Hacía falta mirar muy de cerca, pero cuando lo hacía, todos los pequeños detalles saltaban a la vista. Las fracturas en las paredes, las superficies empolvadas, las filtraciones de agua en el techo, las marcas en el tapiz y el desgaste natural que carcomía la villa de la misma forma en que la enfermedad consumió los pulmones del conde. En su sueño, Elena pasó mucho tiempo mirando todas las pequeñas imperfecciones hasta que las memorizó, pero jamás dejó de llamar a ese lugar, ¡hogar! – Volví a casa – le dijo a la mansión. Cristián se aclaró la garganta para atraer su atención y le ofreció su mano – no tienes que quedarte aquí, hay una habitación arriba para que descanses. Elena aceptó su ofrecimiento y lo siguió muy de cerca, sabía perfectamente a cuál de todas las habitaciones se diri