Dulce matrimonio (5)

2240 Words
Audrey Villon era muy hombre muy tranquilo, de cabello oscuro ligeramente crecido y que cubría sus ojos de forma rebelde, sus cejas eran muy tupidas y a primera vista, Elena asumió que todo el tiempo que ese hombre pasaba frente al espejo lo ocupaba peinando su bigote, porque tenía un aspecto muy prolijo. – Necesito que investigue a una mujer, tengo su nombre y una dirección tentativa. Escarbó en su mente, pero jamás dio con la dirección exacta, quince años eran mucho tiempo y muchas partes del sueño aparecían poco antes de que viviera el momento, era imposible recordarlo todo. – Es esta – entregó la hoja con el nombre de Amelia. Audrey tomó la hoja – ¿alguna petición especial o consideración respecto a esta mujer? Elena dudó – tengo la sospecha de que será asesinada. La hoja casi resbaló de los dedos del señor Villon al escuchar la confesión. – Cuando la encuentre, necesito que contrate a alguien para que la proteja sin que ella se entere. – Me ocuparé de eso – guardó el trozo de papel en su bolsillo. Fuera de la habitación Alicia escuchó algunas frases extrañas, por desgracia, por más que pegó su oído a la puerta, no pudo desentrañar el significado y antes de que pudiera apartarse, la puerta fue abierta y ella se empujó hacia atrás. El señor Villon volteó a verla con desdén y se despidió, poco después Elena se asomó y miró a Alicia Turner, la jovencita de catorce años con cabello ondulado que una década más adelante sería la fiel seguidora de Erika. – El apuesto visitante, ¿volverá a venir?, señora – preguntó Alicia. – ¿Era apuesto? Alicia se forzó a sonreír – mucho, ¿la señora no lo notó? No lo hizo, lo miró muy poco y su apariencia le resultó muy común, sin mencionar que gran parte de su atención fue sobre el bigote, era difícil tener una idea concisa de un hombre cuando se miraba un solo rasgo del rostro – debe ser porque eres muy joven y soltera, cuando te casas todos los hombres del mundo dejan de resultarte atractivos, solo tienes ojos para tu esposo. Alicia frunció el ceño y la miró como si hubiera enloquecido, sí tal cosa fuera cierta, no existiría la palabra, ¡infidelidad! – Dile a Dorian que venga – dijo Elena y volvió a entrar al estudio. – Sí, señora – respondió Alicia de mala gana, no le gustaba que la nueva esposa se apropiara del estudio, pero no podía hacer mucho, Elena Hamilton era, le gustará o no, la esposa del señor Johansen. El mayordomo Dorian Price entró al estudio con las manos en la espalda. – Quiero que vayas al mercado y busques a un hombre que vende cremas en botellas de porcelana, necesito que compres una crema de fresa de uso nocturno, diez frascos. – Sí, señora. Tocó su mejilla y pellizcó, todo el tiempo escuchó que la belleza estaba en la juventud, pero ella jamás fue hermosa ni siquiera en su infancia, fue hasta después de los treinta que descubrió que tal cosa era mentira y que la belleza no dependía de la juventud, sino del dinero, porque era el que pagaba las cremas, perfumes, maquillajes, aceites y tratamientos necesarios para fabricar lo que el mundo llamaba, ¡belleza natural! Suspiró, era una pena que lo hubiera descubierto tan tarde en su vida, de haberlo hecho antes habría podido disfrutarlo. Esa misma tarde miró las botellas con diseños de diferentes flores y sonrió felizmente, solo faltaba una cosa – Dorian. – Diga, señora. – Consígueme un gramófono. En sus sueños uno de los invitados a una fiesta colocó un disco y ella tembló, recién convertida en una noble actuaba como una chica de campo y le costó mucho acostumbrarse, pero con esfuerzo encontró su propia rutina y un lugar en las mesas que estaban reservadas para los hombres, y entre todas las rutinas había una muy especial. Cortinas cerradas, luces encendidas y música mientras llenaba su rostro, manos y dedos con la colección de cremas que recientemente había adquirido. Sus hombros se movían, lo único que le faltaba para que esa escena fuera perfecta era Pamela y una botella de vino. Miró su rostro cubierto de crema blanca con el cabello lleno de moños para ondularlo, algodones en sus dedos y decidió que disfrutaría al máximo cada día sin su marido. ***** Por desgracia, ese maravilloso tiempo no fue eterno y dos semanas después Cristián Johansen volvió a la mansión. Elena salió para darle la bienvenida y él no tardó en abrazarla y darle un beso que presionaba sus labios con un ligero sonido atronador. – Bienvenido a casa, señor. – Ya es tiempo de que me llames por mi nombre, será más fácil en la fiesta. – ¿Qué fiesta? – fingió ignorancia. – Algo sencillo, unos amigos me invitaron a una reunión, quieren conocerte. Una punzada atravesó su pecho – le agradezco que me considere, pero, ¿cree que es apropiado? Cristián se quitó el saco para dárselo a ella junto con el sombrero y ella los llevó a su lugar como si lo hubiera hecho mil veces, después ordenó que trajeran una bebida caliente y se sentó frente a él. – Mis amigos también son mis socios de negocios, los conocerás tarde o temprano y este fin de semana es el aniversario de bodas de Brook, es el momento perfecto. Brandon Brooks, Elena lo recordaba como el hombre que le fue infiel a una de sus mejores amigas y solo eso, nunca llamó su atención. – Ve a comprarte un vestido nuevo para la fiesta. – Tengo varios vestidos, uno servirá, no quiero gastar demasiado. Cristián despegó la vista de su té para mirarla – no es una discusión, comprarás un vestido nuevo, es una reunión importante y si no llevas algo apropiado me molestaré – le dijo y al instante le pareció que fue demasiado brusco y tomó su mano – tengo suerte de tener una esposa que cuida mi dinero, pero no hace falta, tengo suficiente para mantenerte por el resto de tus días – le dio un beso en la mano. Elena sonrió, lo cierto era que cada centavo gastado le dolía profundamente, sí no era necesario, todos los gastos podrían ahorrarse y respecto a ese vestido, tendría que cuidarlo – lo haré, muchas gracias. – Y debes llamarme por mi nombre – insistió y de pronto se dio cuenta del verdadero problema – sobre mi viaje fue un imprevisto, no esperaba que mi madre enfermara cuando acabábamos de regresar – se inclinó hacia ella y tomó su mano – esta noche me quedaré en tu habitación. – ¡Tan pronto! – pensó. En sus sueños Elena recordaba que su noche de bodas se retrasó hasta después de mudarse a la villa, ocurrió que, entre las deudas, los problemas y la bebida, Cristián se equivocó de habitación y pasó. Que sucediera antes no le causó felicidad – lo esperaré. Después de saber que era infértil, sufrió un profundo shock emocional y casi inició un incendio forestal en una de sus escenas menos dignas, y muchos años después llegó a la conclusión de que no haber tenido hijos fue algo bueno. Un niño o una niña creciendo a la par de Erika y descubriendo que jamás tendría el amor de su padre por haber sido hijo de la esposa y no de la amante, Elena no deseaba un destino tan cruel para aquel hijo que vivió por tantos años en su imaginación. Por la noche Alicia y Greta la ayudaron a ponerse un camisón de seda en un tono azulado y esperó en la habitación hasta que escuchó el sonido de la puerta abriéndose. En sus sueños todo era rápido y tenía fe en que así sería, esperó sentada sobre la cama mientras Cristián se quitaba la ropa, se sentaba a su lado y presionaba sus labios de una forma que jamás le gustó, se acomodó sobre la almohada, sintió las manos frías que la recorrían y súbitamente, la sensación de ser apuñalada. Su rostro buscó un punto distante como hacía en sus sueños y esperó – terminará pronto – le dijeron sus pensamientos y en medio del dolor, le pareció que ¡pronto!, estaba muy distante. El peso de Cristián presionó su pecho y una lágrima rodó por su mejilla, el ardor hizo que sus manos se aferraran a las sábanas y al notar que el ritmo aumentaba, tuvo el consuelo de que pronto terminaría. Tal y como sucedía en sus sueños, sin aviso, con un doloroso empuje y un gemido sobre su oreja, del otro lado de la cama Cristián se recostó para dormir y ella recogió las piernas con una herida que se sentía en su cuerpo y palpitaba en su alma. Muy pronto la habitación se llenó con ronquidos y Elena pensó que las parejas debían estar muy decididas a tener hijos porque solo así justificaba que quisieran pasar por esa dolorosa experiencia. Dos días después todavía tenía esa sensación incomoda, como si una parte de su cuerpo tuviera heridas que no terminaban de sanar y el dolor la atormentaba sin importar si estaba de pie, sentada o recostada, para el tercer día se sintió mejor y pudo usar el vestido verde que preparó para la reunión. Salieron de la mansión por la tarde a una hora en la que el día terminaba y llegaron a la casa de Brandon Brooks completamente iluminada y con música estridente que se escuchaba desde antes que la puerta se abriera. En la entrada se quitaron los abrigos y Elena sintió frío en los hombros. – ¡Y aquí llega!, el recién casado – anunció Brandon Brooks al igual que hizo en los sueños de Elena y abrazó a Cristián con una mano para no soltar su copa con la otra – déjame verla, ¡ah!, tan joven y tan hermosa, ahora entiendo por qué desapareciste, fue por esta belleza – dijo en voz alta y tomó la mano de Elena para besarla – señorita, se llevó a uno de mis mejores amigos. Elena sonrió. – Pasen, Lexie, ven aquí. Lexie Lowe apareció en escena, la mujer que en algunos años sería llamada ¡Madam Lowe!, lucía joven, hermosa y encantadora – ven, te estábamos esperando – le dijo y atrapó su brazo – te presentaré con todos y te diré a quienes tienes que conocer y de quienes debes cuidarte, bromeo, ¡aquí nadie muerde!, a menos que te guste. Elena sonrió y miró hacia atrás a su esposo que se alejaba hacia una mesa con botellas de licor y humo de tabaco. – Cariño, ¿qué te dijo Cristián sobre esta reunión? – Fiesta de aniversario. Lexie sonrió – claro, eso es lo que es – le pellizcó la mejilla – confía en mí, no te dejaré sola – miró a su izquierda y llamó a una mujer – Keira, te presento a la esposa de Cristián. – Él idiota se casó – habló después de retirar el cigarro de sus labios y miró a Elena de arriba abajo – niña, ¿qué reino destruiste en tu vida pasada? Lexie le golpeó el hombro – no la asustes. Y en respuesta Keira fingió morder la oreja de Lexie antes de volver a fumar – ¿la llevarán abajo? Lexie negó con la cabeza – Elena está aquí para divertirse, ella viene del campo, es su primera vez en la ciudad, Elena, ella es Keira Henderson, es una pintora. – Incomprendida, ¡tienes que agregar esa palabra! Elena sonrió al recordar esa escena y repitió la misma pregunta que hizo en sus sueños – ¿qué significa incomprendida? – ¡Qué no me pagan!, cariño. Sonrió felizmente y soltó el brazo de Lexie, la madam en cuyo sótano fundó una sociedad de espiritismo y tomó la mano de Keira, la futura falsificadora de arte – es un placer, me encantaría ver sus obras. Las risas y bromas era lo que más se escuchaba, nadie bailaba, se reunían en los sillones, tomaban o fumaban y hablaban, y al unirse su pase de entrada fue una historia. – Nos conocimos en un baile, era la primera vez que mi hermana me acompañaba y estaba ocupada cuidándola, de pronto di la vuelta y choqué con Cristián, él me invitó a bailar – sonrió fingiendo recordar un momento maravilloso – pasamos toda la noche hablando, no recuerdo el tema, solo sé, que hablar con él fue lo más sencillo que había hecho en toda mi vida. Su aceptación en el círculo fue inmediata, todas las mujeres tomaron turnos para contar sus historias y ella prestó toda la atención posible. Las conversaciones entre copas eran muy importantes, sin saberlo, las mujeres soltaban información sobre sus esposos, un viaje inesperado se traducía en una inversión en el extranjero, una joya nueva era símbolo de opulencia por una buena fortuna o de desesperación tras un gran fracaso, todo estaba entre líneas, la cuestión era interpretarlo. Su mirada giró hacia la ventana para ver a su esposo y lo supo, la razón por la cual se había vuelto a casar con ese bastardo infiel y mentiroso, porque la futura lady Elena Hamilton, condesa de Varem, amaba el dinero – llegará el día Cristián Johansen – pensó mientras bebía – en el que lamentarás haberme engañado.
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