Los señores Vidal invitaron a Alba a cenar, pero no aceptaron su negativa. La joven no tuvo más remedio que acceder, respiró aliviada al observar que a pesar de la opulencia en la que vivían, eran personas sencillas que compartían momentos con sus hijos. Santiago le tenía mucha confianza a su padre y una gran admiración a su madre. En la cena conversaron de varios temas, como de política que era el preferido del señor Vidal, de las costumbres de ambos países, del turismo, de la gastronomía. —Yo nunca he probado una arepa venezolana, me han dicho que son deliciosas —mencionó Diana. —Sí señora son las mejores de Sudamérica. —¿Y tú las sabes preparar? —Sí claro, es una elaboración sencilla. —Un día de estos debes volver a esta casa y enseñarme. Alba sonrió. —Con gusto, señora —contes