ÑÑ

2356 Words
Ñoño: "Juguemos en el billar del amor (si es que así se le pueda llamar), pues en el billar pudieran ocurrir muchas cosas por los dos" —¡Y aquí voy! —pienso tras la música. ¿Estoy comparando todo? —¡Es cruel, quizá lo sea, pero he dicho que seria y trataría de ser sincero! Me siento afortunado de no pertenecer a nadie y que nadie me pertenezca. Así no soy parte de un juego cruel que podría terminar en muchos corazones rotos. "La soledad puede abrazar mejor que mil compañías" 3.11.16 Cuando abro los ojos, escucho la puerta abrirse. Recargo mi cabeza contra la pared, al parecer ya estoy bien. Salgo del cubículo y me acerco al lavabo. Giró la llave del agua, enjuago con lentitud cada área de mis manos. Sin querer me miro al espejo y veo un reflejo muy demacrado. Secó mis manos con un trozo de papel, acomodo mi uniforme de trabajo y me atrevo a salir por la puerta del baño. Había varios chicos por ahí en el pasillo, incluso, una chica estaba apunto de dejarse toquetear por aquel chavo que sabía trabajar la herrería. —¡Qué horror! —exclame apenas audible. Mis pasos hacian que avanzara a paso no muy apresurado, ya casi eran la una de la tarde y el receso estaba por terminar. Siento la necesidad de tomar algo refrescante para mi estómago, por lo que necesito llegar a la cafetería antes del toque. El viento comienza a soplar tenue y en la banqueta por la que camino, el receso parece ir muy tranquilo el día de hoy. Doy unos pasos más y veo a la distancia cercana que se aproxima un grupo de chicos uniformados con sus chalecos de seguridad y sus cascos, pues pertenecen al equipo profesional de reconstrucción y supongo que es hora para que ellos vayan a planear durante algunos minutos los trabajos para esta tarde. Al pasar junto a ellos, escucho varios murmullos inmaduros y al fin veo la cafetería aproximarse. —¡Oye! —escucho que hablan. Quizá mi cabeza ya no duela tras un jugo de naranja. Aprieto el paso tras ver a "Los Perros" todos sentados en aquella mesa. Ordene un jugo de naranja, pague su precio con un billete de veinte pesos, me giro para ir a la mesa y encuentro al chico de la enfermería frente a mi, con su casco en el brazo y su uniforme bien puesto. —¡Hola! ¿Cómo sigues? —preguntó con interés. Mi rostro formuló un gesto de sorpresa. No esperaba que él se estuviera interesando en mi bienestar y me sorprendió mucho que estuviera enterado de mí incidente en la construcción. —¡Estoy bien! —respondí cortante. Con mi jugo en la mano, comencé a caminar, pero él parecía seguir mi paso. —¡Oye, espera! —exclamo él, pero no me detuve ni un instante. De pronto sentí su mano tomar mi muñeca y fue ahí cuando me frene. —¿Qué quieres? —pregunte con voz sería y molesta. El chavo solo me estaba mirando con curiosidad. Metió su mano izquierda en su bolsillo y extendió su puño hacia mi. —¡Esto es tuyo! —sus cejas se arquearon iguales. Casi dudando, admito que él me sorprendió por completo, extendí mi mano y él abrió su puño muy cerca de mi palma. Eran mis auriculares. Al instante, hice desaparecer mi mala actitud y aclare la mente. —¡Gracias! —pronuncie de sorpresa— ¿De dónde los sacaste? —Se los he quitado a la enfermera, después de que te marcharas ella me dijo que los habías olvidado y que no sabía qué hacer con ellos. Así que me ofrecí para poder entregártelos. ¡Quede sorprendido! —¿¡De acuerdo...!? —dije muy sorprendido y es que aunque él estaba siendo muy cordial conmigo, yo no sabía su nombre. —¡Mi nombre es Manuel! —Vale Manuel. Gracias por quitárselos a la enfermera —dije buscando que más decir —Tengo que ir con mis compañeros. ¡Adiós! —¡De nada! —añadió— ¡Hasta pronto! Hubo un intercambio de sonrisas breve. Mis pies comenzaron a caminar, me acerqué a la mese y me senté de repente junto a Isaac. —Dónde te has metido? —preguntó Benjamín con interés. —¿Te importa mucho saber sobre mi? —respondí. Abrí la botella de jugo y comencé a beber. El líquido se sentía tan bien al deslizarse por mi esófago. —No te pongas como perra solo por qué andas hablando con Manuel —la voz de Francisco sonó repentina. —¿Celos? —pregunté y él solo se carcajeó de mi. —¿Y el anillo de compromiso que te dio Manuel? —preguntó Daniel. —¡Cierra la boca perro! No digas tonterías. Solo hablamos y ya —exclamé con seriedad. Termine de beber mi jugo pero "los perros" no dejaban de mirarme. —¿Quieres ir al billar? —¿Cuándo? —pregunté. —Al rato, "en la hora libre". Deje el envase en la mesa y sacudí un poco mi cabeza. —Supongo que si. No tengo nada que hacer al rato. —¡Sale pues! Benja, al rato llevas la botella. Y fue en ese instante, cuando el timbre sonó muy escandaloso, que senti no estar bien y yo aparentaba estarlo. Yo no era así y mira, estaba sentado en un grupo de chicos inmaduros a los que solo les preocupa "beberse la vida entera". Creo, que yo no era así, pero el vivir en este campamento de voluntarios, me había cambiado un poco en varios aspectos de mi vida. Después del trabajo, comenzaba a bostezar de aburrimiento por qué no le encontraba chiste al billar, y estaba totalmente aburrido por qué "no sabía jugar". Benja es muy bueno en ese juego, Daniel no se queda atrás porque también juega muy bien. Yo estoy, muy al final de todos los jugadores. ¡Soy un asco en este juego de mesa! —¡Hay que iniciar un nuevo juego! —sugirió Julio—. Pero esta vez, hay que jugar por algo. —Vale perro. Un juego entre tú y yo, para ver quien se queda con Jaqueline. Y ambos cerraron sus manos en un apretón para sellar el premio del ganador. Lo más sorprendente del juego fue saber, que casi todos los perros habían andado con Jaqueline porque la mayoría eran de esta zona afectada. Isaac duró dos años con ella, Francisco cuatro meses, Daniel no porque ella lo rechazó y Julio, él es el novio actual. ¡Qué cosas! Parecía que todos ellos habían hecho de la chica "una prostituta" y ella también se había vuelto una prostituta para todos. Juegan con la persona, demuestran una falta de respeto por sí mismos al no mostrar seriedad en sus relaciones. No me gustaría ser como ellos, me niego rotundamente, pero con tan poco tiempo aquí ahora soy parte de su grupo. ¡Qué barbaridad! —¡Gane perro! —exclamó Benja con el taco entre sus manos— ¡Jaqueline es mía perro! Al parecer muchos secretos y cosas malas-raras están pasando con mi nuevo grupo de amigos. Debes saber que, hay detrás "varios socios" que juegan al billar, con bolas enumeradas, olor a tabaco en sus bocas y la cerveza escurriendo por sus estómagos. Los tacos chocaban con fuerza impactando las bolas sobre la mesa y se sacan los secretos mas "comunes" que vivían con la bola blanca, y, "la bola blanca" se divertía con los demás números. Tengo que destacar que los socios no se han molestado con la bola blanca, más solo me centrare en el juego y tratare de ser lo mas sincero posible. Comencé a caminar hacia la salida, me apresuré a dejar el taco en su lugar. Todos parecían muy a gusto con la bebida, solo faltaba que sacaran la droga en este preciso momento. Sentí una sensación de nervios dentro de mi, necesitaba estar a solas un momento porque así era yo, yo era estar a solas todo el tiempo ahora que había decidido dejar a mi familia y amigos. Abrí la puerta de golpe y el golpe fue repentinamente no tan doloroso. —¡Disculpa! —dije de golpe. —¿Te encuentras bien? —su pregunta apareció y a mi mente vino la crueldad de mis acciones. —Si, todo bien. ¡Aún sigo con vida! Mi cabeza comenzó a fastidiarme de nuevo y todo parecía ser una tontería absurda. —¿Estás seguro? —volvió a preguntar—. Pareces un poco mareado. Solo había bebido un poco de alcohol y lo más probable es que este nuevo golpe despertó mis secuelas por mi incidente de esta mañana. —Me duele la cabeza y siento el cuerpo muy débil. La sorpresa apareció en su rostro. La cara que yo podía tener en ese momento no era la más cálida que podía ofrecer, pero aun así, aunque yo me negué a visitar la enfermería, él decidió acompañarme hasta aquel sitio. La enfermera regordeta me hizo tomar un par de cápsulas y algunas vitaminas para el cuerpo. —¿Y bien? —preguntó Aldo. Con la cabeza un poco endeble, me había sentado en la camilla mientras Aldo estaba de pie frente a mi. —¡Parece mejor que antes! —y pase mi mano por el filo de la camilla. —¿Quieres volver con tus amigos? Una sonrisa se asomó en mi rostro y negué con la cabeza. —¿Crees que son mis amigos? —le pregunte. —Si, yo creo que son tus amigos. Te he visto con ellos casi siempre. —¿Me has visto? —¡Desde que inició del campamento, en la cafetería! Formé un gesto de sorpresa, de esos gestos chistosos que haces cuando te sacas de onda. —De acuerdo. Me has visto con ellos desde inicio de las labores y tú crees que son mis amigos. Bueno Manuel, la verdad es que apenas y los conozco como para llamarlos "amigos". Quizá solo seamos "amigos superficiales" o compañeros, pero amigos aún no. Mis amigos se quedaron en Puebla, están en sus casas. Él parecía meditar en mis palabras. ¿Fue bueno que yo le dijera algo así? —Entonces, ¿no tienes amigos aquí? ¿Como se llama tú amigo más cercano? —levanto una ceja curiosa. En ese momento, sentí una nostalgia muy lejana, pero muy cercana a mi. —Su nombre es Brandon. Vive por donde yo y es súper fan de los cubos de Rubik. Mi cabeza comenzó con su breve dolor y no supe el "porque". Destape un frasco de fármacos que estaban junto a la camilla y saque un puño de esas cosas. —¿Estás seguro de eso? —su voz pregunto con timidez, pero yo solo, metí las cápsulas dentro de mi boca. —¡No lo soporto más! —encogí mis hombros—. Supongo que ya es hora de irnos. —Concuerdo contigo, ¿tienes hambre? —No. No he tenido apetito desde esta tarde y por ahora, estoy bien así. —¿Seguro? —¿Tú tienes hambre? Gire la tapa del frasco con tranquilidad, me sentía a gusto con los fármacos adentro de mi. —¡Bastante! —respondió acariciando su estómago—. Podría comer toda la noche. —¡Dale pues! Supongo que debo acompañarte a cenar. No tengo nada interesante que hacer. Subí el cierre de mi chamarra y guarde el frasco en uno de mis bolsillos. Afuera hacía frío y la noche ya estaba presente. —¿No crees que la cafetería este cerrada a esta hora? —pregunté. —No para los del equipo de profesionales —dijo el. —¡No seas tan soberbio! —De acuerdo, ¡lo siento! No quería sonar tan presumido. Como la cafetería ya estaba cerrada, solo tomamos un poco de comida y salimos de allí. El dormitorio de Manuel era más grande que el nuestro, además que es más espacioso porque no lo comparte con nadie. —¡¿Cómo que no te gusta la Guerra de las Galaxias?! —exclamó/pregunto sorprendido. —Me aburren por completo y ni siquiera les entiendo. —¡Qué! —exclamó—. ¿Cómo puedes decir eso y ser mi amigo? ¿Pasar la noche juntos ya nos convertía en amigos? —Prefiero las películas de libros, aunque casi siempre terminan decepcionándome. Aldo terminaba de masticar su tercera hamburguesa. En la cafetería solo encontramos comida rápida. —¿Tanta hambre tenias? —le pregunte con curiosidad. —Todo el tiempo ando construyendo. ¡Qué querías! Formule un gesto sin importancia mientras el bebía su refresco de cola. —¿Qué edad tienes? —me preguntó. —Diecisiete años, casi dieciocho. —¿Casi? —Este 30 de Agosto cumplo los dieciséis. —¿Habrá fiesta a la que pueda ir? —y sus cejas se alzaron de forma inesperada. —¡No lo creo! —me limité a decir. —¿Y eso? —No me gusta cumplir años y pensar en eso. Cada vez que pienso en ello, siento la necesidad de querer... —y mejor guarde silencio. Un silencio repentino y él logró captar el “por qué” de mi silencio. —¿De querer? ¿Qué quieres? —parecía que necesitaba saber el porqué. —¡Olvídalo! Solo... tengo que irme. Su rostro se quedo estático un momento mientras yo me ponía de pie. —¿Quieres que te acompañe? —¡Ni que me fueran a robar! —exclamé y el río un poco—. Recuerda que vivo cerca de este lugar. Avance hasta la puerta junto con un escalofríos en la espalda entera. Tenía que irme ya. —¡Te veo mañana! —dijo el. —¡De acuerdo! —y salí de su habitación con un frasco de fármacos en el bolsillo y la mente hecha pedazos. ¿Qué se supone que estaba intentando este chico conmigo?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD