Un año pasó desde aquel fatídico día en el que todos los sueños de Carolina se fueron al abismo, todas sus ilusiones las enterró en aquel frío panteón, en donde yacían los restos de los cuerpos de su amado esposo Alejandro y su pequeño hijo no nacido. Sus lágrimas cayeron sobre el césped que cubría las tumbas, unas flores blancas en el florero, y un par de oraciones recordaron el dolor de llevar 365 sin su presencia.
—¡Hija mía! No soporto verte sufriendo de esta manera, Alejandro no va a poder descansar en paz si sigues estando así, debes dejarlos ir mi amor —Gloria, la madre de Carolina se sentó a su lado y la abrazó a su pecho, mientras que su hija no dejaba de llorar desconsolada, sus lágrimas caían como un río sin control, y su pecho le dolía como el primer día.
—Mamá, tú no lo entenderías, mi vida entera está dos metros bajo tierra, quisiera haber muerto en ese accidente —Carolina dijo sin control
—Claro que te entiendo hija, ese dolor lo sufrí cuando perdí a tu padre, pero debes ser fuerte, además que las deudas nos están consumiendo hija, yo no puedo sostener más esta situación, debes salir adelante y trabajar por ti.
Carolina se quedó en silencio, tratando de comprender las palabras que su madre le decía, ella la ayudó con todo su proceso, pero Gloria ya estaba cansada, comprendió que su vida no tenía sentido y se estaba convirtiendo en una carga.
Esa misma noche, después de regresar del cementerio, los peores pensamientos llegaron a su cabeza, ya no quería seguir viviendo ¿Para qué? Si es que su depresión era más grande que sus ganas de vivir.
Con los ojos llenos de lágrimas, sus manos temblorosas, y con la firme decisión de no estar más en el plano terrenal, se hizo a la orilla del puente coronado, miró hacia lo más profundo, las oscuras aguas que la recibirían estaban heladas, cualquier que cayera en ellas moriría instantáneamente, era la forma más segura de acabar con todo.
—¡¡Perdóname, madre, por lo que voy a hacer, pero no aguanto vivir sin mi hijo y mi esposo!!—dijo mientras cerró los ojos, dispuesta a dejarse caer.
Al comienzo del puente, un auto último modelo venía a toda velocidad, su conductor estaba ebrio, acababa de salir de una fiesta con sus amigos. Eithan Sullivan, desde que tenía su nuevo corazon estaba disfrutando de todos los placeres de la vida, de sus amigos que regresaron y de un nuevo compromiso amoroso, en el puesto del copiloto estaba Layla Dereck, una diseñadora de modas, de muy buena familia. Hacía tres meses se había robado la atención del soltero más codiciado de la ciudad.
A pesar de estar ebrio, Eithan alcanzó a divisar a lo lejos la figura de la menuda mujer, entrecerró sus ojos y como si algo extraño hubiera pasado por su cabeza, sintió la necesidad de frenar, aunque lo hizo bruscamente, logró quedar al lado de Carolina.
Cuando ella escuchó el estruendo del auto, se asustó y por poco cae al abismo, pero una fuerza sobrenatural, la empujo hacia atrás, haciendo que cayera de bruces al pavimento.
—Señorita ¿Está bien? —Eithan se fue corriendo directo hacia ella, cuando se agacho para confirmar lo que preguntaba, sintió un escalofrío recorrer hasta el último de sus huesos, una extraña sensación se apoderó de él, y la borrachera que traía casi que desapareció por completo.
—¡Sí! Estoy bien, pero a la mierda, no quiero estar bien, por su culpa no pude tirarme del puente—Carolina le contestó desilusionada, últimamente actuaba de una forma tan inmadura, que era de no creer.
Eithan, como si no se tratara de él mismo, la ayudó a poner en pie y la miró con dulzura, acaricio su mano y fijo sus ojos en los de ella.
—Si lo que me está diciendo es que iba a suicidarse, créame que tirarse de un puente es la forma más estúpida
Carolina se zafó de su agarre, y aunque molesta por todo, le esbozó una tímida sonrisa, tenía razón, si podía tomarse un veneno, optó por la forma más cruel, ni siquiera hubieran podido encontrar su cadáver.
—Tiene razón, pero que usted me haya salvado la vida, no quiere decir nada, no quiere decir que quiera seguir con ella.
—No sé que es lo que le pase, pero podemos hablar, usted es muy joven y… muy —Eithan no comprendía porque razón le hablaba de esa manera, si es que él, no era así de comprensivo, en otro momento simplemente la hubiera dejado caer.
En ese momento, Carolina recordó todo lo que le dolía y se echó a llorar, tapó su cara con vergüenza, y gimoteo con dolor, nunca pudo superar el gran golpe de sus pérdidas.
Eithan, aún conmovido por el extraño sentimiento que se apoderó de su interior, se acercó a ella y la abrazó contra su pecho, sirviendo de consuelo, como si la conociera de años, quiso llorar a su lado, pero no era más que una desconocida.
Pasaron un par de minutos, y ellos seguían fundidos en el abrazo, Carolina lloraba y lloraba, como si estuviera reviviendo el momento de su dolor.
Layla, al ver lo que estaba pasando, se bajó del auto demasiado enojada, sus piernas largas tocaron el piso y el sonido de sus fuertes tacones inundaron el lugar.
—¡¿Qué es lo que está pasando?! —Gritó enojada
Carolina se separó abruptamente de Eithan y se giró para verla, se sorprendió con su belleza, una mujer alta, de cabello oscuro corto y perfecto, con un cuerpo escultural y en armonía, vestida como una modelo.
—Señorita, discúlpeme por favor, el señor…—Carolina comenzó a tartamudear.
—Layla, luego te explico—Eithan le respondió, y luego tomó del brazo de nuevo a Carolina —¿Quiere que la lleve a algún lado?
Carolina negó con la cabeza
—No se preocupe, mi novia no tiene ningún problema, ¿Verdad cariño?
—No, por mi está bien —Respondió Layla cortante, aunque por dentro estaba a punto de cogerla por el cabello.
—Es que vivo al otro lado de la ciudad —Respondió carolina avergonzada, no era para menos después de tremendo espectáculo.
—No hay problema, me asegurare de que llegue a casa, siga por favor.
Layla abrió los ojos con sorpresa, y refunfuño
—Pero cariño, ¿No íbamos para mi apartamento? Estamos a dos minutos de allí, no podemos ir al otro lado de la ciudad, pidamos un taxi para ella, si es que no tiene dinero.
Eithan resopló y sacudió su cabeza.
—Layla, no lo entenderías en este momento, sube tú también por favor —Le ordenó.
La mujer comenzó a manotear y en contra de su voluntad se subió al auto.
—No estoy de acuerdo cariño—renegó
—Bueno, te dejo en tu apartamento, después de que la deje a ella, regreso por ti.
—No, pero Eithan ¿Qué?
—¡Ya te lo dije! —Le dijo ofuscado, Carolina solamente veía por la ventana, era como si estuviera en un encantamiento, no comprendía que fue lo que realmente impidió que se botará por el puente, pues no estaba convencida de que el encuentro con Eithan fuera casualidad.
Dos minutos más tarde, el automóvil de Eithan se aparcó frente a un lujoso edificio, Layla se bajó y golpeó la puerta a sus espaldas, no le dijo nada más, tampoco se despidió de Carolina. Para él no fue importante, ya regresaría y pediría disculpas.
—Bueno, ¿A dónde la llevo? —Le preguntó a carolina sacándola de sus pensamientos
—A mi casa, discúlpeme, no quería que su novia se molestara con usted, lo mejor es que me baje aquí y tome un taxi para que usted pueda regresar con ella.
—Usted no tiene nada que disculparse, dígame, ¿Cuál es su nombre?
—Me llamo Carolina, ¿Y usted?
—Soy Eithan Sullivan, un gusto ¿Quiere comer algo?
Carolina sonrió sorprendida.
—¿A comer? ¿Y qué tal si soy una asesina o una delincuente? —Preguntó ella sarcástica
—No creo que una persona de ese perfil se quiera suicidar tirándose de un puente, muero de hambre, bebi toda la noche, y quiero comer algo, le salve la vida, me debe su compañía.
—¿Y su novia?
—Ella no come lo que me muero por comer, usted me acompaña a cenar hamburguesa, y quedamos a paces nuestra deuda.
—¿Qué? ¿Cuál deuda? ¿Está loco? —Le dijo ella confundida
—Ya le dije, usted me debe la vida, vamos a comer, de esa manera me lo pagará.
Carolina se quedó en silencio, ni siquiera era capaz de asimilar lo que estaba escuchando, iría a comer con un completo desconocido, tal vez sería un asesino en serie, una mala persona que la dañaría, pero ¿Ya que podía perder? Si es que ella estaba a punto de acabar con su propia vida, si él lo hacía por ella, mucho mejor.