Amaya
—Esto tiene que ser una pesadilla…
—Si te sirve de consuelo, hermanita, lo hace para protegerte —dijo Hiro.
La mirada que le dio nuestro padre lo hizo callar de inmediato, tanto como para que voltease la cara.
—¿De qué está hablando?
—Cuando lleguemos a Los Ángeles, hablaremos de todo, te lo prometo, suki —contestó mi progenitor y fruncí el ceño.
Negué, tenía algo de miedo y no se me pasó la mirada seria que Hiro le dio a Hiroshi, una que me hizo preguntarme si era algo natural, usual, que el oyabun fuese tan expresivo y cariñoso. No quise indagar, solo miré por la ventanilla hasta que llegamos a San Francisco, y para mi completa consternación, mi madre estaba esperando en la puerta de casa con una maleta de gran tamaño y un bolso de mano.
—¿Por qué vamos a casa? —le cuestioné al hombre de todas mis tragedias.
—Porque tu madre quiere verte antes de que nos subamos al avión, así como venimos por algunas de tus cosas —explicó y entrecerré los ojos.
—Necesito todas mis tareas, todo lo de la universidad, debiste…
—Tienes todo en la cuenta y la nube, los libros te los podremos proporcionar en los próximos días y tu madre se ha encargado del resto, así que no quiero escuchar algún otro «pero» salir de tu boca —dijo con seriedad antes de bajarse.
Entonces llevé mis manos a mi cabello para maldecir sin reparo alguno.
—Tu madre es una mujer hermosa… —dijo Hiro sacándome de mis pensamientos—. Entiendo que debe tener algo en su masa gris para que al viejo astuto le interesase. Algo que parece que tú heredaste, ¿no se te crio bajo nuestras enseñanzas?
—No.
—Bueno, por lo menos eres honesta, así que te voy a dar una gran advertencia, hermanita: sigue las reglas, no desafíes a Otōsan. Mucho menos de delante de alguien más, te ganarías un regaño directo… Y ni se te ocurra hacerlo delante de mi madre o mis hermanas, cualquiera de las tres, o las tres, te voltearían la cara por semejante falta de respeto —aconsejó y eso se me quedó grabado en la cabeza—. Nací, crecí y vivo totalmente dentro de nuestra cultura, lo suficiente como para saber que no importa que tu cara tengas nuestros rasgos, si no cumples con todos nuestros preceptos y estándares, no eres una de las nuestras.
Eso lo sabía muy bien, demasiado bien.
—Lo sé y por eso, cuando me hice mayor de edad renuncié a ello, no tengo ningún interés en conocerlos, en formas lazos o en agradar a un sujeto que me tuvo como un sucio secreto —admití molesta cuando vi que el copiloto se encargaba de las maletas, así como mis padres se acercaban—. Mis sueños, mi vida… No tiene nada que ver con la Yakuza.
—Va a sonar cruel en lo que voy a decirte, pero necesitas una dosis de realidad: eres una mujer, te debes a nuestros padres, a la familia y te guste o no, por tus venas corre sangre Yakuza, por lo que no solo estarás en riesgos, serás considerada un cabo suelto y hasta tal vez una amenaza —advirtió antes de que subieran—. Esto no va a durar mucho, luego de que se te presente, es probable que vuelvas a tu mundo, pero con mucha protección.
Eso era lo que más temía, la sensación completa de asfixia.
Mi padre y mi madre subieron a la limusina, ella vino directo a darme un abrazo que no correspondí. Lo que la hizo alejarse para verme con cara de pena.
—¿Estarás molesta conmigo? —Se atrevió a preguntar.
—Toda mi vida, mamá.
—No seas tan dura conmigo, cuando tu padre te explique lo que sucede, entenderás muchas cosas… Solo necesito que seas obediente —pidió ella—. Esto no dudará mucho.
No confié en sus palabras.
Se despidió en el aeropuerto, habló con Hiro como si este fuese otro hijo perdido y luego nos dejó solos. Dos horas más tarde estábamos subiéndonos a otra limusina, una que nos llevó a una zona residencial que distaba de todo lo que conocía, que sin duda era un mundo por completamente diferente al mío.
—Iremos a una de mis propiedades, ahí dispuse de un equipo para que te preparen para la cena de presentación —informó mi padre y lo miré con el ceño fruncido.
—¿A qué te refieres con la cena de presentación? No entiendo qué tiene de malo mi atuendo.
Hiro no se contuvo de reír, como si yo fuese lo más divertido del mundo.
—Es una cena oficial, hermanita, una en la que esa vestimenta no encajaría por nada del mundo —espetó divertido—. Tienes que verte como una digna hija Yagami.
—Yo no soy una mujer que se arregla.
—Se nota, pero sé que el equipo que consultó mi padre es de los mejores, te dejarán radiante y no te preocupes, yo mismo te guiaré —ofreció lo que me sorprendió.
—Vaya… Gracias.
—No hay de qué, solo prepárate para ser la comidilla de nuestra familia.
Mi padre lo miró mal, pero nos bajamos, luego me llevaron directamente a una habitación, por lo que no pude observar bien la casa, la propiedad que no conocía. Un equipo de mujeres estaba ahí, un vestido corto de color azul rey, precioso y con un escote de tipo corazón. Sobre él estaba una caja con joyas brillantes, y unos tacones plateados que combinaban con todo el conjunto.
No entendía cómo fue que me dejé hacer, pero para las ocho de la noche ya estaba arreglada y me veía en el espejo, incapaz de concebir que la preciosa mujer que este reflejaba era yo. Me sentí como si estuviese dentro de un sueño, uno que me tenía embotada por completo.
—Vaya, veo que heredaste los buenos genes —dijo Hiro.
Giré a verlo, estaba guapo en un traje a medida, n***o y entallado que calzaba con su rostro varonil, apuesto y su sonrisa macabra.
—Los de mi madre, obviamente.
—Claro que sí, para nada te pareces a la abuela Kaori, en lo absoluto.
La mención de la madre de mi padre fue como si me hubiesen estrujado el corazón.
—Solo escuché de ella una vez —admití y él me tendió la mano.
—Hoy conocerás mucho más, así que vamos.
Caminamos y me explicó que nuestro padre ya estaba reunido con el consejo, era necesario debido a unos acontecimientos que no eran de mi incumbencia. Eso me hizo fruncir el ceño, lo suficiente como para prestar atención. Me advirtió que su madre no sería amable, y por ende sus hermanas tampoco, por lo que me pidió disculpas adelantadas.
—No te preocupes, es algo de lógica…
La limusina nos dejó en una mansión muchísimo más grande, esplendorosa y lujosa. Entonces, fue como si los nervios me hubiesen tomado por completo y él tuvo el tino de instarme a seguir.
Cuando entramos a la sala, todas las miradas de las personas que estaban en ellas se posaron sobre mí, fue tan extraño que me sentí hasta cierto punto cohibida, entonces escuché unas frases en italiano.
—È una dea, che porterei all'altare senza esitazione se potessi.
—Delle tre figlie è senza dubbio la più bella. E sarebbe una magnifica aggiunta come signora della Camorra.
Eso me hizo girar para enfrentar a los dos hombres que hablan a un lado de la puerta.
—La donna di cui stai parlando può capirti, almeno ha un po' di decoro —dije sorprendiendo a todos.
Frases en japonés:
—Papá.
Frases en italiano:
—Es una diosa, una que me llevaría al altar sin dudar si pudiera.
—Sin duda alguna, de las tres hijas ella es la más hermosa. Y sería un añadido magnífico como señora de la camorra.
—Esa mujer de la que hablan puede entenderlos, por lo menos tengan algo de decoro al respecto.