Capítulo 4

4704 Words
IRIS Seguimos jugando con el agua cuando las risas y voces de un grupo de adolescentes interrumpe nuestra paz. Entonces, caigo en la cuenta, es miércoles. Se me había olvidado por completo. Los miércoles son día, y noche, de fiesta universitaria en el lago. Suele empezar a las tres de la tarde, en un claro del bosque donde hay mesas y barbacoas a unos 200 metros de aquí. Supongo que algunos se habrán adelantando para preparar las cosas antes de que llegue el resto. Informo a Pe de que es hora de irnos. Al levantar la mirada veo tres grupos de unos cinco adolescentes bajando por el sendero. Dos de ellos son de chicos que parecen sacados de una revista de PlayBoy, el otro de modelos de Victoria's Secret y luego estamos mi pequeña unicornio, y yo. Un pantalón vaquero corto y una camisa corta roja, muy básica, hacen que me sienta fuera de lugar en comparación las chicas de Victoria. —¿Te apetece ir por el camino corto? Ya tienes 5 años, creo que podrás con ello. Creo que será lo mejor, así podremos subir tranquilas. —¿En serio? Me mira a los ojos esperando una respuesta sincera. —Sí, pero prométeme que no le dirás nada a mamá. —Me agacho y le tiendo el dedo meñique. —Prometido. Entrelaza su meñique con el mío. Le doy la mano y nos ponemos a caminar. «Tardaremos unos 5 minutos» , la informo y ella asiente convencida. Estamos subiendo el segundo tramo del camino cuando noto un fuerte, muy fuerte, olor a m*******a. Genial, soy la hermana del año. No solo la meto en un lago infestado de hormonas sino que también la acerco a las drogas. Miro a Pe, pero no ha dicho nada fuera de lo normal, sigue intentando averiguar el color exacto del agua, lo que me tranquiliza. —...azul tampoco es, porque el cielo es azul y eso no es el cielo. Tiene que ser algo más verdoso, si verdoso. No, verdoso no es un color. Agua, es color agua. Pero el mar es agua y esto no es como el mar... —piensa en voz alta. —Es turquesa, como la gema. Mamá tenía una en casa, pero se perdió antes de que tú nacieras —digo casi sin querer. Pe mira el lago que está a mi izquierda y luego a mi. —¿Puedo verla? Asiento. —Intentaré encontrarla pero no prometo nada. Solo nos queda subir una pequeña cuesta y estaremos en el coche. De pronto, siento que algo no va bien. Al mirar detrás de nosotras veo un grupo de tres chicos. Los conozco, son Evan, Tristán y Joel, ex-compañeros de clase que ahora pertenecen a una banda callejera llamada Wolves. Por eso, desde el último año de instituto siempre llevan una prenda o accesorio rojo, es su distintivo macarra. Estuvimos tres años juntos en clase pero nunca nos llevamos bien. Son de esa clase de personas que disfrutan con el mal ajeno. De repente, un escalofrío recorre mi cuerpo, ellos nunca salen sin... Penélope tira de mi brazo, miro al frente y ahí está, con su retorcida sonrisa de suficiencia. Él, sin duda, es el peor. Es el más alto y corpulento, sus brazos están llenos de tatuajes y tiene el pelo oscuro. Estoy paralizada, debería haberme dado cuenta. Risas malévolas y porros, es obvio que serían estos cuatro idiotas. Decido actuar antes de que pase nada. Me agacho quedando a la altura de mi hermana. —¿Recuerdas el cuento del rapto de Perséfone, peque? —le susurro en el oído con voz calmada. Asiente. —Necesito que cuando te haga la señal actúes como Hermes e informes a Zeus de lo sucedido aquí. Recuerda, es muy importante que no te muevas de donde estés hasta que vaya a buscarte. Será nuestra pequeña recreación, ¿podrás hacerlo? —La miro directamente a los ojos mientras sonrío. Coloca sus rizos detrás de la oreja, se pone recta y asiente; ha aceptado el papel. Ésta es mi chica, valiente y decidida. El rapto de Perséfone es lo primero que me ha venido a la mente para explicarle lo que quería que hiciera y que lo entendiera rápido. Resumidamente, Hades, dios del inframundo, raptó a Perséfone, y Hermes, enviado por Zeus, trató de mediar entre ambos para lograr su liberación, luego las cosas no salieron exactamente como querían, pero la idea base está ahí. —Chicos, no puedo decir que sea un placer, así que si te quitas de mi camino, mejorará el día para todos. —Me dirijo a Erick, el moreno tatuado. Ya no soy la niña callada a la que estaba acostumbrado. Su expresión cambia, ahora hay un atisbo de asombro. —Vaya, vaya, pero si esta pequeña mierdecilla sabe hablar. Creo que es la primera vez en años que nos diriges la palabra, ¿qué pasa, no somos merecedores de tu tiempo? ''Pequeña mierdecilla'' una oleada de malos recuerdos me invade. No, no me derrumbaré, hace años que enterré todo eso. Ya no me afecta. Estoy confundida. Nunca he buscado problemas con ellos, es más, desde que acabamos el instituto solo me los he cruzado un par de veces. Pero si quieren problemas, los tendrán, sé defenderme. «Son cuatro —recuerda mi voz interior—, no puedes con ellos. Ten cuidado.» —Si lo que querías era hablar conmigo no tenías por qué arrinconarme en el bosque. Y no, no eres, ni serás nunca, merecedor de mi tiempo. Aparta. Da un paso hacia mí, cerrándome el camino. Desvío la mirada para guiñarle el ojo a Penélope, es su señal. Aprovecho la pendiente del camino para utilizar una de las tácticas de defensa personal que nos dieron hace años en Educación Física: pongo un pie delante del suyo, agarro sus hombros y tiro de él hacia adelante mientras me quito de la trayectoria de su caída. No cae pero tropieza, eso le da tiempo suficiente para llegar a los aparcamientos. Mi hermana está a salvo. Decido emprender mi marcha, cuando Tristán y Joel tiran de mí hasta alejarme unos metros del camino. Estoy muy nerviosa, hiperventilando. Al menos me calma el hecho de tener una visión clara de parte del aparcamiento. Espero que Pe haga lo que le pedí y no vuelva. Solo de pensar que algo le puede pasar... Las lágrimas comienzan a brotar sin siquiera darme cuenta. La mezcla de rabia, miedo e impotencia hacen que no pueda controlarlo. —¡Suéltenme! —grito. Sé defenderme, pero no puedo hacer nada para soltarme del agarre. Erick aparece sin camiseta, detrás de él viene Evan con un móvil. Forcejeo con ellos, quiero llegar arriba, buscar a mi hermana y salir tan rápido de aquí como pueda. Sin embargo, lo único que consigo es propinarles unos cuantos golpes. —¡j***r! —grita Tristán cuando le parto el labio. El moreno se deshace de la distancia que nos separa. Con cada paso que da, una necesidad de sangre me invade, como se atreva a tocarme un solo pelo juro que acabaré con él. —Así que no quieres perder tu tiempo con nosotros, zorra. Su mano recorre mi pecho y mi piel comienza a quemar. La repulsión que siento es tan grande que las nauseas hacen acto de presencia. Me quedo de piedra, esto no puede estar pasando. No a mi. No ahora. Se separa un segundo, acaricia mi mejilla y me golpea. Me quedo aturdida pero el sabor a hierro en mi boca me trae de vuelta a la realidad. Intento salir, trato con todas mis fuerzas de deshacerme de los dos animales que aún me sujetan. No lo logro. Él no para. Su mano sube por mi brazo, llega a mi clavícula y me agarra del cuello tan fuerte que casi no puedo respirar. Sus ojos azules se clavan en mi mente, está disfrutando. Tira de mi camiseta, rompiéndola. —Vamos Erick, esto no es lo que habíamos acordado —interviene Evan tras él. —Gilipollas. —Le escupo en la cara. —La gatita tiene agallas. —Ríe—. Tranquila, seré rápido. Sus labios en mi cuello me paralizan un segundo, mas en cuanto asimilo lo que está a punto de suceder, golpeo su entrepierna. —Hija de puta. Me da otro golpe. Esta vez duele más, creo que ha sido un puñetazo. No me da tiempo a asimilarlo cuando me da otro y otro, hasta que caigo al suelo. Lo último que veo es el aparcamiento, hay un chico vestido de n***o con una niña vestida de unicornio en brazos, Pe. Un fuerte golpe en la cabeza me deja fuera de combate y, de pronto, todo se vuelve n***o. Cuando segundos después logro abrir los ojos, no sé qué está pasando, oigo voces y golpes. Se están peleado. Pero ¿con quién? Todo es muy confuso. Distingo la silueta de un chico vestido de n***o o azul, no lo sé. Le están pegando, o él les está pegando a ellos. No, no puede ser, son cuatro contra uno, le están pegando. —¿Qué coño haces? —...divirtiendo... —Hijo de puta... arrepentir... Golpe. Golpe. Golpe. No puedo pensar con claridad. Mi corazón va a mil por hora. A pesar del fuerte dolor de cabeza y de querer matar a golpes a estos gilipollas, solo puedo pensar en una cosa. Necesito encontrarla, saber que está bien. Como puedo, consigo ponerme en pie y aprovechando el caos, me escabullo entre los árboles hasta llegar al aparcamiento. Estoy cabreada y asustada pero eso no me detiene, necesito encontrarla. —¡Penélope! —grito. De repente, el chico de n***o aparece con ella en brazos. Como le haya puesto un solo dedo encima será lo último que haga. Me mira preocupado, le dice algo, sonríe y la deja en el suelo. Corremos hasta encontrarnos y cuando logro llegar a ella, la abrazo tan fuerte que se queja. —¿Estás bien? —pregunto lanzando una mirada asesina al chico que la tenía. —Sí. Pero... pero.. tú... —Eh, estoy bien. Mírame, estoy bien. Lo has hecho muy bien. Gracias. —Me limpio la sangre del labio como puedo, le seco las lágrimas y la cojo en brazos. El chico de n***o se acerca cautelosamente, me mira de arriba abajo y hace una mueca. Es rubio, con el pelo largo en una coleta, uno setenta y cinco de altura y viste totalmente de n***o, excepto por un brazalete azul. —¿Y tú eres? —¿Yo? Nadie importante... solo el que ha cuidado a tu hermana. Espero que estés bien. Sus ojos parecen sinceros. —Y yo el tío que te ha salvado el culo. De nada —dice una voz grave, calmada. Me doy la vuelta para verlo. Lo examino con detenimiento encontrando un par de moratones en el brazo y un corte en la barbilla, está sangrando. Tardo poco en saber quién es, él es quien ha recibido una paliza por ayudarme; he de admitir que pensaba que acabaría peor. —Tú debes de ser Ve. Oír ese nombre en unos labios que no sean los de mi hermana hace que me sangren los oídos. Solo ella puede utilizar mi segundo nombre. Solo. Ella. —No, soy Iris, Iris Parks —corrijo algo irritada. El moreno de ojos verdes sonríe satisfecho. Penélope pone su mano en mi mejilla para hacer que la mire. —Es Zeus. Él es el que ha ido a ayudar a Perséfone y esta vez lo hemos logrado —explica mientras señala a sin nombre 2 y le dedica una gran sonrisa que él le devuelve— Y él es Isan, su mano derecha, se ha quedado conmigo todo el tiempo. —Señala a sin nombre 1. —Bueno, pues tendremos que darles las gracias, ¿no crees? Asiente contenta. —Gracias. Penélope se baja de mis brazos y corre hasta los chicos para abrazarlos. ¿Qué me he perdido? —Eres una guerrera. —Zeus la despeina. —Cuídate mucho. Mi mirada de agradecimiento les transmite lo que no puedo en presencia de Penélope. El rubio se queda con Penélope mientras el moreno se acerca a mí. —Deberías limpiarte la sangre, curar las heridas y contarle cualquier mierda creíble de lo que ha pasado. Sé original. Sus palabras me desconciertan en cierta medida, pero sé que tiene razón. Tengo que hablar con ella y llegar a casa antes de que lo haga mamá, no puede verme así. Tras una corta despedida, se dan media vuelta y siguen su camino dirección a la fiesta, mientras nosotros volvemos al coche. Al llegar a la urbanización Jorge, el portero, está en la entrada, como siempre. Me pregunto cuándo descansará, además, debe aburrirse muchísimo aquí sentado todo el día viendo entrar y salir coches. Entramos en la infinita calle llena de enormes mansiones, la urbanización está formada por una calle de doble sentido de unos mil quinientos metros en forma de "T" , a ambos lado de la carretera hay árboles muy altos además de farolas de estilo barroco. Una vez llegamos a la intersección, giramos a la derecha, dejamos atrás el parque y seguimos hasta el final. La última casa es la nuestra, la blanca, es más pequeña que el resto, pero es mona. Tiene un porche de madera con flores y un garaje de color marrón. No es impresionante ni enorme pero dos pisos, tres habitaciones y dos baños son más que suficiente para las tres. Pe se ha quedado dormida. Paso un brazo bajo sus piernas, otro por el cuello, la saco del coche e instintivamente se abraza a mi. —Ve, hoy he conocido a dos unicornios. —Su voz suena tan adormilada que no sé si es consciente de que está hablando. Me río en silencio y beso su cabeza. Antes de entrar en casa, compruebo que mamá no ha vuelto, la dejo en su habitación y entro en el baño. Necesito ducharme, necesito... al ver mi reflejo en el espejo no puedo contenerlo más. Me siento en el suelo del baño, abrazo mis rodillas, entierro mi cara en ellas y lloro hasta que se me gastan las lágrimas. Estoy temblando, ¿cómo he sido tan descuidada? Si le hubiera pasado algo a Penélope, no me lo habría perdonado nunca. «Cariño, la tragedia no tiene cara ni llama a la puerta, aparece sin más», recuerdo las palabras de mi abuela mientras lloro desconsolada. Pe estaba ahí, nos he puesto en peligro. Yo tengo la culpa. Mi hermana, mi responsabilidad. Tras unos minutos de debilidad, me limpio las lágrimas y me pongo en pie. No hay tiempo de ahogarse en la auto-compasión, tengo que ducharme y hablar con ella. Mamá no puede saber nada. Cuando llega, ya estoy limpia, he disimulado los moratones con maquillaje y, al igual que a Pe, le dije que la herida del labio me la hice con una piedra en el lago. Ella le ha explicado que hemos hecho la recreación de una de sus historias favoritas. Obviamente, no hemos mencionado cuál era y puede que accidentalmente omitiéramos el lugar exacto de la representación. Mamá sabe lo apasionadas que somos las dos con esas cosas, así que no es difícil de creer. Estoy hablando con ellas cuando suena mi móvil, sólo puede ser una persona. Corro escaleras arriba y entro en mi habitación. —¿Sí? —Hace años que no hablamos. Me dijiste que hoy te ibas a pasar por casa. ¿Has cambiado de opinión? —pregunta con tristeza fingida. —Hablamos anoche Jen, y no, ¡claro que no he cambiado de opinión! —Ese ha sido el intento más patético de mi vida de sonar emocionada. —Pasa algo. —No, estoy bien. —Intento parecer calmada, pero se me escapa una lágrima y la voz se me quiebra. —Iris, o vienes tú o voy yo ahora mismo. Tú decides. —No, no vengas. No quiero que mi madre sepa nada. En quince minutos estoy ahí. —Voy a comprar helado. Dejo el móvil sobre la cama y me preparo para la mejor actuación de mi vida. Hace años mi madre me dió uno de los mejores consejos que me hayan dado nunca y hoy voy a ponerlo en práctica por segunda vez. «Cuando pasó todo lo de tu padre sabes que estaba muy mal. Eras pequeña, pero lo recuerdas tan bien como yo. Me pasaba las semanas en pijama tirada en la cama viendo películas tristes y escuchando canciones aún más tristes en bucle. Me sentía tan mal que me descuidé a mi y también a ti. Lo siento, nunca podré compensarte lo suficiente pero te voy a contar algo que aprendí con todo aquello. Un día tu abuela vino e hizo que me vistiera como si fuera a una fiesta de empresa importante, me maquilló y me dijo que o me rehabilitaba y continuaba con mi vida o mi hija iba a pagar las consecuencias de tener una madre ausente. Y eso hice. Continué con mi vida. Hice todo lo que estuvo en mi mano para salir de ahí y aún lo hago. Además, continué vistiéndome como si fuera a ir a una fiesta, todos los días. Sé que te sonará un poco, o muy, superficial, pero el arreglarte, mirarte al espejo y verte bien ayuda a disminuir un poco el dolor y la carga que llevas dentro. Solo es un poco, pero poco a poco, día a día conseguí salir de ahí y superarlo. Seguí adelante y aquí estoy, sentada en una terraza frente a las dunas, con mi preciosa hija disfrutando de helado enorme de menta y chocolate. Si tu abuela no hubiera aparecido ese día, no sé qué habría sido de nosotras. Te quiero y lo siento tanto que duele.» Retoco mi maquillaje, un poco de colorete y unos labios nudes. Me pongo un vaquero n***o ajustado y una camiseta negra de mangas largas con transparencias en ellas. Estoy guapa y me siento como una mierda, pero una mierda bonita. Eso debería bastar para esconder todo lo que llevo dentro. No es excesivo así que mamá no se dará cuenta de lo que estoy haciendo. Voy a bajar cuando recibo un mensaje de Jen. Jen 16:30 Te apetece noche de chicas? Mis padres no están, tenemos toda la casa para nosotras. Estoy aquí para ti, siempre. Piénsalo Pd: ya tengo el helado. Iris 16:45 Cojo una muda de ropa y salgo. Nos vemos en 5 min. Cojo la ropa y aviso a mamá de que volveré mañana, es jueves así que libra. Mi hermana estará en buenas manos, pero les recuerdo a las dos que si pasa algo o necesitan cualquier cosa me llamen. Me despido de Pol y salgo en dirección a casa de Jen que está a dos minutos a pie. Su casa es enorme, una mansión en toda regla. Tres pisos, seis habitaciones, siete baños, piscina exterior, ventanales por todos lados, sala de cine y de juegos. Un sueño, pero si tuviera que limpiar todo esto sola, quizá cambiaría de opinión. Su portero me conoce así que no tengo que enseñarle identificación. Atravieso el jardín, y la veo esperándome en el sillón-columpio blanco con unas mantas rosas y mucho helado. Jen dice que el helado lo cura todo y después de pasar horas hablando, contándole absolutamente todo, estoy convencida de que tiene razón. Siempre sabe qué decir, sabe tranquilizarme y apoyarme cuando lo necesito. Quiero pensar que soy tan buena amiga suya como ella lo es mía. —Te quiero. —La abrazo—. Tanto tanto que... que.. que exploto —digo muy seria y ambas comenzamos a reír. Haber compartido tantos años a su lado hace que nuestra complicidad exceda los límites. —Yo también, Ve, ya lo sabes. Pero, espero no explotar, seguro a mis padres no les agrada encontrar la entrada de casa llena de pedacitos de su hija preferida. Sé que antes dije que Pe, era la única que podía llamarme Ve. Bueno, lo retiro, las únicas son Pe y Jen. Ellas son las que realmente me conocen, así que son las únicas que pueden llamarme como quieran. Mi madre también, pero eso es por derecho, ella me puso el nombre así que no le puedo negar que me llame como quiera, aunque ella prefiere Venus. —Posiblemente, volver a ver a los idiotas es lo último que te apetece hacer hoy pero... tengo en mente un par de miles de formas de matarlos o simplemente vengarnos. ¿Te apetecería ir a la fiesta y hacerles ver que a Iris Parks no la pisa nadie? Su propuesta es interesante, pero me ha cogido desprevenida. No esperaba volver a ver a esos cuatro hasta que decidiera cuál sería mi venganza. —Sé que es pronto pero tengo laxantes, muchos laxantes, esperando en el armario del baño para ser usados y creo que hoy sería una buena oportunidad... —Me mira con ojos de mamá osa comprensiva—. Además, los chicos que ayudaron seguro que están por allí y quiero encargarme personalmente de darles las gracias por ayudar a mis dos hermanas. Un par de compañeros de la uni estarán allí así que no estaremos solas. —Solo si me prometes que no te vas a separar de mi ni un segundo, iremos. —Alzo mi meñique. —Ni un milisegundo. Prometido. —Entrelaza el suyo con el mío. Retoco un poco mi maquillaje y estoy lista para salir. Jen tarda un poco más, pero es normal en ella. Elige un vaquero y una camiseta azul con un gran escote en forma de corazón, se pone un collar a juego, se maquilla un poco y estamos listas. Diez minutos más tarde estamos subidas en su coche dirección el Lago Martini. Son las diez así que la gente ya estará un poco más borracha de la cuenta, nada que no hayamos visto antes. Cuando llegamos el aparcamiento está lleno, los coches han empezado a aparcar a ambos lados del camino. Hacemos lo mismo y Jen me pregunta por quinta vez si estoy segura. Asiento. —Si en cualquier momento quieres irte, nos iremos. En cualquier momento, ¿vale? —Sí, gracias —lo digo tan bajo que por un segundo no sé si lo habrá escuchado, pero su ligero apretón en la mano, mientras seguimos caminando, confirma que sí. A esta hora, el setenta por ciento de la fiesta se ha trasladado al lago, la orilla está llena de gente sentada alrededor de una hoguera y en el agua no cabe una colchoneta más. Todos parecen tan ajenos a lo que pasó hace apenas unas horas aquí que me estremezco. No sé si ha sido buena idea venir, pero sí sé que si Jen está conmigo podré hacer frente a esto. Me preocupa es no poder contener las ganas de matarlos que tendré cuando los vuelva a ver. No tardamos en encontrar a sus amigos. Ya los conocía, son Paula, Matías, Óscar y Tom. Me caen muy bien y siempre han sido muy amables conmigo. Enseguida me siento cómoda con ellos. La noche pasa, yo cada vez estoy más relajada, más tranquila. Hasta que lo veo, es él. Me tenso y Jen se da cuenta, como dijo en casa no se ha separado de mi en las dos horas que llevamos aquí. —Ve, podemos irnos ya si quieres —dice en voz baja, para que nadie la oiga. —No...No. El laxante sigue en el bolsillo, y su sitio es en el vaso de ese hijo de puta. —Entonces es hora de encargarnos de eso. Asiento. —Matías lo hará, no le he explicado el por qué de hacer todo esto, pero lo odia tanto como nosotras por eso no ha preguntado. Estoy contigo. —Su voz suena tan calmada y segura que hace que me calme de inmediato. Es cierto, Matías se encarga de todo. Media hora después el idiota de Erick, el único que estaba aquí, se ha cagado encima mientras se liaba con una chica. Ha sido tal el ridículo que se ha ido minutos más tarde. Aunque me duele la barriga de reírme sigo sin soltar la mano de Jenny. Ella es mi ancla, no puedo perderla. Seguimos bebiendo hasta que vuelvo a tensarme. Jen me mira preocupada y sigue mis ojos hasta Zeus. Está aquí, no sé cuánto tiempo hace que está mirándome, pero noto cómo su ojos me atraviesan y leen mi alma. O simplemente está mirando a un punto fijo pensando en otras cosas y estoy aquí yo con mis paranoias mentales. —Está muy bueno —dicen Paula y Jen al unísono. Supongo que mi reacción no ha pasado desapercibida en el grupo. —Es él Jen, Zeus. Sus ojos se abren como platos y me mira incrédula. —¿Tienes idea de quién es ese? —Pues no, si lo supiera no me referiría a él como Zeus. Pero está claro que tú, y todos, sí lo saben, —Amiga, te presento al "Rey de Reyes", al iceberg que hundió al Titanic, al... no sé, está tan bueno que no puedo pensar. Ese de ahí —dice Paula señalándolo descaradamente—, es el mismísimo Hardy Blake. —Ahora que estás mojando las bragas tanto como las demás podemos darte la bienvenida oficial a la fiesta universitaria —interviene Matías. Miro a Jen, nos reímos tanto que el grupo entero se contagia. Al final terminamos todos con un ataque de risa. No sé si será el alcohol o que de repente me ha poseído la Viuda Negra, pero no le tengo miedo a nada. Voy a hablar con él. —Iris, ¿qué haces? Nadie habla con él, a no ser que él quiera hablar contigo. —Estás loca. —Esto va a ser interesante. Es lo último que escucho, pues ya estoy a unos metros de él. Ahora sí que me mira con curiosidad. —Hola, soy... soy... —titubeo. Esto no ha sido tan buena idea. —Sé quién eres, ¿qué quieres? —Darte las gracias, siento que te hayan dado una paliza por mi culpa y además ayudaste a mi hermana... —No me han dado una paliza, yo les he dado una paliza a ellos. Y, cualquiera hubiera ayudado a tu hermana, es pequeña pero tiene agallas, llegó exigiendo ayuda para Perséfone y no podíamos negarnos, aunque no entendimos lo que nos decía hasta que le pedimos que lo tradujera. Además. —Rueda los ojos—. No sé si te habrán informado pero nadie habla conmigo a menos que yo quiera hablar o seas de mi grupo de amigos, cosa que no eres. ¿No se supone que deberías estar en tu habitación en lugar de emborrachándote en el sitio del que has salido corriendo hace unas horas? Es tal la frialdad que transmite que me hace temblar, supongo que el alcohol también tiene algo que ver. —A ver si te queda claro. Primero, mi hermana y yo estamos a salvo gracias a ti y a tu amigo así que si me da la gana venir y agradecértelo lo hago, con o sin tu permiso. Y segundo, voy a pasar de tu comentario, claramente fuera de lugar, acerca del ataque y la actitud de la víctima, porque me parece tan frívolo que no debería salir de la boca de nadie, ni siquiera del iceberg que hundió el Titanic. Comienzo a caminar, pero me queda algo que añadir y me doy la vuelta. —Por cierto, mi nombre es Iris, por si tu pequeño cerebro no logró retener la información de hace unas horas. Sigo con el corazón acelerado cuando llego con los chicos y comienzan el interrogatorio. No les digo mucho, solo que he ido a presentarme y lo amable que ha sido. La noche acabó bien, la compañía de los chicos y las risas eran lo que necesitaba. Por su lado, el moreno siguió sentado en la misma roca bebiendo con sus amigos toda la noche, mientras sus ojos seguían cada uno de mis movimientos.
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