Capítulo 5

2734 Words
IRIS Es domingo, la semana ha pasado muy rápido y no he hecho absolutamente nada. Desde la fiesta del miércoles no he salido de casa más que para ir con Pe a pasear a Pol o hacer la compra. Estoy hecha mierda, pero la vida sigue igual. El motor del Audi a las cinco, el desfile matinal de despertadores de mamá y las recreaciones con la peque. Pasan un par de días más hasta que el martes decido poner mi vida en marcha. Tengo que comenzar con la matrícula de la universidad si no quiero quedarme un año más fuera. A mis diecinueve años, sin haber repetido ningún curso, debería estar pasando a segundo de carrera, pero no podíamos permitirnos el coste de la matrícula. Por eso, llevo desde mayo del año pasado trabajando en un hotel donde he ganado suficiente dinero para pagar la matrícula de los cuatro años de carrera. En agosto se me acaba el contrato, así que aprovecharé hasta el último momento. Me paso todo el día arreglando papeles, jugando con mi hermana y cocinando galletas. El tiempo ha pasado volando, mamá y la peque están en el salón viendo Brave, por vigésimo tercera vez, les deseo buenas noches y voy a mi habitación. Después de una ducha, estoy en la cama tumbada abrazando una almohada. ¿Habían planeado atacarme? ¿Por qué querían grabarlo? ¿Qué habría pasado si Pe no hubiera encontrado a Hardy e Isan? Estas preguntas me rondan la cabeza desde el miércoles. No logro sacarme de la cabeza las cosas horribles que podrían haber pasado. Aún no se me ha curado la herida del labio pero no le faltará mucho. Paso horas mirando al techo repasado mentalmente todo lo que sucedió hasta que finalmente consigo dormirme. *** Motor del coche. Despertador. Despertador. Despertador. Pe. Pol. Guardería. Trabajo. Hoy tengo turno de mañana por lo que a las tres y media habré acabado. La cantidad de clientes en verano en muy elevada, estamos siempre ocupadas y, por eso, el tiempo vuela. A la hora de comer, mi compañera de recepción, Andrea, y yo nos reunimos con Lia, de animación. Las tres solemos pasar tiempo juntas. Aunque fui la última en llegar, me recibieron con los brazos abiertos desde el primer segundo. Lia es de Países Bajos, tiene veinte años, rubia, delgada, tez de porcelana y ojos azules. En resumidas cuentas, la chica perfecta. Después estamos Andrea y yo, las dos tenemos diecinueve años, ella está en segundo año de Medicina. Es Canaria, tiene un aire a Becky G, ojos marrones, piel color caramelo y un largo pelo oscuro rizado, precioso. Además, es un sol. Y yo, bueno, no estoy mal, no voy a fingir falsa modestia, pero al lado de estas dos bellezas no tengo mucho que hacer. Inglesa de nacimiento, con corazón español. Mamá es de Knightsbridge, Londres, ahí es donde nací. Se enamoró de Cristian Suárez mi odioso «padre». Él era español, por lo que pasé mis primeros seis años de vida entre Londres y España, hasta que decidimos establecernos. Hace cinco años él nos abandonó, o eso piensan todos, y nos quedamos aquí. —Dime que has visto al chico que entró anoche —dice Lia con picardía mientras muerde su manzana. —Te recuerdo que estaba de vacaciones —respondo con cara de satisfacción—. Me he perdido todo lo que ha pasado esta semana. Además, a ti todos te parecen guapos. Desde que lo dejó con su novio se pasa los días buscando a el chico de la semana entre los clientes y luego se propone liarse con él, cosa que suele suceder. —No, Iris —interviene Andrea—. Este es el chico de verdad. No es el de la semana, es el del mes, el del año. Guapo hasta decir basta, con unos ojos verdes de infarto y una sonrisa que hacer que se te caigan las bragas. Y te lo digo yo que solo tengo ojos para Mark. —Bueno, habrá que comprobar eso, no es que dude de sus gustos pero... es demasiado bonito para ser verdad. —Hará el check out en un rato, podrás comprobarlo tú misma. Llegó ayer, solo reservó una noche. No venía acompañado pero la habitación era para dos personas, a lo mejor acaba de romper con su novia y decidió aprovechar la reserva él solo. —Si ese fuera el caso —digo mirando a Lia—, sé de una que no tendría problema en hacerle compañía. —Cuando lo veas, seguro que a ti tampoco te importaría, cariño. Terminamos de comer y volvemos a recepción. Andrea está con unos clientes y yo decido ir adelantando papeleo para las próximas llegadas. He de admitir que cuando me centro en algo pierdo la noción del tiempo. Minutos después mi compañera se acerca a mí a paso lento. —El chico del que te hablamos lleva 5 minutos esperando Iris, deja los papeles y agárrate las bragas. Me pongo colorada, no me gusta hacer esperar a nadie, pero por fortuna el encargado no está por aquí, si no de una buena charla no me libro. —Buenas, disculpe la espera. ¿En qué puedo ayudarle? —digo con una sonrisa amable. Tardo unos segundos, pero aunque está de espaldas, sé quién es. Es él. Él es el chico del año según mis compañeras. Está con una chica muy mona, hacen buena pareja. —Hola, me gustaría hacer el.. —su expresión no cambia al verme. Quizás no me reconozca, entre el uniforme y el kilo de maquillaje que llevo en la cara, es normal— ... check out. —Termina de sacar la tarjeta de la habitación de su bolsillo. —Sí, claro, necesito que firme por aquí y listo. —Le dedica una sonrisa a Andrea, otra para mi y se marcha. —Nos vemos, Ve. La morena no sabe que esa frase va dirigida a mí. No hay peligro de que me sometan al quinto grado. Aún faltan diez minutos para acabar mi turno, pero el encargado nos deja irnos antes a casa. Cuando estoy llegando al coche, veo que tengo una rueda pinchada. Genial, lo que me faltaba. No tengo rueda de repuesto porque la utilicé hace un par de semanas y no he comprado otra. Pienso en llamar a la grúa pero tengo que recoger a Pe y no tengo tiempo de estar esperando. Estoy de camino a la parada del bus, cuando un Evoque n***o para a mi lado. Me tenso y acelero el paso. Soy yo —dice una voz grave y calmada. Giro la vista y lo veo. Hardy. —Hola —respondo sin detenerme. —Vas a seguir huyendo de mi o te llevo a algún lado. —No hace falta, gracias. —Venga, sube. Miro el reloj, si no quiero llegar tarde debería dejar que me llevase. No me va a pasar nada, es el héroe en mi historia, no el villano. Accedo y subo. Miro a la parte trasera del coche esperando ver a la chica, pero no hay nadie. —¿Buscas algo? —pregunta curioso con una sonrisa. —A tu novia. —No es mi novia. — Ya claro... —¿Dónde vives? —pregunta tras un breve silencio, aún con una sonrisa. —¿Y eso debería importarte porque...? —Porque si no sé dónde vives tendré que seguir dando vueltas a la misma rotonda diez minutos más. —En la Sin Nombre. —Así que en la Sin Nombre... Una niña de papá, cómo no. —Vuelve a su tono frío y distante. —No sabes de lo que estás hablando. No es la primera persona que dice eso cuando averigua dónde vivo. La urbanización sí tiene nombre pero se cambia con frecuencia. Se elige anualmente en función del dinero que los propietarios donen a ONGs y causas benéficas, allí son todos tan ricos que se les venera. El problema es que cambia tanto que la gente ni se molestaba en saber el nombre del año y empezaron a llamarla la Sin Nombre. No hace ningún comentario a mi respuesta. Me relajo y disfruto que los quince minutos de camino hasta casa. Bueno, disfrutar, lo que se dice disfrutar, tampoco. En la radio suena música electrónica a todo volumen durante todo el camino, la odio, pero no me voy a quejar. —Tengo que recoger a mi hermana de la guardería, ¿podrías dejarme ahí? —pregunto bajando la música. Y su mirada de no-toques-mi-radio se suaviza cuando la nombro. —Claro, ¿dónde está? —En la calle del Pub de Joan. ¿Sabes dónde es? —Ríe y asiente. —¿Sigue yendo a la guardería? ¿Cuántos años tiene? —Mi madre y yo trabajamos así que, aunque tiene edad de ir al colegio, en verano va a la guardería. Una vez llegamos, bajo del coche y me apoyo en la ventana. —Eres libre. Apaga el motor del coche y apoya el brazo en la ventana, dándome a entender que se quedará hasta que Penélope salga. —No hace falta, de verdad no... —¡Ve! —grita corriendo hacia mis brazos. Tras unos segundo, levanta la mirada y lo ve— ¡Zeus! —Hardy baja del coche y la alza en el aire. —Enana, estás más grande —dice mientras la despeina. Está relajado, sus ojos son tan cálidos como una chimenea un día de lluvia y su sonrisa es... es perfecta. Sólo se pone así con ella. —Te llevo a casa, vamos. Saca una silla de niños del maletero, la coloca en la parte trasera, Pe se sienta. ¿Y esa silla? ¿Tendrá hermanos?¿Hijos?¿Sobrinos? En este momento me doy cuenta de que es un extraño. Estoy dejando que un extraño nos lleve a mi hermana y a mi. Bien, Iris. Cuando llegamos, le indico el camino, aunque no hay pérdida. Para el coche, nos bajamos y se funde en un largo abrazo con Pe, le susurra que se cuide y la deja ir. —Gracias por traernos —digo sincera—. Supongo que tu intención era ir al lago ahora así que no te robaremos más tiempo. Le dedico una sonrisa y su mirada se oscurece. Me coge la cara con ambas manos y me besa. Una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo. Siento que el corazón se me va a salir del pecho y no pienso, solo siento. —Nos vemos esta noche. *** Ya hemos comido, Pe está durmiendo con mamá en el salón, así que aprovecho para llamar a Jen. —¡Iris! No puedes estar una semana desaparecida y hora llegarme con esto —dice enfadada. —Lo sé, lo siento. Es mucha información junta. —No, no te perdono. Estás saliendo con el chico más deseado de la uni y me entero cuando ya están casados. —Estás loca —respondo llorando de la risa—. Por cierto, ¿tienes pensado ir hoy al lago? —No, hoy voy a ir a ver a mi abuela. ¿Tú? Paula, Matías y Óscar estarán allí, podrías ir con ellos. —No, solo estaba preguntando. —Sé que hay algo que no me estás contando, tranquila, lo averiguaré. —Tengo que dejarte, te quiero. —No te librarás de mí tan fác... —Cuelgo. Puede que haya omitido la parte en la que me dijo que nos veríamos esta noche. Pero tengo una buena razón para hacerlo, si se lo dijera se volvería más loca aún y vendría a la fiesta solo para ver qué pasa. De todas formas no voy a ir a la fiesta, no va a pasar nada ¿no? Horas más tarde estoy tumbada en mi cama sin hacer absolutamente nada. Me aburro. Tienes plan para esta noche, mueve el culo —recuerda mi subconsciente. Son las siete. Si me baño ahora, me da tiempo de pasar unas horas en el lago y estar en casa a media noche. Así que me dispongo a hacer eso. Ducha rápida, colorete y un labial nude. El look lo completa un pantalón de pata de elefante n***o, un top ajustado y un collar de una golondrina, me lo regaló mi madre para mi cumpleaños y lo eligió mi hermana por eso es muy importante para mi. Cuando lo llevo puesto siento que las llevo conmigo. Jen no está, ellas serán mi ancla. Me despido de mi pequeña familia, cojo el coche de mi madre y me voy. Estoy en el lago, llevo diez minutos dentro del coche pensando si debería bajar o no. Finalmente, me decido por hacerlo. Por fin. Oigo la música, suena algo de Maluma, no sé cuál es exactamente. El aire huele tanto a alcohol que me podría dar un coma etílico solo con respirar, es la esencia de estas fiestas. Mientras bajo me encuentro parejas liándose a cada paso, también parte de la esencia. Me río por mis pensamientos. Ya en el lago no tardo en localizar a Matías. —Hola, forastera. —Hola, ¿hay algo para mí? —Vodka con limón, ¿verdad? Asiento. —¡Ha llegado la s*****a! —grita Paula mientras se acerca para abrazarme—.Me sorprende que sigas viva después de ir directa al iceberg. Nos miramos fijamente y comenzamos a reír. Ha pasado una hora desde que he llegado y aún no lo he visto. Tengo que hacer pis, cuando bebo voy más al baño que una embarazada en el tercer trimestre. Aviso de que me voy un segundo y aprovecho para intentar encontrarlo. Los alrededores del lago se resumen en dos palabras: basura y gemidos. Cuando, después de diez minutos, encuentro un lugar limpio sin gente para hacer pis, me doy cuenta de que hay una pareja teniendo sexo. ¿En serio? — ¡Vayan a un hotel! —grito, sorprendiéndome a mi misma. Lo estaba pensando pero no quería gritarlo así. Me alejo un poco cuando escucho algo. —Joder... Se me hiela la sangre. Es su voz, lo sé. Miro hacia todos lados y no lo veo, lo único que tengo cerca es a la pareja, la chica está apoyada contra un tronco mientras sus piernas lo rodean por la cintura. No. No. Eliminar. No quiero tener esa imagen en mi mente. Eliminar. Delete. Ctrl + Z . Me alejo un poco, hago pis y vuelvo. Necesito comprobar si es él. No puede decirme que nos veremos aquí y estar con otra. Sí, en realidad, sí puede ser. No lo conoces Iris. ¿Qué te esperabas? Estoy volviendo cuando veo a una chica, con mechas rojas, salir de entre los árboles con la falta enrollada en la cadera. Detrás está él. Me escondo para que no me vean, estoy tan enfadada que decido irme, no quiero hacer ninguna estupidez. Me despido de los chicos y subo dirección al aparcamiento. Estoy llegando a mi coche cuando alguien agarra mi muñeca. Me doy la vuelta y golpeo a quien sea que me agarre así. Cuando sus ojos verdes me atraviesan claramente sorprendidos, me doy cuenta de quién es. —¿Qué quieres? —¿Te ibas a ir sin saludar? —dice acariciando mi mejilla. —Sí, ¿por qué tendría que saludarte? —Porque viniste a verme a mí. —Deja de creerte tan importante y ve con tu chica. —¿Lo dices por lo de la rubia? Simplemente me divertía. Ya está —le quita importancia. —Lo digo por la pelirroja, pero veo que tienes para elegir, campeón. —Doy un par de golpes en su espalda y me voy. —Espera, es normal que estés celosa. Me río con sarcasmo, no sé por qué debería de estarlo. —No estoy celosa. —¿Seguro? —Sonríe—. Bueno, pues enfadada. —No estoy enfadada. Adiós. Es verdad, no estoy enfadada con él, lo estoy conmigo. Creo en el amor romántico y en las relaciones predestinadas. Cuando llegó en el momento justo para salvarme de las manos de Erick, pensé que era el destino o algo así. Supongo que al besarnos mi teoría se vio reforzada, pero esta noche me he dado cuenta de lo equivocada que estaba. Siempre he intentado no esperar nada de nadie, así no habrá dolor, pero nunca lo he conseguido.
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