Alessio
Si algo en esta vida me había sorprendido, era la aparición de Amaya en ese vestido, luciendo tan fabulosa como podía y sin ser consciente de su atractivo. Miré a las niñas predilectas Yagami, ambas estaban con miradas de consternación, pero suponía muy bien sus pensamientos: la más superflua pensaría en que tenía competencia para llamar la atención, mientras que la más hambrienta de poder asumió que tendría otra rival con quién competir en la línea de sucesión.
Eso me hizo sonreír, no obstante, cuando vi que ella se detuvo junto a su hermano, que sorpresivamente la estaba llevando del brazo en una clara señal de respeto y aceptación, escuché la conversación más interesante de mi vida porque reveló algo que estaba en el informe: la chica podía hablar más de un idioma.
Su respuesta en un perfecto italiano, no solo sorprendió a mis bocones soldados, sino que al resto de la comunidad. Me mantuve en silencio para ver qué sucedía, pero le di una clara mirada de regaño a los imbéciles que habían abierto la boca. Eso hizo que ellos se disculparan con ella.
—Mi dispiace molto di averlo detto, signorina.
Ellos salieron y Massimo me miró con ganas de ir a reprenderlos, negué para que no hiciera nada, no obstante, tenía en cuenta que cuando saliéramos de este evento, les daría una paliza que no olvidarían en su vida.
Eran unos completos imbéciles.
Vi cómo ella y el hermano fueron saludar al su padre, y este le presentó a su esposa y a sus otras dos hijas. Las mujeres colocaron sonrisa muy impostadas, unos que no iban dirigida a la pobre Amaya, sino que estaban dadas solamente para la audiencia que tenían, una más grande que el círculo cerrado del clan. Luego, Hiro fue lo suficientemente astuto como para alejarla de ellos y llevarla hacia un lado. Estaban muy cerca de mí, probablemente no me habían visto, ya que había decidido alejarme un poco de la atención del pública.
—¿Hablas italiano? —preguntó su hermano divertido y mi Consigliere y yo nos vimos entretenidos.
—No solo italiano, aparte de este y el inglés, hablo japonés, ruso, mandarín y español, estoy practicando francés y sueco —dijo ella con cierta vergüenza.
—¿De verdad? —Asintió a su hermano y este se rio con cierto tono de consternación—. Entonces no entiendo por qué diablos estudias inglés y buscas especializarte en su enseñanza, pudiste especializarte en política, idiomas modernos, estudios internacionales y más.
El chico tenía un punto y la vi fruncir el ceño.
—Eso jamás se me pasó por la cabeza, aprendí otros idiomas porque tengo habilidad para los sonidos y morfemas, pero el aprendizaje se basó en querer entender a las personas que buscaban aprender mi idioma materno —explicó y sonreí.
La chica no tenía un solo hueso de ambición en su cuerpo.
Tenía una meta definida que estaba dada por satisfacer la necesidad de los demás y eso era algo que ninguno de nosotros, hombres de poder con deseos de obtener todo a nuestro paso, lograría comprender.
Su hermano la vio con sorpresa, ella se retrajo mucho más y supe el momento en el que él entendió que la chica no solo era un alma buena, sino que no terminaba de encajar en la sociedad a la que su familia pertenecía.
—No entiendo cómo es que nuestro padre no te entrenó desde pequeña con semejante habilidad y te usó como espía —expresó sin pudor algunos y negó—. Todavía no puedo creer que siquiera existas, pero supongo que el hipócrita tendrá una explicación coherente para todo.
Massimo sonrió y no pude evitar pensar que Hiro era más idiota que el resto o sumamente inteligente. Ese tipo de conversaciones no se tenían en lugares así, sin embargo, no lo descarté, era algo que podría registrar para después. Así que esperé pacientemente a que nos llevasen al comedor.
Vi a todos enfilarse hacia otra entrada de la ostentosa mansión y no me perdí detalles de las reacciones de Amaya, se veía tan fuera de lugar que resultaba hasta cierto punto muy tierno.
—Te gusta ella —dijo Massimo en tono muy bajo y negué—. Sí te gusta, pero sabes que es una princesa que no tiene idea de su valor, de su potencial… y ese tipo de ingenuidad, es algo que te recuerda a Gemma.
Esta vez me detuve a verlo con los ojos entrecerrados porque no era ningún imbécil.
—Gracias por asistir hoy a esta velada —dijo Hiroshi en voz alta y nosotros nos acercamos a los asientos que se nos habían asignado, al otro lado de la mesa.
A mí en la cabecera y a mi Consigliere a mi derecha, lo que era una clara señal de respeto ya que hasta cierto punto me consideraba un igual. Había pensado muy bien todo el gran bastardo, de forma muy astuta porque estaba declarándome alguien a quien tomar en cuenta.
—Hoy nos hemos reunido por dos razones especiales que quiero compartir con ustedes, mis amigos y aliados —expresó con especial énfasis cada una de sus palabras—. La primera de ellas es que a partir de hoy la Yakuza es amiga de la Camorra, nuestros clanes serán socios, hermanos y próximamente familia.
—El viejo no se anda por las ramas —espetó Massimo entre dientes.
Era una clara declaración que al resto de la mesa le impactó.
—Por eso quiero que reciban con mucho respeto y afecto a mi nuevo socio, Alessio Milano, el capo de la Camorra. —Soltó sin más para luego señalarme y para mi incomodad, la gente aplaudió sin dejar de ver la máscara que usaba a un lado de la cara para tapar la piel que había sido quemada en ese incendio que cambió todo—. Él no es solo mi nuevo aliado comercial, sino que se casará con una de mis hermosas hijas.
Eso de alguna manera hizo que la gente en vez de aplaudir, comenzara a murmurar sin recato alguno, algo que se salía de la normativa japonesa. Las hijas mayores se veían con sonrisas apretadas, mientras que la cara de Amaya era la ira y la consternación absoluta. Muy probablemente, Hiroshi no le había comentado nada a su secreto más oscuro.
—Y sobre ese tema, dadas las nuevas circunstancias, así como los últimos acontecimientos que nos han puesto en alerta —mencionó la amenaza que le estaban haciendo los rusos y los chechenos—, he decidido presentar ante ustedes a mi hija menor, Amaya.
Hiro se levantó como un caballero y le tendió el brazo.
Ella se veía claramente desubicada, pero le siguió la corriente y lo aceptó. Caminaron después hasta la cabecera de la mesa para que esta vez su padre la tomarse del brazo con una especie de reverencia que dejaban en claro no solo el cariño, sino la importancia y el respecto que le estaban dando a la chica delante del resto de mundo.
Sus otras hijas no lo tomaron bien, los dardos que le lanzaban a través de sus miradas serían letales de ser reales. Sin duda una familia muy feliz.
Frases en italiano:
—Siento mucho haber dicho eso, señorita.