Una noche perfecta para dos enamorados, una cena maravillosa, un nuevo empleo, y la luz de la luna como la única testigo silente de la felicidad.
—¡La pase espectacular mi amor! Como siempre —Carolina se colgó al cuello de Alejandro y colmó de besos su boca, mientras que él, la abrazó por la cintura y la apretó a su cuerpo.
—Gracias mi amor, han sido seis años maravillosos a tu lado, eres casi perfecta mi dulce amor, te amo demasiado —Los besos apasionados, como la más grande muestra de amor se hicieron presentes.
—Te juro que vamos a salir de todos nuestros problemas económicos, seremos felices junto a nuestro hijo — Le dijo ella convencida, Alejandro se agachó a la altura del vientre de Carolina y lo acarició con demasiado amor.
—Este precioso muñeco y tú son mi más grande inspiración, por ustedes dos haré hasta lo imposible, vamos preciosa, ya está tarde, debemos descansar. Mañana es mi primer día de trabajo.
Sin ningun tipo de predisposición, Alejandro y Carolina se subieron en su coche, pero el destino estaba a punto de jugarles una mala pasada, vivían a las afueras de la ciudad y la carretera estaba húmeda por el paso de la lluvia, Alejandro era prudente al conducir, pero al notar la oscuridad caer como el más desinhibido de los compañeros, aceleró su paso para llegar más pronto a casa.
Carolina dormía profunda en el asiento del copiloto, muy lejos de imaginarse lo que estaba por suceder; Alejandro sabía que algo raro estaba pasando, cuando al presionar el freno de su auto, este no quiso responder, presionó y presionó sin ninguna respuesta, desesperado, empezó a despertar a su mujer.
—¡Carolina, mi amor, Carolina!
Ella apenas sacudió su cabeza, pero fue demasiado tarde para entender que era lo que estaba sucediendo, sus ojos se iluminaron ante la luz de un gran camión que los estrelló de frente, en ese instante, todo se volvió oscuridad para ella, su abultado vientre quedó presionado contra la parte de adelante del auto, y ella quedó casi que inconsciente.
El automóvil, ahora un amasijo retorcido de metal yacía en el pavimento como un monumento macabro a la fragilidad de la existencia. Carolina, aturdida por la violencia del impacto, levantó la mirada para encontrarse con un Alejandro inmóvil, su figura yacía carente de vida, y su rostro estaba bañado en sangre, solamente una luz a lo lejos iluminaba su existencia.
El dolor, como una ola voraz, la envolvió mientras su corazón latía con desesperación. La risa efervescente que los había acompañado minutos antes se desvaneció, dejando en su lugar un silencio insoportable. Carolina, temblando en el borde del abismo, se aferró a la mano fría de Alejandro, cuyos ojos, una vez llenos de vida, ahora se habían apagado.
En medio de la tragedia, la realidad se distorsionó, el tiempo se ralentizó. La ambulancia, con sus luces parpadeantes, llegó como una luz de esperanza. Sin embargo, incluso el personal médico, con su urgencia y destreza, no pudo borrar la sombra de la fatalidad que se cernía sobre aquel romance que había sido interrumpido por un desafortunado giro del destino.
Carolina no podía musitar palabra, solamente las lagrimas rodaban por sus mejillas al ver el cuerpo inerte de su amado; aunque no perdía las esperanzas, pues escuchaba al fondo de la oscuridad la voz de los paramédicos gritar que su gran amor aun respiraba.
San Diego, California, Hospital Mercy
—Señor, ya le dijimos que debe conservar la calma, usted no puede tener emociones fuertes, no mientras recibe el trasplante de corazón por favor.
—Mire señorita, llame a mi madre, quiero hablar con ella, necesito regresar al trabajo, no puedo hacerlo desde esta camilla —Eithan Sullivan, enojado con la pobre enfermera, no dejaba de subir la voz.
—¡Pero señor! Ya le dije que debe estar tranquilo, tendré que llamar al médico para que lo seden de nuevo, lo lamento señor Sullivan, pero con usted las cosas son imposibles.
—¡Usted qué hace eso! Y yo me aseguró de que se quede sin trabajo y que nunca más vuelva a ejercer como enfermera ¿Acaso no sabe quién soy yo?
La enfermera lo miró con desdén, y subió una ceja desafiante.
—Se a la perfección que solamente es un hombre caprichoso y prepotente, que seguramente por ser el CEO de la industria farmacéutica más grande, cree que puede venir a imponer sus leyes aquí, ¡Se equivoca! Aquí mando yo, así que, ¡¿O se calma?! O llamaré al médico y haré que no se despierte en tres días.
—¡Eres una puta atrevida Eloise!
—Pero soy su enfermera de cabecera, llevo más de cuatro años llevando su caso, y aun me pregunta ¿Qué si no sé quien es usted? ¡Majadero!—Eloise, era una enfermera que pasaba los cincuenta años y la única que soportaba el genio de su jefe.
Eithan Sullivan, un joven CEO de 28 años, que atravesaba por el momento más terrible de su vida hacia cinco años, pues le descubrieron una cardiopatía congénita en su corazón y necesitaba un rápido trasplante, a pesar de tener todo el dinero del mundo y un montón de médicos trabajando a sus pies, su vida era miserable, pues la posibilidad de seguir viviendo se había reducido a un veinte por ciento.
—Eloise, llevamos más de un año esperando un maldito trasplante ¿Qué te hace pensar que llegará? Si es que los pocos que hemos conseguido ni siquiera son compatibles conmigo, estoy cansado de estar postrado en esta cama, cuando tengo una empresa la cual dirigir, Farmacéuticas Sullivan no se mueve sin mí, ¿No lo entiendes?
Eloise se acercó a la cama de Eithan y le tomó la mano.
—Muchacho, yo entiendo lo que estás sintiendo en este momento, pero las cosas del destino son así, pero no pierdas la fe, el trasplante llegará y serás un joven muy feliz, te casarás y tendrás una familia y tu legado será grande.
Eithan se zafó bruscamente de su agarre y la miró con enojo.
—Siempre con el mismo cuento, desde que estoy en esta cama esperando un nuevo corazón, ninguno de mis amigos volvió a hablarme, mi prometida me dejo, y ni hablar de mi familia, solamente mi madre está al pendiente.
—Lo se cariño, pero ten fe, además aquí estoy yo, a pesar de que me odies.
—No te odio, solamente no te soporto, no sé de dónde eres tan positiva, si es que mi realidad es esta, una miserable cama hasta el día en que me muera, ¿Crees que tengo esperanza? ¿Crees que es suficiente la fe?
—Debería serlo Eithan, pero no lo pienso discutir contigo, te seguiré llevando en mis oraciones, préstame la mano, te cambiare el catéter.
Eithan rodó los ojos y en contra de su voluntad, levantó la mano, ya no sentía el dolor de los pinchazos, estaba tan acostumbrado a recibirlos que uno más, no marcaría la diferencia.
En el mismo hospital, a la sala de urgencias estaba ingresando dos camillas, en cada una de ellas yacían los cuerpos malheridos de Alejandro y Carolina, ella fue atendida rápidamente por su estado de embarazo, y él , simplemente fue llevado a una sala de reanimación, aunque era en vano, pues había sufrido muerte cerebral.
El médico encargado, comenzó a revisar su estado de salud, Alejandro era un hombre muy joven, tan solo veintiséis años, de contextura corpulenta y musculoso, un hombre de tez trigueña y aparentemente saludable, por desgracia, a causa del accidente, su cerebro dejó de funcionar, ahora estaba conectado a unas máquinas que mantenían sus otros órganos funcionando, él estaba listo para ser un gran donante.
—Enfermera, practique estos examines a este joven, necesito saber si es compatible con Sullivan.
—Entendido doctor. —La mujer comenzó a tomar las muestras
El doctor McGregor tenía los bolsillos llenos de dinero, la familia Sullivan, le había encomendado la tarea de conseguir un corazón para su hijo, costara lo que costara.