estado original.
Kath esbozó una pequeña sonrisa porque después de todo esa noche no había sido desagradable del todo, ahora conocía un poco más sobre ese hombre con quien compartiría su vida y no sabía que pensar de él al respecto.
El abuelo de Katherine se despidió, al igual que su esposa Amanda y su hijo Lucian. Estos se retiraron sintiéndose más tranquilos porque sorpresivamente Michele se había portado a la altura de la celebración, había llevado costosos obsequios a su prometida y se había portado como todo un caballero.
Michael James también sintió un poco de tranquilidad, pues él siempre creyó que estando con un Brown, por más irónico que pareciera, su hija estaría en las mejores manos, aunque Michele fuese un villano.
Al llegar a la mansión James, Kath subió a su habitación, se retiró las prendas que llevaba puestas y se colocó un camisón de seda para dormir, se observó en el espejo con algo de cansancio por el exhaustivo día y notó esa joya adornando su cuello, la misma que Michele le había colocado.
Kath tocó la delgada cadena de oro inclinando su cabeza hacía un lado para apreciarla mejor, se veía elegante y costosa, el rubí que colgaba de ella tenía forma de corazón, era pequeño y hermoso , sin duda el hombre tenía buen gusto. Kath buscó el broche que la mantenía en su cuello para retirársela y para su sorpresa no pudo abrirlo, el pequeño rectángulo parecía ser más una pequeña cerradura que un broche. Luego de varios intentos inútiles por quitarla de su cuello, Kath se dio por vencida y decidió dejársela puesta. Para ir a su cama y dormir durante toda la noche.
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Los días transcurrieron con naturalidad, Kath no recibió una nueva llamada de su prometido esos días, pero era consciente de que él enviaría a uno de sus hombres a buscarla y así ocurrió la mañana del sábado.
Kath terminó su desayuno en su habitación y luego observó desde su ventana la camioneta negra con los cristales polarizados aparcada en el enorme patio de la mansión James, su corazón se agitó un poco, pero mantuvo la compostura y comenzó a vestirse.
Con un vestido de mangas cortas color durazno y unos tacones altos, salió hasta la camioneta donde aguardaba por ella un tipo grande con piel bronceada y gafas oscuras. El hombre no tenía pinta de chofer, era más como un capo intimidante.
—Mi nombre es Antonio la llevaré con el señor Brown —saludó el hombre con seriedad a Katherine y ella respondió de la misma forma. Sin que ninguno de los dos cruzara palabra en el trayecto, Kath observó por la ventanilla trasera del auto mientras este la llevaba a una boutique de alta costura.
Kath enderezó su espalda cuando la camioneta se detuvo en la boutique, afuera de ella se encontraba otra camioneta igual, pero a diferencia de la de ella, esa era custodiada por un auto.
Kath acomodó su cabelló y alisó la falda de su vestido que no alcanzaba a cubrir sus rodillas y observó como de aquella camioneta salía Michele, con su atuendo n***o y mirada imponente.
Michele ajustó las solapas de su traje, no dijo nada, pero recorrió a Kath con la mirada, luego esbozó una sonrisa al percatarse del collar que le había obsequiado en su cuello, él sabía perfectamente que no se lo podría retirar —Me gusta el rojo —manifestó después haciendo alusión al color de los labios de Kath. Michele inclinó su rostro bastante cerca de su oído y le indicó que ingresaran a la tienda.
Kath pasó saliva, aunque aún no tenía sentimientos por él, era difícil no reaccionar ante su cercanía. Kath frunció el ceño y caminó hasta el interior de la boutique y percatándose de inmediato de que ahí dentro no había nadie a demás de ellos y por supuesto, todos los empleados de la tienda, Michele la había cerrado para ella.
—Elije el que más te guste —dijo Michele con un tono autosuficiente y pronto las empleadas comenzaron a tomar algunos vestidos para mostrárselos a su prometida.
—No comprendo para que haces todo esto, pudiste solo elegir el que más te guste y enviarlo a mi domicilio —soltó Kath señalando los vestidos a su alrededor. Michele la observó sin mostrar alguna expresión, si se tratase de alguna otra persona, jamás habría pasado por alto ese tono altanero que había utilizado al hablarle, no obstante, lo dejó pasar, tomó asiento en un sofá de cuero marrón y tomó la copa de champagne que le extendió una de las empleadas.
—Tu padre pidió que nos conozcamos antes de la boda y dado que ese evento se llevará a cabo en tres meses, no hay mucho tiempo para eso, elige un vestido —espetó Michele dando un trago a su bebida. Su mirada era amenazante, el hombre no parecía disponer de mucha paciencia.
Kath exhaló presionando su mandíbula y caminó por la tienda, comenzando a elegir un par de vestidos al azar mientras sentía en su espalda la mirada de Michele siguiendo cada paso.
Al fin eligió un vestido n***o, con un escote sutil, pero de un tela fina que haría lucir su hermosa figura.
—¿Qué te parece este? —preguntó a Michele para cortar el silencio incomodo que comenzaba a sentir cuando lo único que él hacía era mirarla.
Michele observó la tela, abriendo y le pidió que se lo pusiera, era difícil dar una opinión sin ver el vestido sobre su cuerpo. Kath rodó los ojos y caminó hasta el vestidor, se retiró lentamente el vestido durazno y su corpiño, también conservó los tacones rojos.
Kath observó su figura frente al espejo, el vestido era lindo, el escote dejaba al descubierto la línea que se dibujaba entre sus senos, era revelador pero muy bello.
—¿Y bien? —dijo ella al salir del probador y colocarse frente a Michele. Los ojos verdes de este siguieron detalladamente su figura, Kath notó de inmediato su mirada lasciva sobre ella, misma que hizo que los vellos de su nuca se erizaran.
Michel separó un poco sus labios, dirigió su mirada hasta sus pechos y carraspeó su garganta.
—Es nuestro compromiso, no un velorio, elige uno que no sea n***o —espetó Michele con un tono demandante y cambiando su expresión lasciva por una mucho más seria.
—¿En serio? Yo creo que es como mi ingreso a prisión, debería elegir uno naranja —replicó con una sonrisa. —Si pensaras en lo que te dije, ambos podríamos ahorrarnos un momento como este —manifestó Kath con seguridad. Michele se puso de pie y se acercó a ella. —¿Aun crees que puedes hacerme cambiar de opinión? —preguntó Michele, esta vez parecía molesto. —Yo no deseo casarme y creo que tú tampoco ¿Dime que quieres a cambio de romper este compromiso? —preguntó Kath antes de fruncir el ceño y regresar al probador.
Kath pensó que Michele pudo decirle que no quería verla de n***o antes de que se pusiera el vestido, para ella el color era perfecto, pues lo sentía más como un velorio, el de ella por supuesto. También pensó que podía hacerlo enfadar e ir vestida de n***o, pero eso no cambiaría su destino, el hombre parecía empeñado en cumplir con lo que había dictado su padre. Michele era un hommbre dificil de leer, uno que parecía no rendirle cuentas a nadie y a pesar de parecer estar tan forzado como ella a ese compromiso, por momentos parecía todo lo contrario.
Katherine observó una vez más su aspecto frente al espejo en el probador, sin poder creer que estaba en esa tienda, con ese tipo nefasto al que no conocía eligiendo su atuendo para la prisión que se sería su vida.
Cuando Kath comenzó a bajar los tirantes delgados de la prenda para quitarlo de su cuerpo, observó en el espejo un reflejo además del suyo, era Michele quien estaba detrás de ella.
Sus miradas se encontraron a través del espejo, nuevamente sus ojos color esmeralda la veían con lujuria, Kath pudo molestarse, decirle que no debía estar ahí, pero no podía negar que esa mirada la encendía. «¿Se puede detestar y desear al mismo tiempo a alguien?» se preguntó mentalmente, porque eso era exactamente lo que sentía en ese momento, deseo, mismo que podía ver reflejado en la mirada penetrante de Michele.
—¿Qué se supone que haces? —preguntó Kath luego de pasar saliva, mostrando su desconcierto ante las heridas que aún lograba ver en su mano, ella aún no sabía que había pasado, él no respondió lo que había ocurrido el día de su cumpleaños, pero la piel de sus nudillos aún estaba visiblemente lastimada. —Conociendo a mi prometida, tal como lo pidió su padre —inquirió ladeando una sonrisa.
Michele se acercó a Kath permaneciendo a su espalda y con lentitud comenzó a recorrer su brazo derecho, con un sutil roce de sus dedos. Desde su posición pudo observar sus pezones erectarse, entonces Michele colocó su mano sobre el abdomen de Kath y la pego con brusquedad a su cuerpo.
Una brisa fría recorrió la espina dorsal de Kath al sentir la dureza de su pene en su espalda, entonces quiso apartarse, pero él le dio vuelta de inmediato y la pegó a uno de los muros de aquel probador. Ambos fijaron su mirada en el otro, la cercanía era tanta que compartían el mismo oxígeno, uno que comenzaba a sofocar todo el lugar. Michele inclinó su rostro hasta colocarlo frente al de ella, su mano sujetó con fuerza su cintura y cuando sus labios iban a besarla, el sonoro impacto en su mejilla lo hizo detenerse.
Kath acababa de golpearlo.