—Aquí es donde pasaremos la noche— anunció Alec, gritando por encima del ruido que producía el viento. Minutos más tarde detuvieron los caballos junto a una pequeña y rústica cabaña construida de madera, a la sombra de un gran peñasco, en la ladera de la montaña. Jadeante y dolida por la difícil cabalgada, Vivian bajó del caballo y entró con Alec en la tosca construcción. La cabaña era cuadrada, con un lado dividido en dos partes mediante una reja de madera curiosamente tallada. Una parte servía como establo y había en él una buena cantidad de hierba seca, que colgaba de una red sujeta al techo. Junto a la chimenea se veía una abundante provisión de leña. A Alec sólo le llevó algunos momentos encender un buen fuego. Fue después por los utensilios de cocina y los comestibles que lleva