Había dejado atrás el coche de carga que llevaba su equipaje y donde viajaban sus valets y un secretario sustituto que había entrenado el señor Graham para que se hiciera cargo de administrar el Castillo mientras él estuviera allí. Tres jinetes escoltaban el coche y otros tres cabalgaban a la zaga del Marqués, con instrucciones de mantenerse alejados del polvo levantado por las ruedas del faetón. En Chelmsford lo esperaba una excelente comida en la sala privada de la posada. El señor Graham la había ordenado por medio de los mozos que habían llegado en la mañana temprano con los caballos, que ya descansaban en los establos esperando la llegada de su Señoria El señor Graham sabía bien que una posada no podía proporcionar una comida como la que preparaba a su amo el cocinero francés de l