Un calor sofocante se hizo sentir durante la travesía del Mar Rojo. Por las noches, un gran número de pasajeros dormía en cubierta, bajo el cielo estrellado. El barco se deslizaba con suavidad a través de las aguas casi inmóviles, sin perturbar sus sueños, y a Vivian le parecía con frecuencia que era la única persona despierta en aquel moderno gigante del mar. Más allá de los breves comentarios que intercambiaron al encontrarse, ella y el Capitán Alexander prácticamente no habían vuelto a hablarse. En realidad, se habían visto muy poco. El Capitán se levantaba antes que ella y, en apariencia, tomaba sus comidas a horas diferentes. Nunca se le veía en la cubierta donde se practicaban deportes, ni en el salón donde se jugaba a las cartas, como tampoco en el bar donde la mayor parte de