Capítulo 9

2718 Words
IRIS Hace diez días que no sé nada de mi madre. No puedo decir que me sorprenda, no es la primera vez que desaparece, pero estos últimos meses la había visto mejor. Espero que no haya recaído, la última vez le dejé claras las consecuencias que tendría y ella pareció entenderlas, no se arriesgaría a perdernos por un simple colocón. No, sé que no lo haría. Yo no me confiaría tanto —advierte mi voz interior. Sigo buscando trabajo, necesito algo de dinero para pagar la comida y las facturas hasta que mamá vuelva, si sigo así, tarde o temprano terminaré gastando todos mis ahorros. Amanda y Jon, padres de Jen, nos han ofrecido mudarnos a su casa una temporada, ofrecimiento que muy educadamente he rechazado. Aunque ellos son como mis segundos padres, no quiero que seamos una carga. Hace tiempo nuestras familias eran muy cercanas, puede decirse que la amistad que tengo con Jen es la misma que tenían nuestros padres, por eso, nos criamos como hermanas. Sin embargo, un problema del que nadie quiso decir nada hizo que ese vínculo que tenían se rompiera. Después, salió a la luz todo lo sucedido con Cristian, nuestro padre, y retomaron la comunicación con mi madre que con nosotras nunca perdieron. Mandy siguió tan atenta como siempre y Jon, se volvió más protector, sobre todo con Penélope. Supongo que es normal, es la pequeña de la casa. —¿Te has enterado de algo de lo que ha dicho la Señorita Rodríguez? —No, estaba pensando en otras cosas, Lis. —Intento sonreír a modo de disculpa. —¿Va todo bien? — Sí, es que me urge encontrar trabajo cuanto antes. —Seguro que encuentras algo pronto, no te preocupes. Los ánimos no han sonado muy convincentes, pero teniendo en cuenta cómo está la vida laboral ahora, es normal que ni ella confie demasiado en sus palabras. Después de la escena con Hardy, estuve unos días enfadada, no sé el por qué, pero no podía mirarla a la cara sin querer arrancarle el pelo de zanahoria que tiene. Sin embargo, tras pensarlo mucho llegué a la conclusión de que estaba más enfadada conmigo que con ella. No había hecho nada malo, simplemente había besado a un chico. Además, antes de hacerlo se aseguró de que no teníamos nada, así que no había motivo para seguir distanciadas. Jen sigue odiándola, pero respeta mi decisión e intenta que no se note, aunque no siempre lo consigue. —Nos vemos mañana. Tras un breve abrazo y unas cuantas palabras más, subo al coche y pongo rumbo al colegio de mi hermana. Las clases han acabado antes de lo esperado, por lo que me da tiempo de llegar a recogerla. Aparco lo más cerca que puedo y comienzo a caminar dirección a la zona de recogida, donde todos los padres se arremolinan. Estoy a tan solo unos metros cuando mi vista se queda fija en él. Su pelo oscuro ligeramente despeinado le da un aire despreocupado que siempre me ha hecho gracia. Está apoyado sobre su coche aparcado justo delante de la puerta, lo que me indica que lleva al menos quince minutos aquí. —Hola —saludo apoyándome también en su Evoque n***o. Mi voz parece sorprenderle ligeramente, pero logra disimularlo bien. —¿No deberías estar en clase? —He salido antes, se me ha olvidado por completo avisar, lo siento. Puedes irte, si quieres. Desde que nos vimos hace unos días en el campus y le dije que estaba sola con mi hermana, buscando trabajo, intentando encontrar a mi madre y todos mis dramas, ha estado ayudándome. Se ofreció a venir a buscarla al colegio cuando yo no pudiera y, aunque al principio me negué, un día que realmente lo necesitaba, acepté. —No tengo clase hasta las cuatro, y le había prometido que la llevaría a por un helado. Así que no me voy a ningún sitio. Vete a descansar, yo me encargo de ella. —Mi hermana, mi responsabilidad. No me voy a ningún sitio. Me cruzo de brazos y él niega con una sonrisa. *** Una vez en casa, ayudo a Pe a ducharse mientras Hardy hace la comida. Sé que suele hacerlo, pero nunca lo había visto, siempre que llego a casa la encuentro dormida en el sofá y a él fregando los platos o, simplemente, esperando por mi para irse. —¡La comida está lista, enana! Está... ¿relajado? Esta faceta es nueva, aunque no me sorprende, con Penélope parece una persona totalmente diferente. —¡Voy! —grita bajando las escaleras a toda velocidad. Ni a mi me hace caso tan rápido. Pero después de probar la comida de Hard, sé por qué ha sido tan obediente. Tras comer y dejar a la peque en su cama, decido pedirle un favor. —Sé que te debo muchas cosas pero... —No me debes nada —¿Puedes ayudarme a encontrar a mi madre? —expongo sin rodeos. —Mmmm sí, claro. Necesitaré una foto suya para pasársela a mi gente y toda la información que puedas darme será de ayuda. Cualquier noticia serás la primera en saberlo —responde con tono autoritario. Odio recibir órdenes y él parece muy cómodo dándolas, aún así, le hago caso. —Si quieres que te ayude a encontrarla tienes que contarme qué está pasando. Sabía que este momento llegaría, así que me he estado preparando mentalmente, le contaré la versión corta. —Mi madre no está bien, digamos que su salud mental no es estable desde que mi padre se fue. Trago saliva, incluso contarlo así me duele. Es la versión algo adornada de la realidad, pero cada vez que la cuento mil imágenes de lo sucedido llegan a mi mente como un tsunami. —Pensábamos que se estaba recuperando, pero hace unos diez meses intentó suicidarse delante de Penélope. Aún recuerdo el llanto desconsolado de mi hermana que se encontraba arrodillada junto al cuerpo de mamá. Sus ojos me observan con cautela mientras limpia las lágrimas que han comenzado a caer en mi regazo. —Después de eso llegué a un acuerdo con ella, si veía que mamá se ponía nerviosa, gritaba mucho o no hablaba en absoluto debía esconderse y no salir de ahí hasta que yo llegara. Eso es lo que pasó la otra noche. —¿Y qué pasó esa noche antes de que tú volvieras? —Si no te hubieras ido lo habrías sabido... —susurro haciendo una mueca. Lo digo tan bajo que estoy segura de que no lo ha escuchado. Sus músculos se tensan bajo su camiseta blanca y sus manos forman un puño. Bueno, casi segura. FLASHBACK Cuando abro los ojos encuentro a Pe acurrucada en mi pecho. Estaba tan asustada anoche que me costó un mundo lograr separarla de Hardy, quien se fue en mitad de la noche. Supe que se marchaba cuando el frío sustituyó al calor que emanaba su cuerpo contra el mío, noté cómo su agarre se fue debilitando hasta desaparecer por completo. Sentí el contacto de sus labios sobre mi frente, escuché el beso que le dio a Penélope y sus dolorosas palabras antes de irse, «No te merezco». Pe aparece descalza en la cocina, le encanta ir así por casa, me da los buenos días y se sienta en la isla. —¿Son todas para mí? —pregunta señalando a las tortitas. —Y para mí, no querrás que me muera de hambre ¿no? —No. —Ríe. Comenzamos a engullir la comida. Está relajada, mucho mejor que anoche, eso me tranquiliza. Creo que es hora de preguntarle. —Bueno, peque, ¿me puedes decir qué pasó ayer? Asiente con la boca llena. —Mamá estaba hablando sola o por teléfono, no sé. Entró al baño y cuando salió se puso a caminar de un lado para otro muy rápido, yo la llamaba pero no me hacía caso —se encoje de hombros. —Estaba nerviosa... —Luego hubo un ruido, como cuando Pol tiró el jarrón de flores de mamá al suelo. Entonces me acordé de nuestro trato, corrí y me escondí, como tú me dijiste. Asiento atenta a su relato intentando recordar todos los detalles. —Escuché ruidos, gritos y luego silencio. Después apareció nuestro Zeus. Ha vuelto a hacerlo, ha vuelto a caer en la misma mierda de siempre. —¿Dónde está mamá? —No lo sé. —¿Y Zeus? —Tampoco lo sé... FIN DEL FLASHBACK Le cuento a Hard todo lo que sé sobre lo que pasó esa noche. Asiente repetidas veces y veo que toma notas en una libreta negra de bolsillo. De repente, clava su mirada en la mía. Sus ojos me atraviesan, cuando me mira así siento que no puedo esconderle nada. —Solo quiero que me respondas algo más. ¿Están en peligro? —No, nunca nos haría daño, solo es peligrosa para si misma. O eso quiero pensar. —Me tengo que ir, pero estaré en contacto contigo. Procura responderme a los mensajes. —Vale, papá. —Ruedo los ojos. —Ve, lo digo en serio. —Iris, corrijo mentalmente—. No quiero que les pase nada. —No nos pasará nada, sé cómo protegernos. No es la primera vez que estamos solas. —No están solas, no lo olvides. Sus brazos me rodean durante unos segundos que parecen efímeros y se va. Estoy confundida, no entiendo por qué se preocupa por nosotras, por qué es tan amable con Pe o el por qué de sus acciones. Aparenta ser frío como el hielo, pero tengo la sensación de que muy pocas personas lo conocen de verdad. *** —¡Mandy! ¡Jon! —grita Penélope mientras corre a abrazarlos. Últimamente pasamos bastante tiempo con ellos, se han preocupado mucho de que no nos falte de nada pero sigo negándome a aceptar su dinero. He conseguido trabajo los fines de semana en el Pub de Joan, no está lejos y pagan muy bien, el único problema es que por las noches no podré estar con Pe. Les comenté el pequeño inconveniente que tenía el trabajo y no dudaron en ofrecerse para quedarse con ella. —Volveré sobre la una —digo mientras les abrazo. —No te preocupes, cariño. Déjala aquí hasta el domingo, sabes que si quieres también puedes quedarte, tu habitación sigue intacta. —No quiero molestar, Mandy. Pero gracias por todo, de verdad. No sé qué haría sin ustedes. —¡Ve! Jen corre hacia mí y nos fundimos en un abrazo de tres minutos, sabe cuando me hace falta uno de estos. —Hace siglos que no hablamos. —Hablamos hace dos horas, no seas exagerada. —Pues eso, siglos. Reímos bajo la divertida mirada de sus padres. —Vamos, yo te llevo que he quedado en el Pub con Isan. No me quedaré hasta muy tarde, así que yo te traigo de vuelta. O tú a mí, depende de cómo vaya la noche. —Está bien. Nos despedimos de todos y nos ponemos en marcha. —¿Por qué has quedado con Isan tan temprano? La fiesta empieza a las diez y son solo las ocho y media —pregunto curiosa. Sé que las cosas entre ellos van mejor de lo que pensaba, pero no sabía que fueran tan rápido. Aunque, me alegra verla así de ilusionada. —La fiesta ya ha empezado, pero no todos están invitados —responde con una sonrisa. Cuando se pone en plan misteriosa no la soporto. —Jenny... —No te lo puedo decir. Isan me hizo prometerlo, pero no es nada malo, te lo juro. —Haré que te creo, ten cuidado. Te quiero. —Y yo. Nos vemos después. ¡Suerte! —grita volviendo a arrancar el coche. Estoy parada frente a la entrada. No puedo moverme, no sé si he pensado bien el trabajar aquí. Es uno de los sitios de moda para pasar una noche de fiesta, siempre está lleno y eso implica aguantar borrachos toda la noche. Tranquilízate. Inspira. Expira. Hago caso a mi vocecilla y al abrir los ojos, me encuentro con una cara familiar. —¿Lia? —¡Iris! —nos abrazamos. —¿Qué haces aquí? —Yo.. yo estoy de paso. ¿Y tú? Conozco a Lia, si ha llegado hasta aquí es que hay algún chico que le interesa. —Hoy comienzo a trabajar como camarera, estoy un poco nerviosa. —Tranquila, nena. Lo harás genial. Esta noche me pasaré por aquí, así que cualquier cosa tendrás un apoyo. —Mira el reloj —. Me tengo que ir. Nos vemos después. —¡Adiós! Recuerda, ¡usa protección! —Tonta. Reímos a carcajadas, sabiendo que probablemente no lo haga. *** La noche va a empezar, quedan veinte minutos para que abra y comience a entrar toda la gente que está en cola desde hace una hora. Mis compañeros de momento son muy amables, sobre todo André y Miriam. Ella está conmigo en la barra de la zona VIP, mientras que André es el encargado de la seguridad. Me han explicado mi trabajo, que es básicamente servir copas y mantener las mesas de los reservados limpias, no parece muy difícil. Además, Miriam está a mi lado en todo momento, así que no habrá problema. Cualquier duda me ha dicho que se la consulte. Lo último que he tenido que hacer ha sido firma un acuerdo de confidencialidad. Me pareció un poco excesivo, pero entiendo que cada empresario decide cómo llevar su negocio. —Voy a cambiarme. —No tardes, recuerda las normas. Son muy importantes —responde Miriam. Este local tiene cuatro normas sencillas de cumplir, que no me preocupan mucho. 1. Ser puntual. 2. Lo que pasa en el local se queda en el local. De ahí lo del contrato de confidencia. 3. No preguntar por la identidad del jefe, al que todos se refieren como Hielo. 4. Nada de drogas. Entro por la puerta negra y llego a un pasillo con unas cinco puertas a la izquierda y a la derecha. No recuerdo por cuál tenía que entrar, probaré con todas. No es la mejor idea, pero no me queda de otra. Tres puertas más tarde, por fin encuentro una abierta. Esta da a una escalera de caracol de metal negra. Me parece raro que sea por ahí, no recuerdo que mencionaran nada de unas escaleras cuando me explicaron dónde estaban los vestuarios. Eso no me para, decido bajar. Se oye gente muy a lo lejos, por lo que no le pongo mucha atención. Una vez abajo me encuentro una habitación color blanco hueso. Hay unas estanterías con trofeos, una bata de satén negra colgada detrás de la puerta y un espejo enorme con varios focos a los lados que iluminan la estancia. Cojo un caramelo del tablón n***o que hay bajo el espejo y salgo de la pequeña habitación. Vuelvo a estar en un pasillo muy similar al de antes pero al final de este hay luz. No debería estar aquí, Miriam me está esperando. Una ojeada rápida y subo. A cada paso que doy, las voces de antes se vuelven más claras. —¡Señoras y señores, con todos ustedes el Hijo de Satán, con solo diez derrotas en sus tres años peleando! ¡El mismísimo Demon! —grita una voz alargando casi todas las vocales. Los gritos de la gente me dejan momentáneamente sorda. Ahora sí, tengo que saber qué pasa en esta especie de sótano. Sigo caminando hasta llegar al final y frente a mi se extiende un amplio local con un ring en el medio y cientos de personas alrededor. La voz rasgada de antes vuelve a sonar. —¡Y ahora el hombre que todos estábamos esperando! ¡Cuatro años peleando y cero derrotas! ¡Hoy, el hijo pródigo vuelve a casa y no necesita presentación! —Los gritos y pitidos de la gente aumentan a medida que se acerca el momento de que entre—. ¡Él es el iceberg que hundió al puto Titanic! ¡Con ustedes el Rey de Reyes! —grita alargando el final de cada palabra. El público se vuelve loco y yo me quedo paralizada. Es él, son ellos.
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