Capítulo 7

3682 Words
IRIS Solo quiero estar sola, pero Penélope se ha levantado más temprano de lo normal. Entra en mi habitación, se quita los zapatos y se tumba a mi lado. —¿Puedo dormir contigo? —dice media dormida con los ojos húmedos. —Claro, peque, ¿otra pesadilla? Asiente repetidas veces. Me duele verla así, ya ha pasado un año y sigue con pesadillas. Los primeros meses tenía que dormir conmigo para poder descansar algo. A pesar de no entender totalmente lo que sucedió, lo poco que vio la marcó. Yo, sin embargo, lo entendí todo y tuve que lidiar con mis propias pesadillas, cuidar de ella, trabajar para poder tener ingresos en casa y vigilar a mamá. Ahora está mejor, pero, aunque se está esforzando mucho, debo seguir atenta. Tenemos la mañana libre, mis clases de hoy son por la tarde y ella necesita un día de chicas. Así que, después de llamar a su colegio para informar que hoy no irá porque se encuentra mal, la despierto. —Arriba. Voy a mi butaca y, tras meterme en el papel, comienza la función. —Su majestad, ¿podría concederme unos minutos? Hemos de hablar de su agenda para el día de hoy. La pequeña de rizos alborotados, entierra la cabeza en la almohada. Sabe que mi segundo nombre, Venus, es el de una diosa de la mitología romana, pero lo que no sabe que el suyo también aparece en la mitología. Espero que saberlo la ayude a animarse un poco. —Yo no soy una diosa, no soy tú, Venus —dice sentándose en la cama haciendo pucheros. —No, tú eres una reina. No una cualquiera, una paciente, inteligente y leal. Como tu consejera he de informarte de tu historia. —¿Mi consejera? Asiento, consiguiendo sacarle una sonrisa. —¿Quieres escucharla? —¡Sí! Su mirada se ilumina por completo, y la alegría que suele haber en sus ojos parece haber vuelto. —Penélope, en la mitología griega, era la reina de Ítaca ciudad que gobernaba junto con su marido el rey Odiseo. Después de casarse y tener un hijo, él partió hacia la guerra de Troya. A pesar de los años que pasó lejos de casa, ella nunca dudó de su regreso. Tiempo después de su marcha el pueblo aseguraba su muerte y exigía la proclamación de un nuevo rey. Para eludir dicha obligación, llegó a un acuerdo: aceptaba elegir a un pretendiente con la condición de terminar primero el tapiz que le estaba tejiendo su suegro. Lo que ellos no sabían era que todo lo que tejía por a mañana lo deshacía por la noche. —Así nunca terminaría. —Ahí estaba la trampa. Pasaron años hasta que se dieron cuenta de lo que estaba haciendo. Finalmente, cuando se vio obligada a elegir marido, no se rindió, decidió idear otro plan. Este era tan astuto como el anterior pero realmente no llegó a ponerlo en marcha del todo, porque como ella había dicho, en el último momento, Odiseo regresó. —¿Por qué lo esperó tanto tiempo? Él la abandonó —pregunta confundida —Porque lo amaba. Puedo ver cómo su cabeza hecha humo intentando entender eso último. Es demasiado pequeña como para poder comprender lo que somos capaces de hacer por alguien al que amamos. —Soy una reina. ¡Una reina, Ve! —grita. Salta de la cama y corre a mis brazos. Está feliz. —Sí. Así que si su majestad tiene tiempo me gustaría obtener su aprobación para la programación de su agenda de hoy. —Me gustaría escuchar lo que vamos a hacer antes de aceptarlo —dice con tono solemne colocando sus rizos detrás de la oreja. —Cierto, disculpe alteza. —La dejo en el suelo y hago una pequeña reverencia—. Hoy, vamos a ir al acuario, nos comeremos un helado y luego veremos Brave. ¿Aprobado? —¡Sí! El día salió exactamente como tenía planeado. Además, como hoy era su día de reinado, le compré una corona que no se quitó ni para ver la película en el sofá. Llegó exhausta a casa, al igual que yo, pero a diferencia de ella, no podía simplemente tumbarme en el sofá a dormir. Mis obligaciones no habían acabado. Mamá llegó un poco más tarde de lo normal, por lo que mi llegada al campus fue más tardía de lo planeada. Y tras tres horas escuchando a mi profesor quejarse de lo incompetentes que somos por no entender las cosas a la primera, por fin, pude ir a por mi tan ansiado café. Tengo mil cosas en la cabeza. Bueno, a quién quiero engañar, en realidad, solo una, Hardy Blake. A pesar de que he intentado mantener la mente ocupada, en cuanto tengo un segundo de tranquilidad mis pensamientos vuelven a él. A la forma en que sus labios abrazaron los míos con ansia y desesperación. Necesito sacarlo de mi cabeza, alguien que realmente se interesara en mí, no habría desaparecido en mitad de la noche. Iris 18:01 Estoy en el campus. ¿Te apetece un café? En 5 en la cafetería de ingeniería, Jen también estará. Lis 18:03 ¡Vale! Yo ya estoy aquí. Tengo buenas, muy buena, noticias. No puedo evitar reírme al leer su mensaje. Supongo que tendrá algo que ver con su ausencia de una hora anoche en el pub. Me cae bien, presiento que seremos buenas amigas. Cuando llego a la cafetería, mis ojos recorren el lugar desde la puerta, intentando encontrar la cara familiar de mis amigas. Sin embargo, lo que me encuentro no tiene nada de familiar. Mi mirada se posa sobre los reflejos naranjas del pelo de Lis que Hardy tiene enrollado en sus dedos. Tardo un segundo en asimilar la escena, estoy paralizada. Quiero salir corriendo, o mejor, que me trague la tierra. —Iris. —La voz de Jen no me saca de mi estado. Me doy la vuelta, la miro y, sin decir nada, vuelvo a observar la escena, atónita. Me coge de la mano, se pone a mi lado y sigue mi mirada. Esto parece una película de comedia mala. Lis, está sentada en el regazo de Hardy y se están liando. No, se lo están montando con ropa en medio de la cafetería. Sí, esa me parece una descripción más fiel a la realidad. Jen no sabe nada de lo que pasó anoche pero sabe que esto me está afectando más de lo que jamás reconoceré en alto. —¿Esta tía de qué va? Ve, escúchame. —Me coge por los hombros y con su cuerpo tapa la desagradable escena—. Solo necesito que me des tu permiso para ir y sacar a esa de los pelos o podríamos castrarlo a él, o las dos cosas. En ese momento aparece Isan. Jen le lanza una mirada de reproche, está modo mamá osa. —Yo no sabía nada. —¿Podemos pedirlos para llevar, por favor? Asiente e Isan insiste en que nos vayamos, él irá a por el café. Algo me dice que tampoco le ha gustado demasiado la escena, pero tampoco le sorprende. Actuamos como si nada hubiese pasado, sé que se muere por preguntar lo que ocurrió anoche y el por qué de mi reacción, pero sabe que necesito tiempo para poder asimilarlo todo. Juro que es la mejor amiga que te puedas imaginar. Quedamos en que después de clase iría a su casa para contarle lo sucedido y aquí estamos, sentadas en el balancín de la entrada con mucho helado y unas mantas. Le he contado todo, la petición de Lis para liarse con Hardy, la pelirroja del pub, su no favor de traerme a casa, el beso, el desmayo, nuestra noche juntos, todo. Está sin palabras y tan enfadada como yo. —Lo peor es que no sé cómo sentirme. De alguna forma, he esperado por su parte algo más y por eso me siento más estúpida aún. Él nunca me ha prometido nada, pero me siento tan bien con él, cuando no se comporta como un c*****o, que pensaba que él también sentía lo mismo. Después está Lis, sé que le dije que no me importaba que se liaran pero por un motivo u otro lo hace. —Sólo te voy a decir dos palabras: homicidio doble. No puedo evitar reír. Esa es Jen en estado puro, protectora, leal, graciosa. Mi amiga, mi hermana. —Lo que necesitas es desconectar, hoy hay una fiesta donde Joan para celebrar el comienzo de las clases. —¿No hicimos eso ayer? —Sí, pero ahora estás en la universidad y siempre tenemos alguna excusa para ir de fiesta. Los miércoles en el lago y el resto de la semana en el pub. Así que vas a arreglarte, vamos a ir de fiesta y vas a beber tanto que no recordarás a ¿Harder? ¿Hardon? ¿Homer? —No creo que sea la mejor forma de afrontar las cosas —replico levantando una ceja. —¿Y quién ha dicho eso? *** Horas después estamos borrachas, bailando como si nos fuera la vida en ello y he reído tanto que mañana tendré agujetas en el abdomen. Hace un rato que ha llegado Isan pero ni rastro de ¿Hardon? ¿Henry? Qué más da. Jen no ha parado de violarlo con la mirada. Anoche algo se quedó a medias y, seguramente, mañana eso ya no será un problema. —Para de comértelo con los ojos. ¡Ve y besa a tu hombre! —grito tan fuerte que él me oye. —Gracias amiga, muchas gracias. La empujo con muy poca sutileza en dirección al que estoy segura será mi futuro cuñado. —Recuerda, solo con coco¹. No le cuesta mucho entender la referencia. En cuanto lo hace, comenzamos a reír. —Venga, ve con él. Sigo en la pista de baile hasta que me agobio y decido salir a coger aire. La puerta de la terraza está cerrada. j***r. Entonces recuerdo que hay una entrada adicional por los reservados. Recorro la planta superior en busca de alguien conocido y allí está él. De pie, con los brazos apoyados en la barandilla, mirándome. Su mirada es tan intensa que me estremezco. Vamos Iris, piensa rápido. Hardy = Reservado; Reservado = Terraza. Genial. Me acerco a las escaleras y el portero, un hombre alto y muy, muy corpulento, me niega la entrada. —Soy amiga de Hardy. —Ladeo la cabeza en su dirección y él asiente. Quita la cuerda y me deja pasar. Subo, giro a la izquierda y entro en la terraza pero el aire fresco que tanto ansiaba no está, en su lugar una nube de humo entra en mis pulmones y comienzo a toser. Miro a mi derecha y veo a cinco chicos fumando apoyados en la pared. Asco, eso en lo que me provoca esta situación. Un segundo después uno de los chicos se acerca a mí. Es alto, de pelo n***o y ojos muy oscuros. Un tatuaje muy grande le cubre el brazo con el que sostiene el porro. —Pero miren qué tenemos aquí.—Se acerca lentamente—. Hola monada, ¿quieres? Le da otra calada y suelta el humo en mi cara. Casi por instinto mi puño choca contra su mandíbula, haciéndole retroceder un par de pasos. No soporto que se me acerquen de esa manera, y mucho menos con esa mirada perversa que solo me ve como un trozo de carne. Estoy a punto de decir algo cuando la puerta se abre de golpe. —No, no quiere, Marco. Aléjate de ella antes de que te parta la cara. El chico abre mucho los ojos, y finalmente decide dar un paso atrás. —Hey, lo siento, tío. No sabía que era una de las tuyas. —Levanta los brazos en señal de rendición y limpia la herida que mi golpe le ha provocado en el labio. Una mano me coge de la muñeca y tira de mí hacia dentro. No me esperaba ser arrastrada como una muñeca de trapo sin vida ni capacidad de decisión, por lo que no logro reaccionar a tiempo. —¿Cómo se te ocurre meterte ahí sola? ¿Qué pasa? ¿A la niña de papá no le han enseñado que cuando una puerta está cerrada no se debe entrar? Su voz está tan cargada de ira que me río. Sus ojos me penetran de tal forma que si las miradas mataran, yo estaría enterrada. —Venga ya, deja de hacerte el héroe. —Estás borracha. —Gracias, Señor Obviedad. —Y nunca he dicho que sea un héroe. —Se gira y se va. ¿Qué? Tiene que ser una broma, me suelta eso y pretende que deje que se vaya. No. Lo cojo de la muñeca y tiro de él hacia mí. No consigo moverlo ni un centímetro, así que paso al plan B. Corro a su lado y me pongo en su camino. —Largo. —No. Intenta irse pero no me aparto. —Vas a quedarte aquí escuchando todo lo que tengo que decir, luego yo podré seguir con mi vida y tú con la tuya. —Cruzo los brazos y continuo—. No te gusto, lo entiendo, tú a mi tampoco, pero me ayudaste cuando lo necesitaba y mi hermana te adora, por alguna razón incomprensible. Así que, de alguna manera estamos conectados, nos guste o no. Y sí, puede que haya esperado de ti más de lo que debería. Mis disculpas, ¡oh, gran Zeus! Hago una reverencia. Cuando estoy borracha, soy algo... dramática de más. Va a decir algo, pero lo corto. —Ayer, cuando te vi preocupado por mí y nos besamos, pensaba que ese algo más era posible. Sin embargo, al verte con mi amiga he comprendido que nunca existirá. Así que gracias por ser un c*****o y por ayudarme, pero deja de preocuparte por mí o actuar como si lo hicieras porque sé que no lo haces. Ahora sí, puedes irte. Seguro que «una de las tuyas» te está esperando. Sus ojos me miran con ¿desconcierto? ¿pena? ¿arrogancia? No puedo descifrarlo. —Voy a dejarte algo claro. Te salvé porque estaba allí y tu hermana vino a pedir ayuda. Me lié con esa chica, que solo conoces de hace dos días, porque es lo que hago, estar con quien quiero cuando quiero, y me preocupo por ti porque como tú dices estamos conectados, aunque no me guste. Arrogancia. Definitivamente era eso. —¡Ah! Por si a la niña de papá no le ha quedado claro, ese «más» del que tanto hablas no existirá jamás entre nosotros «Niña de papá», al escuchar esas palabras la ira se apodera de mí. Quién se cree que es para hablar así de mí cuando ni siquiera me conoce. Me doy la vuelta e inconscientemente levanto mi mano en dirección a su cara, pero es más rápido que yo. —Ni se te ocurra. —No sabes una mierda de mí —digo en tono amenazante. —¿No? Veamos, eres Iris y por alguna razón solo dejas que la gente muy cercana te llame Ve. Tu hermana se llama Penélope, y por como se refiere a mi, le gusta la mitología. Por lo tanto, Ve será de Venus ¿Me acerco? La suficiencia que desprende por cada poro de su piel es terrorífica. —Eso no demuestra nada. —Siempre llevas ese collar, es importante para ti, un amuleto o alguna tontería similar. Vives en la Sin nombre y tienes como vecinos a gente que se podría ahogar con su propio dinero, mas tu familia no tiene ese nivel de vida. Eres inglesa, ¿Londres, tal vez? Tu acento y la fluidez con la que atendías a los clientes en el hotel lo dejó claro. —Cállate. —No, sigamos. Las drogas no te gustan, cuando ves a gente fumar pones cara de asco. Espero que nunca veas a nadie esnifando coca porque te podría dar un infarto. —Ríe—. Pero eres tan hipócrita que te emborrachas, es decir te drogas. Por otro lado está el tema de tu padre, te molesta que te diga niña de papá ¿cierto? ¿un padre muy estricto? ¿un padre ausente, tal vez? Tu madre... No puedo seguir escuchando esto, me ha leído con tanta facilidad... Aún no sabe nada de mí. —Para. —¿Qué pasa, Ve? ¿Te conozco demasiado? —No sabes absolutamente nada de mí, y mi nombre es Iris. Una sonrisa aparece en su rostro. —Sé mucho, eso es lo que te preocupa. No quiero seguir con la conversación, doy media vuelta y me voy. Él se apoya en la barandilla y siento cómo sus ojos me persiguen hasta que salgo del pub. Intento localizar a Jen pero no coge el teléfono. Apoyo mi espalda a la pared y me deslizo hasta quedar sentada en el suelo. Abrazo mis rodillas y comienzo a temblar. ¿Cómo puede saber todo eso sin apenas conocerme? ¿Sabrá lo de mamá? ¿Y lo de Cristian? No, descarto esa posibilidad. Nadie, absolutamente nadie, lo sabe. Debería haber traído mi coche. Se suponía que sería una noche de diversión en la que poder sacarlo de mi cabeza, mas lo único que he conseguido ha sido volver a caer en la calidez de su cercanía. Lo peor de todo ha sido que una parte de mí ha disfrutado de tenerlo cerca, a pesar de que haya conseguido romperme un poco más. Tiempo después una voz profunda logra traerme de vuelta. —Vamos. Sé que es él. Levanto la mirada y ahí está. Sentado en su coche con un brazo apoyado en la ventanilla. —No pienso ir a ningún sitio contigo. Baja del coche y se agacha frente a mí. —Eh. —Me levanta el mentón para obligarme a mirarlo—. Me he comportado como un idiota, lo siento. Déjame llevarte a casa, solo quiero asegurarme de que llegas bien. Parece sincero, no sé si lo creo o quiero creerlo. —No parecías preocuparte por mí hace un par de minutos. —Lo sé —admite resignado. La realidad es que no tengo cómo volver a casa y, aunque podría pagar un taxi, prefiero ahorrarme el dinero y aprovecharme de su supuesto estado transitorio de arrepentimiento. Así que, subo al coche. El camino a casa lo hacemos en silencio, cosa que agradezco enormemente. No tengo fuerzas para otra ronda. —He avisado a Isan, deberías hacer lo mismo con tu amiga. Tiene razón. Iris 02:15 Hardy me ha traído a casa. Todo bien. Disfruta de la noche, mañana me cuentas todo. Jen 02:20 Cualquier cosa, llámame. Te quiero. Llevamos unos minutos sentados en el coche delante de casa. El alcohol está empezando a desaparecer de mi sistema y ya me encuentro mejor. Bueno, a quién quiero engañar. Mi intento de plantarle cara y decirle lo que pensaba resultó patético, desesperado. Y ahora ni siquiera sé qué estoy esperando aquí. —Gracias por traerme. Salgo del coche sin esperar una respuesta, estoy cansada, ha sido una noche demasiado intensa. Cierro la puerta de casa y la oigo. —Ve... —me quedo paralizada. Es la voz de Pe, está llorando. No, otra vez no. Por favor, que esté bien. Subo a nuestras habitaciones, están vacías. —¡Penélope! Recorro el pasillo hasta la de mamá. Al abrir la puerta veo el jarrón que tenía junto a la ventana esparcido en trocitos por todos lados, al igual que la lámpara blanca de su mesa de noche. La cerámica rota en el suelo es un espejo de cómo está mi cabeza en este momento. Mi ritmo cardíaco se acelera considerablemente y comienzo a temblar. Que esté bien. Que esté bien. Que esté bien. —¡Penélope! ¡Soy yo peque, voy a encontrarte. Lo estás haciendo muy bien! —grito tan alto como puedo. Busco en el baño, en los roperos de mamá, bajo la cama y tras la puerta. No hay rastro. De golpe, la puerta de la entrada se abre, bajo corriendo las escaleras a ver quién es. —¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Penélope está bien? —Sí. No. No sé, ayúdame a buscarla por favor —sollozo. Después de lo sucedido el año pasado había llegado con ella a un acuerdo, por si cualquier día mamá se ponía agresiva. Había dos reglas claras: 1. No podía salir de su escondite hasta que yo la encontrase. 2. Cuando escuchara la puerta debía decir mi nombre solo una vez, para no dar pistas de su escondite en caso de no ser yo quien hubiera vuelto. Ahora tengo que encontrarla, he revisado cada rincón de la planta superior pero no la encuentro por ningún lado. Ha sido mi culpa, no debería haberla dejado sola. Mi hermana, mi responsabilidad. —¡Iris! Bajo las escaleras tan rápido como puedo. Las lágrimas se acumulan en mis ojos cuando la veo abrazada a Hardy sollozando. —Estoy aquí —las lágrimas se deslizan por mis mejillas—, lo has hecho muy bien. ¿Te ha hecho algo? Beso su mejilla y limpio las lágrimas que caen por sus mejillas. Niega con la cabeza aún pegada al pecho Hard. Con un brazo sostiene a Pe y el otro lo ha pasado por encima de mis hombros, incluyéndome en su abrazo. En este instante, el miedo, la preocupación y el desconcierto han desaparecido. Ahora hay seguridad y calma, es lo que necesitamos. Después de recordarle a Hardy que no es necesario que se quede, abro el sofá cama, pongo Brave y nos acurrucamos con unas mantas. Él ha insistido en quedarse y la verdad es que me alegra. No sé cómo agradecerle lo que ha hecho hoy. No creo que sea consciente de lo que ha pasado, y me tranquiliza que no lo haya preguntado, porque no sabría qué inventar, al menos no ahora.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD