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DeathWhisper

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Blurb

En una pequeña ciudad donde la muerte parece no existir, Leila es un secreto bien guardado. Dotada de un poder envidiable, pero peligroso que solo conoce ella. Hasta que sus acciones, aunque bienintencionadas, empiezan a debilitar el delicado equilibrio entre la vida y la muerte, atrayendo la atención no deseada de fuerzas que desean mantener el equilibrio natural del mundo. Cuando sus habilidades son descubiertas, Leila se ve obligada a huir, dejando atrás su vida y a la persona a la que una vez amó.Cuando el ministerio del umbral pierde su rastro por años, envían a su mejor discípulo a buscarla, Drake; un hombre oscuro, frío de ojos penetrantes; que no deja lugar a concesiones. Su misión es clara: detenerla a costa de lo que sea antes de que sus poderes provoquen un daño irreversible en el universo.Cuando finalmente la encontró, no pensaba descubrir a una criatura desafiante capaz de sacar sus peores frustraciones que lucha por hacer el bien en un mundo donde la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. A medida que sus caminos se cruzan, la lucha entre la vida y la muerte se vuelve personal, la tensión entre ellos crece cada día, y algo inesperado sucede. Drake comienza a cuestionar su misión y a sentir una atracción prohibida.En un delicado juego, ambos tendrán que decidir entre seguir sus deberes o ceder a la pasión que amenaza con destruir sus destinos para siempre. Leila debe definir si su amor por Drake vale el precio de la vida misma, mientras que él debe elegir entre cumplir su deber o seguir sus sentimientos, porque el equilibrio que buscaban puede no ser el que esperaban.

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El Despertar de la muerte
Leila. Todo alrededor eran gritos, llantos, desconsuelo y frío. Las personas no dejaban de hacer preguntas tan inoportunas y fuera de lugar como: ¿Quién lo pudo hacer? ¿Qué le habrá sucedido? ¿Cómo sus padres superarán esta pérdida? ¿Estaría en malos pasos? ¿Se repetirá? ¿Tal vez tenía deudas con alguien? Preguntas tan fuera de lugar para los afectados. Todo era muy triste, no me gustaba ver llorar a las personas y en estos momentos todo el pueblo estaba en la casa del señor José y la señora Martha; esperando el cuerpo de su joven hijo, Francisco, quien fue encontrado en medio de la calle sin signos vitales fuera subido a la sala. Ellos eran las personas más queridas, amables, dulces y condescendientes, no merecían tanto dolor. —No me gustan estas cosas —.Dylan tomó mi mano mientras la apretaba con fuerza. Le tenía miedo a los muertos, decía que sus almas quedaban penando y eso no le gustaba —¿Podemos ir al jardín? Dylan era mi mejor amigo desde que tenía memoria, siempre estábamos juntos y nos cuidamos el uno al otro. Aunque, yo era más valiente que él, aunque no lo quisiera admitir. —No podemos irnos, toda la gente está aquí, y el señor José siempre ha sido bueno con nosotros, debemos darle nuestro apoyo —. Le recalqué e hizo un mal gesto. —Ellos no necesitan nuestro apoyo, ellos quieren de regreso a su hijo y no podemos darle eso —. Cierto. Le hice hacer silencio mientras las personas pasaban alrededor de nosotros para enterarse de lo sucedido. —Tendré pesadillas, las personas cuando mueran deben irse de una vez, no hacernos pasar por esto —observé a Dylan mientras devolvía por su boca todas las golosinas. —Eso es desagradable, —regresé mi mirada a los padres de Francisco, mientras los míos estaban a su lado consolándolos. —Nada de esto es agradable, mucho menos los muertos; es muy triste ¿Dónde crees que van sus almas al morir? —Yo también me hago esa pregunta. —No lo sé. ¿Temes que te salga en la noche y te asusté? — Me regresa la mirada, enojado —. Para tener diez años eres muy miedoso. —No soy miedoso, pero mis padres dicen que debemos mantenernos fuera de peligro, y es un muerto, significa que la muerte está cerca y no quiero ser el siguiente porque le parezco un niño guapo. —La muerte no funciona de esa manera, tarado. —¿Cómo sabes cómo funciona, chica lista? Yo sé más que tu como se maneja—mencionó en burla. —La muerte no va escogiendo almas porque les parecen bonitas, simplemente escoge a niños miedosos porque no les sirve en esta vida —dije con burla mientras abría sus ojos de miedo y arrugaba su ceño. —Eres una pesada —, reí mientras le daba palmadas a su espalda. Dylan salió corriendo hacia el jardín y minutos después salí a buscarlo, cuando me encontré con una puerta abierta y mi curiosidad hizo que investigara, sobre todo cuando escuché mi nombre detrás de ella. Empuje hacia dentro; era un cuarto muy frío y oscuro, que parecía un sótano. Lo repasé por completo hasta que mis ojos se toparon con el joven Francisco acostado en un ataúd esperando ser subido a la sala de su casa. Lo extraño era ver una vez más al hombre de n***o a su lado sin moverse. Me armé de valor como me enseñó mi abuela y me acerqué quedando a su lado, viendo lo mismo que él. El cuerpo frío y sin color de Francisco. —¿A dónde van las personas cuándo mueren? —El hombre de n***o me ignoraba. Volteé encontrándome su mirada, parecía sorprendido o eso creo, no era muy expresivo. —Es de mala educación no responder cuando se le pregunta algo, o eso dice mi maestra. —Eres una chica lista —menciona con su voz gruesa. —Eso dicen, soy la primera en mi clase. —¿Me ves y me escuchas? — Obvio ¿No debería? —. Una niña no debe estar sola y hablando con extraños. —Tú siempre estás cerca, no eres un extraño. —¿Siempre me has visto? —afirmé. Sonrió —. Eso no es bueno para ti. Espero que no me traiga problemas. —Yo nunca me meto en problemas, soy una niña obediente. ¿A dónde los llevas? —No me llevo a nadie. No deberías ser tan curiosa. Se volteó a mirarme directamente a los ojos, como si buscara algo en mí. Si creía que me iba a asustar, no lo va a lograr. Duró unos minutos observándome hasta que me regaló una sonrisa. —Te pareces mucho a tu abuela. —Lo sé. —Espero que no seas como ella. —¿Eso qué significa? Crucé mis brazos enojada —. Hasta cuando te enojas, te pareces a ella. —Mi abuela era la mejor de todas y te daría una paliza si te escuchara hablar de ella. —Pero ya no me escucha —vuelve a mirar a Francisco y luego a mí —. Definitivamente, me vas a traer problemas, pequeña luz. Lo observé impresionada, nadie me decía de esa manera, excepto mi abuela. —Debo irme —vuelve a verme —. No te metas en problemas. Dio media vuelta y se detiene —¡Ah! Esta conversación nunca ha sucedido, y no me has visto. Termino de decir saliendo de la habitación, eso fue muy raro. Volví a ver a Francisco, se veía mucho más grande, no un simple joven de dieciséis años. —Tus padres están muy tristes, espero que donde estés, seas feliz y saludes a mi abuela. Dile que la extraño mucho, yo aquí cuidaré de tus papás. La gente no debería morir, deja a muchas personas tristes, eso no era justo. —¡Leila! —Me sobresalté al escuchar la voz de mi papá —. ¡Leila! —¡Oh, no! —Había roto una regla de mis padres. —¡Leila, ¿Dónde estás? —Mi mamá, me va a matar. Salí corriendo de la habitación y llegué al jardín donde me esperaba mi papá. —¿Qué hacías? —Buscaba a Dylan, pero no lo conseguí. —Mm, te he dicho que no te apartes de mí en estos eventos ni toques nada. —Lo sé, lo siento. Tenía miedo de decirle que había visto a Francisco y hablado con el señor de n***o, y no porque hubiera hecho nada malo, pero no me gustaba ver a mis padres molestos conmigo. Regresamos a la sala y Dylan estaba sentado en una silla al lado de las escaleras de la puerta principal. —¿Dónde estabas? Te estuve buscando —dije al soltar la mano de mi papá y llegar hasta él. —Estaba en la cocina comiendo chocolate —me entrega uno —. ¿Quieres? —No. —Toma mi mano. —Estás fría, ¿estás bien? —Sí, solo que quiero irme a casa. —No podemos irnos —me saca la lengua devolviéndome mis propias palabras —.¿Qué hacías en el cuarto donde estaba Francisco? —¿Cómo sabes que estaba ahí? —le golpeé —. Sabías que te estaba buscando. —Te vi y te escuché desde la cocina, pero desapareciste por el cuarto y ahí no iba a buscarte. —Eres un mal amigo. —No me gustan los muertos, Leila. Siento que la muerte está muy cerca y no es bueno. —La muerte no te va a hacer daño mientras yo esté a tu lado, yo te cuido. —Me sonríe y nos abrazamos. —Eres rara, no puedes protegerme de la muerte, mami dice que todos moriremos en algún momento. Es el ciclo. —Me imagino que sí, pero tú no morirás mientras me tengas a tu lado. —Cuando crezca, me casaré contigo para que cumplas tu palabra —. Lo empujé y nos reímos. —Eres un interesado, la gente se casa porque se quiere, no para su propio beneficio. Tramposo. —Tú tendrás a alguien guapo a tu lado, soy el niño más cotizado de la escuela. —Y el más engreído. —Tú eres la más bonita, por eso debes estar a mi lado, —negué y él volvió a su chocolate mientras yo miraba a todos lados. —¿Seguro no te pasa nada? —Seguro. Unos minutos después escuchamos gritos en la sala, la señora Martha se desmayó de la impresión, el señor José no podía creer lo que estaba viendo al igual que todos en la sala, y no los culpo porque estábamos en frente de quién menos esperábamos. —¡Francisco, hijo, estás vivo! ¿Cómo? —Papá, ¿qué sucede aquí? ¿Por qué todo el pueblo está en nuestra casa? —parecía el mismo de siempre. Dylan estaba quieto como una roca. —¡Estás vivo! —gritó el señor José acercándose a él. —Me desperté en el sótano vestido así, pero... ¿Me explican qué sucede? ¿Por qué me miran así? ¿Y quién murió? —preguntó mientras señalaba la decoración en su honor. —Estabas muerto. —¿Yo? ¿Cómo? Estaba en casa de Fabricio y debimos beber mucho porque..., no recuerdo como llegué aquí. —¡Por Dios!, te veo y no lo creo —. Lo abrazó mientras todos alrededor estaban susurrando. Todo el mundo quería entender qué estaba sucediendo, hace un minuto estaba muerto y ahora está vivo y nadie podía entender nada. —Leila —escuché a Dylan —¿Le tienes miedo a un muerto? Me estás apretando mucho la mano. Vi mi mano sobre la suya y no sabía quién de los dos estaba peor. —Estás muy pálido, el miedoso eres tú. —Estamos viendo a un muerto vivo. —Dylan, o se está muerto o vivo, no ambas. —¿Tú no estabas con él hace un momento? ¿Sabías que estaba vivo? ¿Por qué no me dijiste nada? —Yo no sabía, lo vi dormido y salí a buscar a mi papá. —Leí algo de esto en internet sobre esto. —El niño cerebro no puede dejar de leer por un momento. —La lectura es sabiduría, pesada. —¿Qué explicación tienes para que esté vivo? Se quedó pensando por unos momentos mientras mi corazón estaba latiendo muy rápido. El señor José trataba de explicarle a Francisco todo lo que había pasado en los últimos dos días. —Es una enfermedad donde se mueren por un rato y vuelven, ahora no recuerdo el nombre. —¿Crees que él sufre de eso? —Subió sus hombros con un no sé. La señora Martha despertó para encontrarse con su hijo, esta vez vivo, lo abrazaba tan fuerte, ambos se veían felices. Mis padres suelen decir que cuando un ser viviente muere es porque está culminando un ciclo para iniciar otro mucho mejor; pero nunca hablaron de que un ser humano podría volver de la muerte y mi abuela tampoco me lo dijo. —Niños. —Escuchamos a mi papá —. Leila, es hora de irse a casa. Se veía muy serio. —Gracias a Dios —mencionó Dylan —. Estos eventos no son nada agradables, señor Héctor. —Estoy de acuerdo contigo. Mis padres se despidieron de los dueños de la casa y subimos al coche. Durante el viaje, mis padres vinieron hablando de lo sucedido. —Mamá — los interrumpí —. Dylan dice que existe una enfermedad que puede hacer que una persona la crean muerta ¿Será que Francisco sufre de eso? —ambos se miran. —Es una buena pregunta —, me responde. —Se llama catalepsia, es una gran posibilidad, ¿no crees, Héctor? —Ya sabremos qué sucedió cuando hablemos con Martha —enfatiza mi padre —. Por ahora, dejémoslos tranquilos, acaban de sufrir un gran susto. —Es cierto, y nosotros de vivir algo nunca visto. Ayer todo el pueblo fue testigo del primer muerto en tres años y ahora se despierta como lázaro de su tumba. —Mamá, quien muere, no puede volver de la muerte. Papá dice que es imposible, que a los muertos hay que respetarlos y tenerles miedo —aunque no es del todo cierto. El resto del viaje fue en absoluto silencio hasta que llegamos a casa y mis padres me enviaron a mi habitación. Todo era muy extraño, papá parecía preocupado y mamá trataba de disimular sus nervios, mientras las imágenes de Francisco entrando a la casa frente a toda la ciudad se repetían una y otra vez en mi mente y recordé las palabras de mi dulce, valiente y sabia abuela. «No hay nada más hermoso que respirar el aire cada mañana y saber que puedes vivir, porque la vida es un regalo que hay que saberla, disfrutar cada día». «Nunca se debe tener miedo a vivir y mucho menos a morir, porque vienen agarradas de la mano». «Nunca le temas a la muerte, Leila, porque es parte de ti como lo es la vida.» ¿Por qué era tan malo que alguien muerto volviera a la vida? Sus padres estaban felices y él volvía a tener una oportunidad. ¿Dónde estaba lo malo? Escucho a mi puerta y mi madre entra a mi habitación algo preocupada, pero con su sonrisa brillante. —¿Lista para dormir? —afirmé mientras me cargaba y me llevaba a la cama. —Papá, ¿está bravo conmigo? No habló mucho en el camino ni en la cena. —No está bravo, está impresionado como todos por lo que sucedió. —¿Por qué es tan malo que él haya vuelto? —No es malo, pero no debería. Me arropó y me dio un beso de buenas noches. —Descansa, mi corazón. —Mami, tú también te ves nerviosa. —Papá me dijo que te encontró en el jardín, algo asustada, ¿quieres contarle a mamá? —Fui a buscar a Dylan, pero no lo encontré. —Bien. ¿No pasó nada más? —negué. —★— En medio de la noche me desperté asustada, una sombra me observaba. —Mamá, ¿eres tú? De repente tengo mucho frío, veo la ventana abierta y me acerco a cerrarla cuando veo al hombre de n***o del otro lado de la calle viendo a mi ventana. Cerré con llave y fui a la habitación de mis padres. —¿Qué sucede, amor? —¿Puedo dormir con ustedes? Mi cuarto está muy frío y hay alguien. —¡¿Qué?! Mi papá se levanta de golpe y me pide que le repita lo que le dije, mientras nos pide a mi mamá que no salgamos de la habitación. —Ten cuidado, Héctor. —No le va a hacer daño, mamá. Él no es tan malo como parece. —¿De qué estás hablando? Mi papá vuelve a entrar a la habitación más calmado. —Nena, debiste tener una pesadilla; no hay nadie en tu habitación. —Ya se fue, está afuera, en la otra calle, mirando la casa. Mis padres se acercaron y papá parecía furioso. —¿Dices que ese hombre estaba en tu habitación? —Sí, pero cuando me desperté, salió. —¿Lo habías visto antes? —preguntó mamá. —Sí, en la casa del señor José, dijo que me parecía mucho a mi abuela. —No debes hablar con extraños Leila —me regaña papá. —No es un extraño, papá. Era amigo de la abuela, estaba muy triste cuando ella murió. Ambos se miraron sin saber qué decir. —¿Lo viste con la abuela? —afirmé. —La abuela me dijo que no debía decirle a nadie y que cuando él estuviera cerca tenía que hacer como si no lo viera. —Y tienes que seguir haciéndolo, ¿de acuerdo? —mencionó papá molesto —.Vamos a dormir. Los días siguientes aún se hablaba de la muerte y resurrección de Francisco, aún no se sabía lo que había sucedido, pero ya la gente le decía: el chico que despertó de la muerte parecía más alegre y sociable que antes. Todo parecía estar bien. El hombre de n***o aún me observaba a distancia con toda su seriedad, en tanto yo lo ignoraba como me lo pidió papá. —¿Vamos al río? —preguntó Dylan. —No te gusta pasar por el bosque, mucho menos por el río. —Quiero que veas que no soy un miedoso, y puedo cuidarte. —Se que me puedes cuidar, tonto. Estaba tan decidido que no le peleé y decidimos ir por el sendero hasta llegar al río, pero estaba muy fuerte. —Bueno, ya llegamos y ahora podemos volver. —¿No que yo era el miedoso? —Dylan, eres valiente, ya lo sé; pero el río está muy fuerte y papá dice que no debemos acercarnos cuando el río está así, es peligroso. —¡Miedosa! Empezamos a jugar con las hojas hasta que nos pusimos a correr, sin querer me tropecé cayendo al río y Dylan detrás de mí, no podíamos nadar hasta la orilla por más que lo intenté hasta que perdí el conocimiento y desperté en la orilla del río al final del pueblo, toda empapada y el hombre de n***o estaba a mi lado. —¿Estás bien? —Dylan. El río. Miró hacia un lado y vi el cuerpo de Dylan en el otro extremo con su cuerpo y ropa mojados como el mío. —¡Dylan! ¡Dylan! Llegué hasta él, no se movía, no respiraba, nada. Miré al hombre de n***o. —¡No puedes llevártelo, no a él! Él es una buena persona, le prometí cuidarlo. —Ya se ha ido, nada tengo yo que ver con él. —No lo puedes dejar morir. El hombre de n***o me sostenía de una mano sin dejar que me acercara a su cuerpo. —¡Dylan! Vi a otro hombre de n***o acercarse a su cuerpo, pero esta vez tenía el cabello n***o, no como la noche, ojos oscuros y fríos, no como el amigo de mi abuela. —¡No lo toques! —me miró sorprendido y le volví a gritar —. ¡No lo toques! Me solté el hombre de n***o. —¡NO! Me acerqué a él, me puse sobre su cuerpo evitando que el otro hombre lo tocara. —Puedes verme. —No permitiré que te lo lleves. El hombre de ojos n***o miro al otro hombre de n***o, con rabia. —Esto no puede estar pasando. —¡Aléjate de ella! Dylan empezó a toser, su cuerpo empezó a tomar color y sus ojos abrirse ¿Cómo era posible? —Leila... —Otra vez. El hombre de n***o hizo un círculo con sus manos y empujando al hombre de ojos negros. —Pequeña vida, corre con tu amigo de aquí y vete a casa. No hables de esto. ¡Corre! Su voz fue fuerte y de mando. —¿Qué pasó? —pregunta Dylan. —Caímos al río, ahora corre a casa, vamos. Salimos corriendo y Dylan parecía desorientado, llegamos mojados a casa y mi mamá se asustó. —¿Qué pasó? —pregunta Dylan. —Caímos al río, ahora corre a casa, vamos. Salimos corriendo y Dylan parecía desorientado, llegamos mojados a casa y mi mamá se asustó. —¿Qué les sucedió? —Caímos al río y ya no recuerdo más —mencionó Dylan—. ¿Quiénes eran los hombres de n***o? —¿De qué están hablando? —Interrumpe mamá. —Caímos al río mamá, y despertamos en la orilla, el amigo de mi abuela estaba a mi lado, luego llegó otro y se quería llevar a Dylan. —Les haré un té, vete a cambiar y llamaré a los papás de Dylan. Subí corriendo, asustada, no sé qué había pasado o como sucedió, pero Dylan estaba muerto y ahora había vuelto, el hombre de ojos negros parecía enojado y algo estaba mal en esto. Una hora después la señora Sandra fue por Dilan y mi papá discutía con mi mamá en la sala. —Esto no debería estar sucediendo, no lo quería cerca de ella, esto es su culpa. —Héctor. Leila dijo que ambos cayeron al río y se despertaron en la orilla. El río está crecido, es imposible que hubieran nadado hasta la orilla. —No lo quiero cerca de ella, de nosotros. —Ya es muy tarde —escuche la voz del hombre de n***o. —¿Qué haces aquí? ¡Largo! —Tú tomaste una decisión y yo la respeté al igual que la de tu abuela, pero esto es más grande que tú. —Eres un hijo de puta, ¿no entiendes lo que haces? —Tú eres el que no entiende. Deben irse de esta ciudad, ¡Ahora! Tenemos una vida aquí, no me voy a ir por lo que tú haces, simplemente ¡Detente! —gritaba mi papá. —No es lo que yo hago, recuerda que yo no existo sin ella. —No me salgas con esa estupidez. Volviste hace cinco años para arriesgar nuestra vida, mi madre murió por tu culpa. —No fue mi culpa, ella murió defendiendo lo que amaba. —Sí, murió por defenderte a ti, por darle vida a lo que ya está muerto. —Es decir, que prefieres que no hubiera regresado a la vida a Leila —¿volví a la vida? ¿Morí? —No te pases de listo. —Se ahogó en el río como lo hizo su amigo. —¿Tenías que revivirlos a los dos? ¿Al joven? ¿Y a todos lo que has regresado a la vida durante estos cuatro años? ¡Lárgate de aquí! No te quiero cerca de mí ni de mi familia. —Héctor, por favor. Cálmense —interrumpe mi madre —.Es tu padre —mi abuelo. —Este hombre mató a mi madre por lo que hacía y ahora pretende que dejemos una vida porque no se detiene. —El ministerio de la muerte llegó al pueblo, saben que están aquí. —Mamá murió, yo no tengo dones y si están aquí es por tu culpa. Se me cayó el vaso de agua que tenía en la mano y los tres subieron su mirada hacia mí. —Leila, ve a tu habitación —ordena papá. —¿Eres mi abuelo? —pregunté al hombre de n***o. —Lo soy, pequeña vida. Y te di una orden, ¿recuerdas? —afirmé. —¿Hablas con mi hija? —Volvió a reprochar mi padre. —Es mi nieta. —No lo repitas, no vas a volver a poner a mi familia en riesgo. La casa empezó a ponerse oscuro, el hombre de n***o se puso nervioso. —Héctor, agarra lo que tengan de valor y salgan de aquí con Leila. —¡No! Si viene por ti, asume las consecuencias de lo que haces. Mi madre murió hace un año para que no llegaran a ti y ya me cansé de esto. —No discutiré contigo, eres mi hijo, y aunque no lo entiendas, ahora sabrás lo que un padre es capaz de hacer por sus hijos. —¡Mataste a mi madre antes de renunciar a tu don, así que no vengas con amor paternal! El frío empezó a invadir la casa y mi abuelo apareció a mi lado. Me cargo. —¿Recuerdas lo que te ha dicho tu abuela? —afirme —. Bien. Yo te cuido. Pasó sus manos rodeando mi cuerpo mientras repetía las mismas palabras que mi abuela me decía cuando estábamos a solas, y mi cuerpo brillaba. —Tú también lo haces. —Eres nuestra pequeña vida. No te metas en problemas, ¿de acuerdo? Las puertas empezaron a moverse, mis padres parecían asustados y de pronto ya estaba frente a ellos, mi abuelo me entregó en sus brazos. —Me estás arruinando la vida —se quejó. —Lo que digas, pero sal de aquí con ellas, yo les daré tiempo. —Si vienen por ti, ¿por qué nosotros debemos correr? —No vienen por mí. Se escuchó un estruendo en la parte superior y una voz escalofriante. —¿¡Dónde estás, vida!? —Salgan de aquí, ahora. Mi padre salió furioso al lado de mi madre y conmigo en brazos, mientras se escuchan objetos romperse dentro de la casa. —Esto es insólito —papá me dejó en el piso —siempre aparece para arruinar nuestras vidas. —Le salvó la vida a nuestra hija. —Con ella era suficiente, ¿Por qué regresar a los demás a la vida? —Papá —me mira —. Hay que ayudar a mi abuelo. —No lo vamos a ayudar, él es grande y debe hacerse cargo de su desastre. —¿Esa gente lo persigue por regresar a los muertos a la vida? —pregunte. —Sí. Todo en la vida es un equilibrio, Leila. —Sabias palabras pequeño Héctor — aparece un hombre pálido con ojos igual de negros y fríos que el hombre del río —. Cómo has crecido. —No tengo nada que ver con eso, si ese hombre no quiere detenerse no es mi culpa. —Mm, lo siento; pero de tal padre sale el hijo. No puedo permitir que sigas arrebatándome el alma de mis muertos y regresándolos a la vida. —Yo no hago eso. —Alguien lo hace, y no es él. El hombre extendió sus manos y papá empezó a caer en el piso como si se estuviera ahogando. —¡Papá! —¡Héctor! Empecé a llorar de la rabia, quería que se detuviera, estaban matando a mi papá. De pronto sentí una gran fuerza rodeándonos y todo a nuestro alrededor se puso blanco como una bomba y caímos todos al piso. No sabía qué sucedía, pero algo en mí me decía que nada sería como antes, la muerte había despertado y estaba metida en serios problemas.

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