En el pasillo de ginecología, Carolina parpadeó con dificultad, sentía dolor en todo su cuerpo, no sabía cuántas horas pasaron desde que fue el accidente, trató de levantar la mirada, pero un cuello ortopédico se lo impidió por completo.
Una lágrima rodó por su mejilla al darse cuenta en donde estaba, ahí fue, cuando los recuerdos de la amarga noche de celebración llegaron a su cabeza.
—Alejandro…—susurró en un hilo de voz casi inaudible
La enfermera que estaba a su cuidado, al ver que ya había despertado salió corriendo a su lado.
—Señorita por favor, mantenga la calma. —La mujer verificó sus signos vitales y acarició su frente
—Dígame ¿En dónde está mi esposo? —preguntó Carolina angustiada
La enfermera bajó la cabeza, no era su obligación decirle la situación de Alejandro, pero tampoco quería dejar a Carolina con la incertidumbre de lo que pudo haber sucedido.
—Él está en cuidados intensivos
Luego de que Carolina por fin pudo conectar todos sus sentidos, se llevó la mano a su vientre, y se dio cuenta de que algo no estaba bien, pues su estómago estaba plano, como si dentro de él no llevara nada.
—Enfermera ¿Mi bebe?
La enfermera palideció con la pregunta, el accidente había sido tan grave, que era un completo milagro que Carolina hubiera sobrevivido.
—Dígame ¡¿En dónde está mi beba?! —Carolina comenzó a moverse desesperada, tratando de desatar los tubos a lo cuales estaba conectada, la enfermera presionó el botón de ayuda y la tomó de los brazos.
—¡Cálmese por favor, señora Carolina!
—¡Mi bebé!¡Mi bebé! —Gritó la pobre Carolina angustiada
—¡Lo siento mucho! No resistió el impacto, y estaba muy pequeño para ser compatible con la vida.
En ese momento todo se derrumbo dentro de Carolina, una oscura niebla se posó en sus ojos y un dolor inmenso en su pecho no le permitía respirar, la mujer empezó a sufrir un paro cardiorrespiratorio, varios médicos llegaron a su lado para atenderla, al menos trataron de salvarle la vida a la única sobreviviente de tan fatídico accidente.
*****
Por el pasillo de clase alta del hospital, el doctor McGregor llevaba en sus manos unas cuantas hojas, su sonrisa de satisfacción era evidente, pues por fin se acercaba una luz a lo que tanto habían anhelado los Sullivan.
Eithan, estaba sentado sobre la cama, con un fino laptop sobre sus rodillas, apenas entró el médico, sus ojos se asomaron por encima de sus gafas.
—¡Sullivan! —saludó McGregor
—Doctor, pensé que teníamos consulta el día de mañana, adivino, me quedan dos días de vida —Eithan le resopló sarcástico, mientras cerraba la tapa de su computador.
—No sea pesimista, le traigo noticias.
—¡¿Ah sí?! Dígame
—Hay un posible donante compatible con usted. —McGregor puso las hojas sobre las piernas de Eithan., este las tomó con recelo y comenzó a leer, sus ojos consumían cada letra y sintió escalofríos, aunque el donante debía ser anónimo, en su caso, al ser una persona que no había firmado una donación previa, se necesitaba la autorización de su familia para poder tomar su órgano.
—¡Perfecto! ¿Quién es la familia?
—Ese es el problema, que usted no puede saber quienes son, la esposa está en grave estado de salud, ella también sufrió el accidente y bueno su situación es complicada. Al parecer, el hombre no tiene más parientes vivos, así que debemos consultar con ella, pero el tiempo apremia.
Eithan rodó los ojos con desdén y abrió de nuevo la tapa de su computador.
—Cuando tenga verdaderas buenas noticias, venga a buscarme, eso incluye si voy a morirme.
—Pero Eithan, sí he venido es porque quiero proponerte algo, dame una oferta de dinero para esa persona para que firme la donación, la plata no es problema, seguramente le ayudará un poco para rehacer su vida.
—¡Ok! Ofrécele un millón, si lo quiere bien y sino también, no rogare a nadie por mi vida.
McGregor sacudió la cabeza incrédulo por lo que estaba escuchando, sin embargo, su misión era conseguir ese corazón, así que se fue directo a la habitación de Carolina, aunque ella ya había pasado su crisis, y estaba consciente, su estado de salud era demasiado delicado. Y ni hablar de su profunda depresión por la perdida de sus seres queridos, pues ya había sido informada del estado de Alejandro.
—Carolina, mucho gusto, soy el doctor McGregor ¿Cómo está?
Ella apenas levantó su mirada y tragó saliva.
—Dígame doctor —respondió cortante
—He venido porque quiero hablar algo importante con usted—ella subió las cejas dándole paso a la conversación —Primero que todo, siento mucho sus pérdidas,
—Al grano doctor
Resulta que hay un paciente terminal que requiere un corazón para poder salir adelante, es un hombre muy joven, y está en busca de una segunda oportunidad.
—¿Y que puedo hacer yo? —preguntó ella sin ninguna emoción
—La verdad, es que a todos los pacientes que ingresan al hospital con muerte cerebral, les practicamos unos exámenes médicos para saber si pueden ser compatibles con él, y su esposo, el señor Alejandro, lo es.
Carolina se quedó estática, muchos recuerdos vinieron a su cabeza, pues una de las virtudes más grandes que tenía Alejandro, era su altruismo. Alguna vez él le dijo que, si estaba en esa situación, no pensara dos veces para donar sus órganos, pues no tendría sentido llevarlos a la tumba, si él podía salvar más vidas.
—¿Eso que significa doctor? ¿Qué necesita el corazón de Alejandro?
—Si, por él ya no podemos hacer nada señora Carolina, sino hay autorización, simplemente desconectamos las máquinas que lo mantienen con vida, y se declara el deceso.
Carolina giró su cabeza, en medio de todo lo que estaba pasando, podría ser factible aliviar un poco su dolor, ella con su carácter noble asintió con la cabeza, aunque sabía que le estaba causando mucho dolor.
McGregor la miró, aun no mencionaba el dinero, esa era su última herramienta, entre menos tocara de sus arcas, mucho mejor.
—¿Eso quiere decir que está de acuerdo?
—Sí doctor, mi esposo estaría de acuerdo, pero ustedes deben cubrir los gastos del sepelio, estamos atravesando una situación muy difícil.
McGregor le sonrió compasivo, le entregó una carpeta e hizo que ella firmara, para Carolina no había mucho que pensar, con corazón o sin corazón, su esposo jamás volvería a su lado, y mucho menos su hijo, debía entrar en su proceso de duelo, y si podía hacer algo por alguien más, ahí estaba un poco de consuelo.
—¡Muchas gracias, señora Carolina! Dios ha de pagarle, no se preocupe por ninguno de los gastos del hospital o los gastos funerarios de sus seres queridos, todos están cubiertos
Ella asintió con la cabeza, y se desgarró a llorar.
—Preferiría que mi esposo estuviera bien y mi hijo vivo.
—Lo sé —el médico miró a la enfermera —Por favor, ayuda psicológica para ella, es muy importante—el hombre estaba a punto de salir de la habitación cuando ella lo llamó.
—¡Doctor!
—Dígame
—¿Puedo saber quien es la persona que recibirá el corazón de Alejandro?
—No Carolina, esa información no se la puedo revelar, pero le aseguro que es alguien que lo necesita demasiado
—Está bien —Carolina se recostó en su camilla, y cerró sus ojos encharcados, ya que más podía pasar, si es que la vida le quitó todo.
McGregor salió complacido, no se imaginó que iba a ser tan fácil, llegó a la habitación de Eithan, él estaba concentrado en su teléfono, en ocasiones, el gran CEO Sullivan sobrepasaba la arrogancia y el ego.
—Dígame McGregor, no aceptó ¿Verdad?
—Alístese para su trasplante, será en un par de horas —sin ninguna emoción, Eithan se giró para ver al doctor, estaba tan desprendido de la vida, que ya ni siquiera esa noticia le causaba alegría.
—¿Cuánto costó? — Preguntó Eithan irónico
—La cuenta del hospital y el sepelio de su donante, resultaron siendo unos pobres altruistas.
—Ok, entonces dile a Eloise que me ayude, si es, así las cosas, en dos horas me dispondré a estrenar corazon
McGregor salió de la habitación para alistar todos los preparativos de la cirugía, Eloise, al enterarse salió corriendo hacia su jefe se hizo a su lado y lo abrazó.
—Mi niño, por fin ¡Por fin!
—¿Por fin? Eloise, no seas patética, aún falta saber si voy a asimilarlo.
—¡Eithan! Es un corazón, no una caja de chicles dime ¿Por qué no estás feliz? ¡Carajo!
—Porque la vida es prestada, ni siquiera merezco ese corazón, otra persona tuvo que morir para que yo lo pueda tener, no me parece justo.
Eloise se zafó y se dispuso a alistarlo.
—En la vida no hay nada justo Eithan, como, por ejemplo, tu enfermedad, ahora muchacho, vamos a que te hagan ese trasplante, tu madre llegará en un par de días al país y tu padre regresa mañana.
—¿Y mis hermanos?
—Greta y George, no tengo idea, pero deben estar felices.
De nuevo Eithan rodó los ojos y sacudió su cabeza, él solamente era importante para su enfermera personal y todos aquellos que se beneficiaban de su dinero, pero en realidad, nadie lo buscaba por amor.
Sin más preámbulo, la sala de cirugía estaba lista para un nuevo paciente, dos camillas estaban dispuestas para darle paso a lo que sería la extinción de una vida, y el renacer de otra.
Eithan miraba al hombre que estaba a su lado, su rostro estaba irreconocible, y aunque tenía buena pinta, de nada le servía, pues solamente funcionaba su corazón, lamentó el hecho de cómo se prolongará su existencia, pero bien tenía la razón Eloise, nada en la vida es justo.
El anestesiólogo colocó una máscara para dormir durante el tiempo de la cirugía, el viejo y enfermo corazón del joven palpitaba acelerado como hace mucho tiempo no lo hacía, sus nervios estaban de punta y las manos le sudaban, posiblemente, sería la última vez que vería la luz del día y no había disfrutado la vida.
Los segundos para quedarse dormido fueron contando,
—Señor Sullivan, ya se ha puesto la anestesia, está en las mejores manos, cinco, cuatro…—Eithan quedó completamente sedado.
La cirugía empezó y por fortuna, todo fue un éxito, al ser dos personas tan jóvenes, eran demasiado compatibles.
El espectro de Alejandro salió de su cuerpo en el momento en el que le sacaron su corazón, aunque ya no estaba vivo, miraba con nostalgia el templo que lo acompañó en sus años de vida, una fuerza magnética comenzó a arrastrarlo hacia una luz, y con un solo parpadeó dejó la tierra, aunque sentía que le quedaba algo pendiente.
12 horas más tarde
En la sala de recuperación se escuchaba el pitido de una máquina que controlaba los signos vitales de Eithan, él estaba recobrando la conciencia, sentía sus ojos pesados, y un dolor en su pecho, lo primero que vio fue las luces tenues de la habitación, tragó saliva y aclaró su garganta.
“¡Estoy vivo!” pensó, aunque no le causaba mucha felicidad.
El trasplante fue todo un éxito, Eithan Sullivan había renacido de entre las cenizas para continuar viviendo, aunque una vida se apagó para darle paso a la suya, estaba estrenando un nuevo corazón, una parte de Alejandro se entrelazo con él para siempre. No lo soltaría hasta no arreglar lo que quedó pendiente.