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LEILA —Gracias por venir a la estación a levantar la demanda. Son muy valientes. Comento un oficial mientras nos daban las indicaciones, pero mi atención estaba en Aitana que sigue con su mirada perdida. —Gracias, oficial —respondí . ¿Podrán atrapar a este hombre? Sabe dónde vivimos. —Pase el informe, más tardar mañana tendrán seguridad, pero quiero que entiendan que, si no tienen enemigos o sospechas, va a hacer muy difícil descubrir y empezar la búsqueda. —Es decir, que hasta que nos maten no estamos a la deriva —expresa Aitana, y termina de salir de la comisaria. —¿Llamarán si saben algo? —pregunté. —Sí. Lo mismo les digo, —afirmé. Salí corriendo detrás de Aitana, alcanzándola al cruzar la calle. —¡Aitana, espera! No estés sola. —No podemos estar pegadas todo el tiempo, Leila.