CAPÍTULO NUEVE Oliver estaba sentado en la otra punta de la gran mesa de la Señorita Moretti. La temperatura en la Escuela de Videntes de Roma era helada y solo servía para pronunciar más sus nervios. Veía la carne de gallina en sus brazos. Pero el instrumento de bronce que había encima de la mesa le provocaba más ansiedad. Parecía un poco un detector de mentiras, pero una de las primeras versiones prototipo hecha con cables de cobre y metal pulido. No había ninguna duda de que no pertenecía al siglo quince –los materiales y aleaciones involucrados todavía no se habían inventado- así que Oliver imaginó que era tecnología de videntes del futuro. —Por favor, Oliver, relájate —le entonó al oído la rítmica voz italiana de la Señorita Moretti—. El ritual será difícil, sí. Pero tengo la esper