Drake
Esto era una mierda, nunca me había sentido mal y era una basura.
— No te ves bien — con todo mi malestar, su voz era una perturbación más.
— Danael, no eres bienvenido, te lo he dicho.
— Y yo te he dicho que me importa muy poco lo que digas. Te traigo noticias.
Lo miré irritado, esperando que terminara de hablar en vez de comerse mis panques sentados en mi sofá como si fuera el dueño.
— ¿Vas a decirme las noticias o me vas a seguir molestando con tu presencia?, y deja de comerte mis cookies —Me acerqué quitándole el resto que tenía en su mano.
— Eres un pesado. Además, tú odias todo lo que tenga chocolate y a mí me encanta.
— ¿Qué quieres? Y lárgate.
— ¡Uy! Pero qué amargado. Estás más insoportable que de costumbre ¿Por qué te ves tan mal? —volvió a agarrar uno de mis cookies de chocolate, ignorándome por completo.
— ¿No tienes nada que hacer?
— Por supuesto, y molestarte es una de ellas. Te ves como si un tractor te hubiera caído encima. Diría que estás enfermo, pero eso imposible porque no nos enfermamos.
Vi sacar uno de sus bolsillos un chocolate cuando terminó con mis cookies y empezó a comer.
— Acabas de comerte mis cookies de chocolate, ¿y comes más? Es asqueroso.
— No lo es, el chocolate es lo más divino que tiene la vida y la muerte, ¿y qué te afecta? Iban a terminar en la basura por ti, mejor me los como yo.
Respire profundo mientras me servía un vaso de agua de limón.
— ¿Sigues débil? —, juró que le cortaría la lengua si pudiera. — No me mires de esa forma, te conozco bien y algo no va bien contigo.
— La palabra debilidad no la conozco.
— Drake, somos amigos, ocupa el uno por ciento de las personas que te soportan. ¿Me dirás qué sucede?
— No sucede nada.
Odio que la única persona que puede decirme más de diez palabras sin estar aterrado era una molestia, fastidioso e imparable.
— Si no te pasa nada, ¿Por qué pareces un fantasma? Y viniendo de nosotros, eso es mucho porque somos la elegancia y la belleza reencarnada, aunque no eres más guapo que yo.
— ¿Te he dicho que un día cortaré tu lengua?
— Las mismas veces que te he dicho que te sacaré los ojos.
Va a la nevera y empieza a sacar un montón de cosas que ni sabía qué había y empezó a batirlas. Mientras veía por la ventana, la luna era brillante, pero algo se sentía diferente.
— ¡Toma! — Danael me entrega un vaso con algo asqueroso.
— Estas de broma si crees que me tomaré eso.
— No te envenenaría y, si lo hiciera, igual no podrías morir. Bébelo, te vas a sentir mejor.
— Huele horrible.
— Todos los remedios huelen horrible — lo probé y casi me vomito —. Algunos saben peor, tómatelo o yo mismo te lo empujo.
— Como si pudieras tocarme más de un minuto.
— En estos momentos, te daría una paliza y no podrías hacer nada.
Termine tomándome todo el batido asqueroso que me hizo este idiota de un solo trago. Era peor que mi malestar, al terminar la última gota lo escucho reírse.
— ¡Vaya! Sí que te sientes mal para tomarte esa porquería, por cierto, tiene un toque de chocolate.
Le lanzó el vaso que esquiva muy fácil con mover una de sus manos.
— Te mataré.
— No puedes, ¿Por qué lo aborreces tanto?
— ¿Qué te importa? — fui al baño a lavarme la boca, ese sabor es horrible.
Al salir vi al idiota sentado en mi cama comiendo otra barra de chocolate.
— ¿Cómo te sientes ahora?
— Con ganas de darte una paliza.
— Eso quiere decir que sirvió, ya tienes mejor semblante.
Iba a responderle con un golpe cuando me di cuenta de que tenía razón, me sentía mejor.
— No sé qué es, pero en ocasiones me debilito, es como si me arrebataran algo. Esto no me agrada.
— Mm, lo que te vengo a decir tampoco te va a agradar. — Se puso serio, lo que significa que si era grave.
— Habla de una vez, antes de que te quite el peinado perfecto que tienes.
— Tu lista no está completa, las almas no han pasado al más allá.
— ¡¿Qué?! Imposible.
— Lo sé, revisé el listado del ministerio, han muerto, han sido recolectadas y presentadas, pero de repente — truena sus dedos — desaparecen.
— No es posible que desaparezcan, ¡¿en dónde diablos están?!
— En sus cuerpos, caminando por las calles — lo miro sin creer lo que me dice — están con vida.
— Maldita sea. Otra vez, ¿Cuántos van?
— Lo suficiente para que el ministerio solicite tu presencia, están molestos porque les has mentido.
— No lo he hecho. —Le di una patada a la silla de mi habitación.
Este día no podría estar peor.
— Drake, pensé que habías encontrado a la persona que los estaba reviviendo.
— Yo también, los llevé ante ellos, verificaron que era un ángel de la vida.
— Como sea. El jefe quiere verte.
— ¿Cuándo fue la última vez que perdimos un alma?
— Hace dos días. Aitana Kotler.
— La chica del callejón. — Era imposible, no había manera de que viviera, si murió a la primera herida. Ni siquiera yo podía...
— Pareces muy furioso.
— No tuvo una muerte muy bonita, ¿cómo pudo volver a la vida?
— La mayoría de nuestras almas no tienen una muerte bonita, Drake, o por lo menos no las que nos toca a nosotros — respira profundo y se acerca a la ventana —. Quien lo haga tiene un poder increíble. Según las malas lenguas, ningún ser que haya tenido el don de la vida ha podido revivir aquellas almas que ya hayan pasado la línea del umbral. Esta es la primera vez que el ministerio pierde almas de esta manera.
— ¡Demonios! Debe estar cerca.
— ¿Por qué lo dices?
— Porque es la primera vez que me quita un alma.
— En realidad — pasa sus manos por la cabeza con frustración — es la quinta alma de tu lista.
— ¡Puta madre! ¡Bromeas! — niega —. Me está robando mis almas ¿Por qué me lo dices hasta ahora?
— Las veces que he venido a decirte estas como alma en pena y no te ves nada bien.
Se voltea a verme, con una mala expresión, luego respira profundo, sentándose a mi lado.
— Drake, tienes una misión que cumplir y he cubierto algunas de tus almas robadas, pero ellos lo sabrán tarde o temprano. Busca a la persona que nos está metiendo en problemas y lo que te está ocasionando esos malestares.
— Es lo que he estado haciendo, ¿o crees que ando jugando?
— No te enojes, caray, solo quiero ayudar. Me voy, te dejo con tu amargura antes de que me la salpiques.
— ¿No se supone que eres mi amigo y te aguantas mi mal genio?
— Acabas de admitir que soy tu amigo — celebra como un niño — eso debí grabarlo y no, no tengo que aguantar tu mal humor. Mi tolerancia está reservada para una persona y no eres tú.
— ¿El alma que estás buscando? — sube sus cejas sorprendido y serio — sé escuchar, Danael. Ten cuidado, conoces las reglas.
— Tú también. Busca el alma que debes.
— Y tú deja de buscar lo que no debes.
— Ajá. Lo que tú digas. No tardes que el jefe te espera y no está de buen humor.
— ¿Cuándo lo ha estado?
— Cierto. Aunque tú eres peor que él. Vas a estar bien.
Desaparece dejándome con muy mal sabor.
Debe ser bien atrevido, robarme mis almas, ¡Mis almas! ¿Quién demonios se cree? Cuando tenga a esa persona en mis manos, va a saber lo que es robarme a mí; va a sufrir.
—*—
Al llegar al ministerio, siempre era lo mismo, todos se alteraban como si fuera la misma muerte, que lo era, pero no era la única, solo tenía la dicha y la desgracia de ser la más fuerte e insensible de todas, y, aun así, alguien se atrevía a robarme y lo iba a lamentar muy caro.
Caminé por el pasillo hasta llegar a la sala del consejo, donde me esperaban los tres jefes antiguos, los que hacían cumplir las reglas y sobre todo quienes se encargaban de que nada alterara la grieta del destino.
— Drake, te tardaste en venir. — mencionó Hazmet, el segundo más antiguo de las almas, y no me odiaba.
— Estaba ocupado cumpliendo con mi deber antes de ser interrumpido.
— ¿Tu deber? Se te dio una misión hace unos años y aún esperamos que la cumplas.
— He traído ante ustedes a seres de vida que ni sabían que existían, que no fuera la que buscan, no es mi culpa. — dije con toda frialdad.
— Drake — me llama Dhalia, con su voz dulce como si eso calmara mi genio — la persona que está recuperando esas vidas hay que detenerlas.
— Eso ya lo sé, estoy en eso, pero vuelvo a decir. No es mi culpa que los que he traído ante ustedes no sean la persona que buscan.
— Bájale a tu tono de voz, muchacho, recuerda ante quienes están — interrumpe Hazmet.
— Lo recuerdo muy bien, es la razón por la que estoy perdiendo mi tiempo aquí y no haciendo mi trabajo. —respondí, mirándole a los ojos, algo que odiaba. Según los rumores, nadie podía sostenerle la mirada más de un segundo y eso lo engrandece, algo que conmigo no iba.
— Insolente.
— Eso no es nuevo.
— ¡Basta! — menciona Gamet, el anciano que mantiene el equilibrio entre el más déspota y la más dulce — Drake, sabemos qué haces un buen trabajo, pero ya tenemos muchos reclutadores quejándose de que alguien les roba sus almas, la lista se está alterando y los que deben estar muertos siguen vivos.
— Eso altera la línea, la grieta puede afectarse y el mundo estaría en un caos. — Siempre el mismo cuento. — No queremos presionarte, pero debes encontrar a este hombre, mujer o niño que provoca esta alteración en la lista. — Termina de ordenar Dhalia.
— Tal vez estás cansado, ¿quieres que te quitemos esta misión y dársela a alguien que sí esté comprometido? — No pierde oportunidad para querer resaltar las habilidades de su hijito mimado.
— Aunque pongas a Hartl a buscar al mismo Lucifer, podrá superarme, por eso esta misión se me dio a mí y no al irresponsable que tiene por hijo.
— ¡¿Cómo te atreves?!
— No estamos aquí para discutir. — Reclama Gamet levantándose de su silla. — Drake, acompáñame.
— Me pondré una vez más a buscar a esta persona, me lo tomaré más personal si eso los tranquiliza. — Dije con sarcasmo mirando a Hazmet.
Odio que cuestionen mi eficiencia y mi deber, todo porque una persona que se cree con el derecho de robarme y escabullirse, cuando lo tenga enfrente, lo entregaré como un saco de boxeo desgastado.
Salí de la sala detrás de Gamet en silencio, algo que agradecía por mi dolor de cabeza que estaba por estallar; llegamos a la zona neutral donde solo entrabamos cuando no quería que nadie escuchara.
— ¿Te sientes bien? — pregunta de repente.
— Bien.
— No parece, luces enfermo, algo nada probable en nuestro gremio.
— Estoy bien — respondí cansado y perdiendo mi tiempo —. ¡Auch!
Siento un golpe en mi cabeza, para terminar de agudizar mi dolor.
— No me hables en ese tono, yo sí te pongo en cintura, muchacho amargado y obstinado. — El único que se atrevía a golpearme, además de Danael, con la diferencia de que a él sí no podía responderle con otro golpe. — Modera ese tono, sobre todo con los demás jefes. No puedes ir a irrespetarlos.
— No lo hago, pero sabe que a ese tipo nunca le he caído bien. Tipo para más insoportable y engreído, se cree cruel y despiadado.
— Lo es, así que no lo busques.
— Lo era, antes de que le quitara el título, y no soporta eso, porque ni su hijo ha podido llenar sus estándares.
— No busques peleas e ignóralo como hasta ahora. Mejor hablemos de lo más importante.
— Creí que todo aquí era significativo —toqué uno de los libros que tanto resguarda y me golpeó la mano.
— No toques. Aquí todo es crucial, pero unas cosas más que otras. El ser de vida que está haciendo estragos...
— Estoy buscando, pero...
— Ya lo sé, tomas muy en serio tu trabajo, no me lo tienes que decir, por algo te escogimos.
— Dhalia y usted, porque el tirano envidioso, quería a su hijo.
— Respeta muchacho, aunque no te caiga bien es un jefe, así que cuidado como hablas puedes pasarte de la línea y recibir un castigo y no podre interceder por ti. — Ruedo mis ojos como si me importara ese viejo. — Las cosas han empeorado.
Lo escuché atentamente, porque es algo que me compete, mucho más ahora que se volvió personal.
— La persona que buscas puede ser un joven de veinte años, tal vez uno o dos años más o menos.
— ¿Cómo lo sabes?
— He estado investigando las grietas y los movimientos de los nombres de la lista.
— Puede ser cualquiera de los que se han traído, de hecho, todos han movido nombres.
— Pero la fuerza o el don de esta persona es mucho más grande que cualquiera de los demás, su don no solo regresa la vida de humanos, sino de todo ser vivo, plantas, animales, y todo aquello que respire; pero lo que es más preocupante es que puede sacar una vida del umbral incluso días después de su muerte, y ningún ser que haya dado vida ha podido hacer eso hasta ahora y el primero fue hace veintidós años o tal vez más, no solo con una vida humana.
— ¿Eso no lo puede hacer cualquiera de ellos?
— No, es como tú. Tus dones son especiales y únicos.
— ¿Por los mismos motivos?
— No lo sé. Lo que sí te puedo decir es que ha abierto una grieta muy grande y no nos favorece a ninguno de los dos mundos.
— Si es así, ¿por qué sus propios jefes no la detienen? Me imagino que deben tener uno igual que nosotros.
— Ahí está el problema — lo miro sin entender — ni ellos mismos saben quién es.
— ¿Eso puede ser posible? No se supone que tienen el nombre de cada uno de sus discípulos igual que nosotros.
— No de todos — me mira provocándome una incomodidad que no me gusta —. Ellos están buscando su origen desde hace mucho, lograron ubicar un pueblo en Bélgica donde vivía la primera alma sacada del umbral de los humanos, pero, como mencioné, ya había ocurrido con animales y plantas que llevaban horas, incluso años muertos.
— ¿Años? ¿Puede revivir a humanos que hayan muerto en años? —Eso sí, me desconcierta.
— Con humanos, solo se han verificado horas y días, con animales algunos meses y plantas años. — Por Dios —. Como verás, no podemos descartar la idea de que puede revivir a un alma que ya haya pasado años en el umbral.
— Diablos, eso no es bueno.
— Nada de esto es bueno, se puede alterar la línea mezclando ambos mundos y sabes lo que sucedería.
El dolor de cabeza se volvió más fuerte de lo que ya era, este día no parece mejorar en nada.
— Además, has sentido su poder.
— ¿Yo? ¿Cuándo? Si lo hubiera sentido, no lo hubiera dejado escapar.
— Te ha robado almas de tu lista — diablos, lo sabe. — Danael puede cubrirte en eso ante los demás, pero yo no soy los demás. Soy un viejo sabio, no un tonto. La edad trae experiencias de vida que te hace ser más observador, analítico, y sabio, por eso es bueno escuchar la voz de un alma vieja.
— ¿Eso es un consejo directo hacia mí?
— Tómalo como desees, pero si esta persona es capaz de robarte a ti un alma, imagínate cuán poderoso puede ser.
— Bien, lo entendí. Debo encontrar a esta persona como sea y lo antes posible.
— Quiero que tomes esto y una vez lo leas, lo quemes.
Me entrega un pergamino muy viejo que parece que se va a desintegrar si se toca.
— Ábrelo cuando estés solo y nadie te vea. Lo que está ahí es confidencial. —Afirmé y me dispuse a irme —, Drake, ¿no has sentido algo diferente en estos días?
Además de esa voz que me perturba en las noches, la calidez del aire, la luz, la paz y la debilidad.
— No, nada. ¿Por qué?
— Solo preguntaba: si sientes o ves algo que no sabes explicar, dímelo antes que a nadie, ¿de acuerdo?
— De acuerdo.
Salí del ministerio con más responsabilidad que cuando entré, y con la sensación de que ignoraba algo y no sabía qué era.
—*—
En el resto del día me dediqué a recolectar las almas de mi lista, pero esta vez me quedaba un poco más de lo debido a esperar si aparecía alguien para revivirlo, pero no había nada.
Cuando se terminó mi último nombre, decidí volver a casa, pero no sin antes pasar por la tienda para comprar mi bandeja de cookies de zanahoria, banana y limón.
— Hola — me saluda la chica de siempre con esa sonrisa tan fastidiosa. — Esta vez, le guardé la bandeja libre de chocolate.
— Ajá — le di un billete y esperando el cambio veo a mi costado al final del asiento a la chica del callejón, la que debía estar muerta.
Era la primera vez que veía a una de mis almas y viva, sonriente y llena de vida; tan diferente al cadáver inerte que estaba en el piso.
— Señor, aquí su cambio. — Tome el cambio y la bolsa sin mirar de nuevo al cadáver viviente y a la chica de sonrisa fastidiosa. Quería salir de ahí.
Abrí la puerta para salir cuando entró alguien y sentí esa sensación de escalofrío, calidez, paz y debilidad que no me gustaba.
— ¡Leila! ¡Aquí!
— ¡Hola!
Esa voz, era la misma voz de mis noches, ese sonido perturbador invadía mis sueños. ¿Cómo era posible? Me quedé inmóvil, tratando de analizar lo que sucedía hasta que voltee, cualquiera de las que estaban ahí podría ser la dueña de mis males, ¿y si era ella?, mi alma robada.
— Lo que me faltaba, que mi malestar sea una mujer y para el colmo, que sea el alma que me han robado.
Tengo que recuperar esa alma como sea.