Alessio
—Ella… No es una hija de mi matrimonio, pero las vicisitudes de su concepción no son un tema de relevancia ante el hecho de que lleva mi sangre, sangre Yakuza y como tal, queda dentro de su manto y protección —espetó con la mayor seriedad y claridad posible, haciendo hincapié en un punto muy interesante, en un punto que no quedaba fuera de comprensión: Amaya era su hija y tenía los mismos derechos del resto—. El proceso de cambio de su nombre, así como la adjudicación de su nuevo apellido terminará en breve y será oficialmente una Yagami.
La esposa del hombre estaba hirviendo de ira, en un punto de retorcijón que la sacudió por completo, sus hijas eran la viva imagen del recato, pero le tendieron la mano a su madre en señal de apoyo, mientras que Hiro aguantó a su hermana menor que se veía a punto de desmayarse.
Con esas palabras, la mesa quedó en silencio y los miembros del consejo se levantaron para hacerle una pequeña reverencia a la chica que estaba a nada de llorar. Con eso había sellado el destino de la pobre, así que estaba dentro del plato de mis elecciones, lo que una parte de mí festejaba con creces, mientras que otra sentía lástima. Ella miró a su padre como preguntándole qué demonios hacer, entonces frunció el ceño y luego les dio una sonrisa a los hombres antes de inclinarse.
Había sido astuta, más de lo que pensé que podía ser, por lo que sonreí satisfecho.
Luego de eso, la cena fue amena y, a pesar de que no teníamos conversación alguna con el resto, porque la mayoría hablaba en japonés, tenía claro que estaban conversando de mí y del hecho de que una de las hijas de Hiroshi terminaría siendo la esposa de uno de los capos más letales del país.
Terminamos la cena para luego pasar a otro salón, en el que se nos sirvió champagne y Hiroshi se acercó con sus tres hijas. Cada una se veía más incómoda que la otra, lo que me decía que ninguna quería estar en esa situación.
—Hijas mías, él es Alessio Milano —me presentó su padre.
Entonces recordé que una de ellas me había escuchado antes, por lo que guardé silencio y asentí.
—Es un placer, señor —contestó Dai sin hipocresía.
—Es un gusto para mí, estoy a su servicio señor —expresó Ima con un toque coqueto de insinuación que me hizo contener la carcajada.
Amaya guardó silencio, entonces el padre la instó a hablar.
—Un piacere.
Lo dijo sin ganas, por obligación y no pude evitar sonreír.
—So che non è un piacere, ma lo sforzo è apprezzato —dije con mi acento mucho más remarcado para que no me reconociera de inmediato.
Tenía ganas de divertirme.
Ella me vio con el ceño fruncido y mi respuesta fue tenderle el brazo a Ima quien me lo tomó gustosa y sacarla a la terraza.
—¿Podría saber qué te dijo ella y qué le dijiste? Es que no sé nada de italiano —se atrevió a preguntar la influencer.
La miré de arriba abajo sin vergüenza alguna, era más alta que sus hermanas, tenía un cuerpo mucho más cuidado con retoques y operaciones por doquier que la hacían lucir como una de las asiáticas de catálogo y las actrices de cine para adultos con las que muchos se auto complacían.
Fácilmente podía llevarme a la cama, a pesar de la máscara que tapaba mis quemaduras, unas que me habían conferido un aire más intimidante, pero que muchas mujeres olvidaron por el recuerdo de que era un tipo apuesto y que, además, lograba darles más placer en una noche de la que pudieron haber recibido en todo ese año.
—Me dijo que era un gusto y yo le contesté que el gusto era mío —le contesté con una sonrisa impostada.
—Oh vaya… Bueno, siento un poco la consternación al respecto, pero ayer fue que mis padres nos comentaron sobre la existencia de la chica y, comprenderás que no era una de la que supiéramos… Como no sé el tipo de educación que ella tuvo, sinceramente, temí que pudiese decir algo más que te podía ofender —dijo con cierta culpa.
Entonces me removí por dentro porque era una imbécil que no solo estaba menospreciando a su hermana, sino que me creía un idiota.
—Lei, a differenza di voi, sa benissimo cosa sta dicendo. Siete oltremodo spregevoli.
—¿Qué significa eso?
—Que no dijo nada malo y que no hay de qué preocuparse, entonces, dime: ¿cómo te sientes con lo que anunció tu padre? —le pregunté para lanzar el anzuelo.
—Me siento maravillosa, porque no solo nos está ofreciendo a un chico simpático como tú, que según tengo entendido, sabe sobre el arte de complacernos —contestó en un tono coqueto y pasó su dedo por mi traje—; también nos está dando un marido con mucho dinero y poder, el suficiente para sostener los lujos a los que estamos acostumbradas.
—Veo que eres honesta y atrevida…
—Me gusta ser la oveja negra de la familia —me guiñó el ojo—, y sé que podríamos ser una excelente dupla. Una capaz de brillar en lo más alto.
—El problema, Ima, es que yo no quiero brillar en los más alto, quiero reinar en lo más bajo —le dije con un tono mordaz que la hizo quitar el dedo—. Para ello necesito a una mujer centrada a mi lado que no represente peligro, así como no sea una posible fuente de problemas… ¿Serías capaz de adaptarte a esconderte?
—Bueno, puedo hacer el esfuerzo —acotó ella con rapidez, pero su expresión juguetona se desvaneció—. Nadie necesariamente tendría que saber que soy tu esposa, y así se conservaría el anonimato.
La mujer era imbécil y con creces.
—El problema Ima, es que soy un ser territorial, que no comparte, no se exhibe y que solo busca una garantía —dije con brutal honestidad—. Veo que, de todas, eres la más… bella, pero no te veo ciñéndote a los mandatos de la Camorra.
—Podría hacerlo…
—Sería interesante de ver, pero llevo prisa…
Me giré y ella me detuvo tomándome del brazo y pegándome su pecho de este.
—Soy tu mejor opción, no te daré problemas —dijo con atrevimiento.
—No, lo causarás y ambos lo sabemos.
—Si eliges a alguna de mis hermanas, todo será un desastre —apuntó con seriedad.
En eso tenía razón, pero podía valer el costo de ello.
—Bueno, veremos…
—Shinebaīnoni, kono kuzu.
—Igualmente Ima, igualmente —le contesté y salió hecha una furia de la terraza.
Esperé un rato ahí, en paz y cuando vi hacia abajo, me di cuenta de que Amaya estaba en los jardines sola, limpiándose las lágrimas y huyendo de la situación. No solo era penoso, sino que era algo muy lamentable y me pregunté cuando fue que Hiroshi Yagami alguna vez mostró que podía llegar a ser un imbécil.
Me alejé para no acercarme y con displicencia busqué un baño, entre los pasillos hasta toparme con una excelente conversación.
—El estúpido no cayó papá, me dijiste que se casaría conmigo y me daría lo que yo quería, ahora… No solo voy a quedar sin un esposo, sino que la bastarda tiene la posibilidad de ello —espetó Ima con furia.
—No le digas así a tu hermana menor o no respondo —le reprendió con mordacidad—. ¿Qué demonios hiciste como para irritar a Alessio Milano? Te dije que fueras educada, tierna, que usaras esa seducción que te caracteriza.
Bueno, no hizo nada de eso.
—No le dije nada, intenté ser honesta y llegar a un acuerdo con el hombre, pero me desechó como a una basura, me humilló de una manera terrible y me dio a entender que sería problemática.
—Eres una tonta Ima, no debiste decirle eso, tenías que seducirlo.
—No podía, el tipo está quemado y tiene una máscara parta taparlo, eso me asquea… Si hubiese sido antes de ello, lo hubiese hecho sin pestañear, pero es un imbécil prepotente que se esconde.
«Y tú serás la muerte de tu padre» pensé con ironía.
Frases en japonés:
—Espero que termines muerto, pedazo de mierda.
Frases en italiano:
—Un gusto.
—Sé que no es ningún placer, pero el esfuerzo se aprecia.
—Ella, a diferencia de ti, sabe muy bien lo que dice. Tú eres más que despreciable.