Capítulo 6

3396 Words
IRIS Diez de septiembre, comienza el curso. El verano ha pasado volando, mi hermana está cada día más grande y mi madre más alegre. Siento que las cosas van mucho mejor. Con Jen todo sigue tan bien como siempre. Además, ahora soy mucho más cercana a Paula, Matías y Óscar. Tom, que era estudiante de intercambio, volvió a Irlanda. Lloramos mucho por su partida, pero seguimos en contacto por el grupo de w******p. Y yo, por fin, estoy en la universidad. ¡En la universidad! No puedo creerlo. Magisterio ha sido mi elección final, espero no arrepentirme. Mi madre ha tardado veinte minutos en despedirse esta mañana, se ha puesto a llorar y ha mencionado, unas cinco veces, lo orgullosa que está. Le he prometido contarle todo con pelos y señales en cuanto regrese a casa. Aún me queda la última presentación del día y luego comeré con Lis, una chica muy simpática con la que he pasado toda la mañana. Vive aquí, en la residencia. No conoce a nadie, por eso, me ha parecido buena idea almorzar juntas. Le presentaré a Jen y a los chicos, le vendrá bien conocer más gente para que no se sienta sola. La profesora termina de explicarnos el proyecto docente de la asignatura en treinta minutos. Hemos quedado a las dos y media, por lo que tenemos algo de tiempo libre que decidimos emplear en investigar la biblioteca. Es preciosa, tiene un techo muy alto, unos tres pisos llenos de libros y dos de mesas de estudio donde hay un gran ventanal por el que entra mucha luz. Damos un paseo por el interior y se nos va el tiempo. Son y veinte y tardaremos unos 5 minutos en llegar a la cafetería de ingeniería, es hora de irnos. Estamos saliendo de la biblioteca cuando choco contra un muro. —Lo siento. —Mira por dónde vas —dice una voz familiar, grave y calmada. En algún momento tenía que verlo, mejor temprano que tarde. —¿Iris? —La confusión y sorpresa de su rostro me hacen entender que no esperaba verme aquí—. ¿Estudias aquí? —Sí, es mi primer año —digo entusiasmada bajo su intensa mirada—. Ella es Lis. Lis, te presento a Hardy, pero no puedes hablarle a menos que te hable él o seas de su círculo cercano. Quedas avisada. Se ríe por la frase, sin saber que lo he dicho totalmente en serio, aunque la verdad es que yo obvie la advertencia y tampoco me fue tan mal. Lástima que no todos puedan decir lo mismo. Hardy se tensa. Alguien se está enfadando y no pienso quedarme para averiguar qué pasará. Pero, antes de irme, decido acercarme a él. —Sé que no quieres que nadie sepa que en el fondo no eres el iceberg que la gente piensa, pero igual te interesaría saber que Penélope ha preguntado por ti. Su expresión se relaja, me coge de la cintura y tira de mí. —No es la única que pregunta por mí. —No lo dudo. Aunque durante el verano hemos seguido coincidiendo, tanto en el lago como en el hotel donde reserva habitaciones para estar con las chicas, hace un mes que no lo veo pues he pasado todo agosto en Londres con mis abuelos. Está más guapo, más moreno y parece que le ha dado fuerte con el gimnasio. Ha salido del n***o, el gris y el azul, ahora lleva una camisa blanca. Le queda bien, es más, le queda muy bien. Estamos llegando a la cafetería cuando Lis interrumpe mis pensamientos. —¿Quién. Era. Ese. Bombón? —Me mira fijamente a la espera de una respuesta. —Hardy Blake, el "Rey de Reyes", el iceberg que hundió el Titanic, el... está tan bueno que no puedo pensar. ¿He dicho eso en alto? —¿Te lo has tirado? —No. —¿Quieres hacerlo? —No. —Ruedo los ojos. —Entonces, ¿puedo hacerlo yo? —Todo tuyo. Hace rato que hemos llegado, y no ha hecho falta demasiado para darme cuenta de que Lis encaja en el grupo tan bien como pensaba. Comemos y reímos a partes iguales. Mis amigos son geniales, me encanta pasar tiempo con ellos. De pronto Jen, sentada a mi derecha, me aprieta la mano y me mira con los ojos muy abiertos. Cuando tiene toda mi atención desvía la mirada a su derecha. Tardo un segundo en entender lo que quiere, pero, finalmente, sigo la dirección que sus ojos me marcan hasta un chico rubio que conozco bien, Isan, no es difícil reconocerlo. Ya no lleva el pelo largo, pero su brazalete azul sigue en su muñeca izquierda y su sonrisa cálida no ha mermado ni un poco. Al igual que su amigo, está más guapo que la última vez que lo vi. Sus ojos verdes siguen desprendiendo una calidez difícil de obviar y su tez está más morena. El verano nos sienta bien a todos. —¿Ese es el chico misterioso por el que llevas todo el verano volviéndote loca? No puedo evitar reír. —No tiene gracia —responde molesta—. Pero, sí, es él. —Venga, vamos, deja de acosarlo, Jen. —¿Qué? ¿Estás loca? ¡Venus! —grita en un susurro. Está sentado con Hardy y un par de chicas. Qué raro. Me acerco y le toco el hombro para captar su atención. —Chicos. Se vuelven hacia mí y al reconocerme, Isan se pone en pie de un salto y me abraza. —¡Iris! ¿Qué haces aquí? ¿Te has decidido por alguna carrera? —Magisterio —respondo orgullosa—. No te he visto desde que me fui, quería decírtelo en persona. A mediados de verano Isan comenzó a trabajar en el hotel donde yo lo hacía. Lo contrataron como entrenador personal para el gimnasio de allí. Fueron solo un par de semanas, como suplente, pero en ese tiempo pude conocerlo mejor. Es un chico con un gran corazón y muchos secretos. —¿En serio? Me alegro tanto por ti. ¿Lo sabe? —Ladea sutilmente la cabeza en dirección a Hardy. —Sí, ¿por qué? Niega pensativo. —Bueno, a lo que venía. Vamos a ir al Pub de Joan esta noche, ¿tienes planes o te vienes? —Pues iba a... —Vamos. —Interrumpe de repente el moreno que no ha apartado sus ojos de mí—. Unas cervezas nunca vienen mal, ¿verdad, chicas? Es tan vomitivo lo que pasa después que decido borrarlo de mi mente. Me sigue asombrando el efecto que puede tener en las mujeres. —Nos vemos allí. Vuelvo a la mesa. Por el camino, Jen me está sometiendo a un quinto grado con la mirada. —Listo, tienes una cita esta noche con él en el Pub. —¿¡Qué!? Definitivamente estás loca. —Jen, ese chico misterioso del que tanto hablabas es Isan. El mismo Isan que se quedó con Penélope aquel día y el mismo que te dije que te encantaría. No he tenido oportunidad de presentártelo antes, así que lo haré hoy. *** Pasamos el resto de la tarde de compras buscando el conjunto perfecto. Nada le gusta, quiere algo sensual y casual. Sale del probador con un pantalón pitillo n***o, un top gris brillante con la espalda descubierta y unos tacones negros muy simples. Los diez outfits anteriores también eran muy bonitos, pero cuando se pone nerviosa busca la perfección. —Ese, y no acepto un pero. Estás guapa te pongas lo que te pongas porque eres guapa. De hecho, eres preciosa, por dentro y por fuera. No tienes que disfrazarte para que los chicos te vean. Isan te verá incluso si vas en pijama. Así que, deja de buscarle pegas a todo, ponte ese conjuntazo esta noche y ve a por el tío que te gusta. Me abraza, se mira al espejo de nuevo y asiente convencida. —Este es el elegido. Horas más tarde estamos listas. Jen está preciosa, su largo cabello ondulado color caramelo, a juego con sus ojos expresivos, cae por sus hombros y sus labios carnosos pintados de rojo, le dan un toque muy sensual. Yo me he decidido por un vestido n***o ajustado con la espalda descubierta y unos tacones sencillos del mismo color. El bolso burdeos y los labios rojos de dan un toque de color al look. Llevo el pelo recogido en una coleta con algunos rizos sueltos y, como siempre, tengo puesto el collar de la golondrina. Desde verano, siempre lo llevo conmigo. El lugar está a reventar. Matías conoce al portero que nos abre un reservado para nosotros. Desde aquí arriba se puede ver todo el lugar. Tiene dos pisos, en la primera planta está la pista de baile y la barra grande y en esta los reservados. Es un Pub bastante conocido en la zona, sobretodo por la fama del dueño, Hielo, se rumorea que era el camello oficial de la ciudad. Nadie sabe quién es, y si lo sabe no lo confiesa. Se dice que dejó el trapicheo, y el dinero que tenía lo invirtió en abrir un negocio legal, este. Tengo que dejar de pensar en eso. Desde lo de mamá no puedo siquiera pensar en drogas sin estremecerme. Cojo el móvil y le envío un mensaje a Isan. Iris 21:13 Ya estamos aquí, en el reservado número 3. Isan 21:15 Vamos de camino Aunque Jen está cada vez más nerviosa, sé que se encantarán mutuamente. Isan es amable, atento y muy simpático, casi su doble masculino. Decidimos bajar a la pista de baile. Aquí tenemos nuestra propia barra y pista, pero no es lo mismo, el ambiente de verdad está a abajo. Bebemos otra ronda de chupitos de vodka, la quinta si no me equivoco, y comenzamos a bailar. Las horas pasan, el nivel de alcohol sube. Estamos pasándolo como nunca. La pista es una marea de cuerpos sudorosos segregando endorfinas, el aire huele a sexo y alcohol y hay tanto humo que decido salir a coger aire. Salgo por la puerta de atrás dirección a la terraza. Una vez fuera cierro los ojos, me apoyo en la pared y respiro profundamente. Se agradece sentir la brisa fresca en la cara. Voy a entrar cuando un par de chicos salen a la terraza. —¿Por qué coño no se me ha informado antes? —dice furioso. Sus ojos parecen un pozo de oscuridad sin fin. Me quedo helada. —Lo siento, pensaba que tú... —Iris —lo interrumpe—, pensaba que estabas en el reservado. —Lo estuve, hace tres horas. —No sé si es un reclamo o una simple afirmación—. ¿Has venido con Isan? —Sí, está dentro con tus amigos. Están buscándote. —No les avisé de que iba a salir —susurro preocupada. —Deberías entrar. —La puerta se abre y aparece una chica pelirroja que se abalanza sobre él, pero su cara me dice que no le agrada verla. Entro y dejo a esa comiéndose, literalmente, a Hardy. —¡Iris! —grita Óscar—. ¿Dónde estabas? Dime que te has liado con algún macizo. —Estaba en la terraza, necesitaba coger aire. Pero veo a alguien muy contento. —Le paso el brazo por los hombros—. ¿Has visto a Sam? Sam es su novio sin la etiqueta de novio, prefiere llamarlo lío estable. Lo conocí hace un mes y medio en una de las fiestas del lago. Hacen muy buena pareja, mas ninguno se atreve a dar el paso. —Sí, hay que celebrarlo. ¡Ronda de chupitos! Jen e Isan están hablando muy juntos, miro un rato hasta que me lanza su mirada de no-te-atrevas-a-interrumpirnos-o-te-mato. Tres rondas después creo que ya tengo suficiente alcohol por hoy. No voy a poder conducir así, ni yo ni ninguno de nosotros. Isan es el único que no ha bebido más que una cerveza, pero viendo como van las cosas con Jenny, decido que no es una opción viable. No quiero acabar la noche con un homicidio por mi imprudencia. Paula, Lis y Matías se han ido hace un rato, Óscar está con Sam y yo decido bajar a buscar a Hardy. Quizá no haya bebido y pueda llevarme a casa. Quizás quiera verlo. Quién sabe. No tardo mucho en saber dónde está, solo hay que seguir el rastro de bragas en el suelo. Cuando llego a él, está apoyado en la barra con una mirada sombría. Hay una chica morena susurrándole algo al oído o besándole el cuello, no lo sé y tampoco me importa. Me acerco. —Necesito que me lleves a casa. He bebido demasiado. —Estás borracha. No estoy borracha, estoy contenta de más, tanto, que me da igual lo borde que está siendo. Me agacho para meterme por el hueco que hay entre la barra y su cuerpo. Tengo su cara a unos centímetros de la mía, su brazo me rodea y mi espalda choca con la barra. —Estás muy borracha, no tengo tiempo para hacer de niñera de una cría que no sabe beber. Largo. Y ahí está el iceberg, he chocado con la roca de hielo. —No soy una cría y no estoy borracha pero no puedo conducir, así que mueve tu culo perfecto y llévame a casa. ¿O prefieres ir a explicarle a mi hermana mañana que he tenido un accidente de coche y estoy en el hospital porque a ti no te daba la gana llevarme? Sé que ella es su punto débil, igual que el mío. Espero unos segundos y como no hay respuesta, salgo de donde estoy. —Dile que la quiero... Me alejo lentamente. Sé que está enfadado, he usado su punto débil contra él. Realmente no sé por qué se tienen tanto aprecio, pero se adoran. Le doy diez segundos para salir, sé que saldrá. Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. No sale. Si no lo ha hecho aún es porque no lo hará. No puedo coger el coche así y no quiero coger un taxi sola tan tarde. Me aferro a mi collar y comienzo a andar sin pensarlo. Casi he llegado. Tardo diez o quince minutos más de lo normal porque he tomado un desvío por el centro comercial para hacer pis. Cuando llego, un Evoque n***o parado frente a la entrada me sorprende. Hardy está hablando por teléfono muy enfadado. Camino rápido para que no me vea, pero es demasiado tarde. —¿Dónde estabas? ¿Por qué no llevas el móvil contigo? ¿Sabes cuántas vueltas he dado para encontrarte? —Su voz está cargada de una rara mezcla de enfado y preocupación. —De camino a casa. Se ha quedado sin batería. No y no me importa. ¿Alguna pregunta más? —No, solo estaba preocupado. ¿Estás bien? —Sus ojos recorren cada milímetro de mi cuerpo. Estoy temblando. Abre la boca para decir algo pero no lo hace. Me mira con cautela y se acerca despacio. Su mano sube por mi brazo y mi cuello hasta mi mejilla. Hace lo mismo con la otra incitándome a mirarlo. Siento cómo se me humedecen los ojos. No he notado lo tensa que estaba hasta que he llegado aquí, he visto su coche y mi cuerpo se ha distendido en cuestión de segundos. Caminar sola, de noche y sin el móvil no es la mejor idea que he tenido. He agarrado tan fuerte el collar durante todo el camino que se me ha quedado la marca de la golondrina en la palma de la mano. Antes de doblar una esquina rezaba por no encontrarme con Erick o alguno de sus perros y ahora estoy aquí, a salvo. Su mirada es cálida. Nos quedamos en silencio, perdidos en los ojos del otro durante ¿segundos? ¿minutos? ¿horas? —Estoy aquí —susurra pegando su frente a la mía—. Siento no haber salido antes, fui a avisar a Isan y cuando salí ya no estabas. Lo interrumpo con un beso. Desde la primera vez que lo besé, no he podido imaginar mis labios en otros labios. Tarda unos segundo en asimilar lo que está pasando, pero cuando lo hace el beso se vuelve más profundo. Su lengua explora mi boca con una maestría innegable. Mi cuerpo lo necesita, siento cómo cada poro de mi piel lo llama. Quiero besarlo, quiero besarlo hasta quedar sin aliento, hasta que no pueda mantenerme en pie. Su mano recorre mi espalda y un escalofrío invade mi cuerpo. Nunca me he sentido así con nadie. Él despierta todos mis sentidos. Me coge en brazos y mis piernas rodean su cintura. Lo siento duro contra mí. Me desea. Lo deseo. De pronto esta escena me resulta familiar. El lago. La pelirroja. Me doy cuenta de lo que está pasando e interrumpo el beso. Cuando nos separamos estamos sin aliento. —Lo.. lo siento —digo mientras me deja en el suelo. Hardy me mira con desconcierto cuando comienzo a temblar. —Yo no. —Parece sincero—. ¿Estás bien? ¿Iris? ¿Me oyes? Estás... Estoy cansada, borracha y no puedo pensar con claridad. Por mi cabeza pasan mil imágenes, Erick tocándome, mi madre en el suelo, Hardy con la pelirroja, mi hermana llorando, la chica del Pub, Isan con Penélope, Zeus salvándome, los gritos de mi padre... Solo quiero cerrar los ojos y desaparecer y de pronto, se hace el silencio. *** ¿Dónde estoy? Mi cabeza va a explotar. Alcohol. Hardy. Beso. Silencio —recuerda mi voz interior. Miro alrededor e inmediatamente me relajo, estoy en casa. La puerta se abre, Hard entra y se sienta en mi butaca. Tiene el pelo revuelto y ojeras, definitivamente no ha descansado nada. Apoya el codo en el brazo de la butaca y deja caer su cabeza en su mano. Podría pasarme la noche mirándolo, parece tan vulnerable. Me ha traído a casa y se ha quedado para comprobar que estoy bien, no quiero despertarlo pero no debería dormir ahí. Me levanto en dirección a la butaca. No quiero asustarlo, así que, me agacho frente a él, le cojo la mano y nuestros dedos se entrelazan. Segundos después ejerce una ligera presión que consigue hacer arder mi piel. Se inclina hacia mí, lleva sus manos a mi cara y me besa. Es un beso fugaz, pero muy dulce. —¿Cómo estás? —Bien, no sé qué ha pasado. Han empezado a pasar muchas cosas por mi mente y he deseado que acabara, luego simplemente hubo silencio. —Te desmayaste. Cogí la llave de tu bolsillo y te traje a tu habitación. Están todos durmiendo, no podía dejarte sola hasta comprobar que estabas bien. —Estoy bien, solo necesito descansar y tú también. Vamos. —No creo que sea buena idea. —Tienes razón —beso su mejilla y giro sobre mis talones. ¿Puedo ser más patética? Posiblemente no. —Ve, no creo que sea buena idea pero yo no tengo buenas ideas —dice a mi espalda. Me giro, lo beso y sonreímos. Necesito cambiarme. Voy al baño, me pongo un pijama corto y cuando regreso a la cama lo encuentro tumbado, sin camiseta, esperándome. Tiene un cuerpo impresionante. La luz de la calle que entra por la ventana da directamente sobre él, parece un cuadro de claroscuro. Es arte. Me tumbo a su lado y sus brazos rodean mi cuerpo. Ahora, con mi cara contra su pecho, me siento segura. —Buenas noches —susurro. Me atrae un poco más hacia él para besarme la cabeza. —Descansa. Esto es la gloria. Estar entre sus brazos hace que todas las preocupaciones desaparezcan. No quiero pensar en qué pasará mañana, sólo disfrutar el aquí y ahora. Con esta sensación de paz no tardo en quedarme dormida. Estoy tan a gusto que, aunque escucho levemente el motor del Audi, sigo durmiendo. Con el despertador de mamá no pasa lo mismo. Son las seis y siento frío. No me hace falta abrir los ojos para saber que mi cama está vacía. Estoy sola. No era el coche del Señor Adams, era el de Hardy
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