18 Alfonsina

1530 Words
Ahora, lleva conduciendo una hora. Atravesamos el centro de la ciudad y nos dirigimos con dirección al sur. Pasó por mi a primera hora después de escribirme que lo espere pronta porque ya salía para casa aunque aún ni siquiera ha amanecido. Supe que llegó en menos de cinco minutos porque tiene un ritmo preciso cuando él toca la puerta. -¿Estás lista para saciar tu curiosidad?- es lo primero que dice con una gran sonrisa al abrirle la puerta. -Hola Alfonsina. ¿Cómo estás? te extrañe- comentó sarcástica aún dentro de la propiedad. -Perdón. Vamos de nuevo- me hace señas de que valla para atrás, entro y vuelve a golpear- Hola, Alfonsina ¿Cómo estás? Te extrañé. -Hola, Martín- tomo su cuello para acercarlo a mi y beso su mejilla en un impulso- Yo también te extrañé. -Si, como no- bromea mientras saco una mochila con el abrigo que me pidió cargar. -Enserio.- lo veo a los ojos notando que le falta algo- No es lo mismo jugar con mi hermano. Siempre le gano. -O sea que extrañaste que te gane a la play- se burla tomando mi mochila para dejarla en los asientos de atrás. -Más bien, las tardes de play y que me hagas el capuchino- entrecierro un ojo para ver su expresión ruborizada. -Es verdad.- abre la puerta del copiloto y me doy cuenta que ni siquiera miré su camioneta.- sube, Alfon. -Gracias. Permiso y felicidades. Está muy linda.- hago alusión a lo que compró con esmero. -Gracias- se vuelve a ruborizar mientras abrocha su cinto.- ¿Qué me ves? -No tienes tus lentes puestos- detallo- Te ves diferente. Rueda sus ojos y da contacto. -Sigo siendo el mismo, Alfonsina. Son solo un accesorio que demora en quedar bien- me da una mirada de soslayo- ahora tengo que aguantar la irritación de los lentes de contacto hasta el miércoles. -Podrías intentar usarlos a diario- sugiero. -No, gracias.- niega con una mueca graciosa que si tuviese sus gafas normales no notaría- Me gustan más las normales. Apoyo mi codo en la puerta y me pierdo un rato observando como va vestido. Pantalón deportivo, remera de algodón, sus cabellos húmedos y los brazos cubiertos de vello oscuro. -Deja de mirarme así, Alfonsina- me sorprende con sus ojos en los míos un segundo. -Ok. Disculpe caballero si lo incomodé- me burlo y miro para el otro lado. El sol comienza a asomarse y es maravilloso como todo comienza a tomar más color. Las sombras le dan armonía a la carretera y de a ratos lo veo observarme de reojo, negar con la cabeza y una sonrisa ladeada para seguir atento a la ruta. Como dice, unos minutos más y baja para abrir una portera de madera como las que hay en casa y toma un camino de tierra adicional al que lleva a un granero. -¿Porque no fuiste por allá?- cuestiono señalando el camino de tierra que lleva a un gran granero. -Porque por esa colina, está la mejor vista, loquilla- señala el camino cuesta arriba que toma. Su apelativo me llama la atención, pero me desconcentro cuando señala a mi derecha. Desde lejos, se pueden ver las hileras de colores. Parecen una caja de colores a lo lejos de la variedad que hay. Desciende por el mismo camino y aparca la camioneta junto a un lago y debajo de un gran roble. -No, te , lo, puedo, creer- me llevo las manos a la boca tapando sollozo que quiere liberarse. Siento los ojos cristalinos ante la belleza que me enseña el paisaje. Despierta una sensación de plenitud totalmente desconocida para mí. Las hileras de colores, ahora te hacen sentir que caminas sobre el arcoiris. Están ahí. Metros es lo que me separa de ellas y tengo la mejor vista. Colores vibrantes, llenos de vida, recibiendo los rayos del sol de la mañana, tintineantes reflejando la luz solar. -Parecen estrellas porque hace poco tiempo que los regaron- me informa con voz calma. -Es mágico- susurro. -Desde allá lo es más. - toma mi mano y tira de mi para colarnos entre medio de las filas de colores. Subimos la pequeña cuesta, el delante y yo unida de su mano siguiendo cada paso y cuidando de no tropezar. Se detiene en lo alto y pone sus manos en mi cintura para mirarme a los ojos. El reflejo de los colores convinados con su verde, me recibe y se me escapa un suspiro inaudible. -¿Lista para verlo por ti misma? -Súper lista- confirmó con una sonrisa que me devuelve. Sus manos manipulan mi cuerpo con delicadeza y me hace voltear para quedar de espaldas a el, sin soltar mi cintura. Cierro los ojos por el erizamiento de mi miel al sentir el calor de sus grandes manos en mi cuerpo. La firmeza con la que lo hace, combinada con una delicadeza excepcional, me hacen suspirar nuevamente. Abro los ojos cuando me lo indica. -Abre los ojos, loquilla- murmura junto a mi oído. Desde esta altura, la vista es mil veces mejor. Hacia abajo, los colores juegan con tu mente creando ondas entre los tulipanes y las hojas. El viento trae el aroma e inhalo cerrando los ojos para retener su fragancia en la memoria. Cuando cierre los ojos en el futuro para imaginar este lugar, esa fragancia es lo primero que voy a recordar. El lago refleja la copa del árbol que hay a su lado y las nubes del cielo. Nos quedamos un momento más ahí, obnubilados con las maravillas que da la naturaleza y que el hombre usa productivamente. Siento su cuerpo a centímetros del mío y decido lanzarme al pozo de una. Tomo sus manos que permanecen en mi cintura, entrelazo nuestros dedos para apoyarlos en mi vientre y hago mi espalda hacia atrás, quedando sostenida por su pecho. -¿Estas bien?- susurra en mi oído, haciendo que el vapor de su cuerpo, salga dando en la piel de mi cuello. -Exelente- guardo silencio por lo que dura el momento. Absorbo todo lo que puedo de esto para tenerlo siempre presente. Jamás me he sentido así, tan en paz, segura y querida. El calor del sol pega fuerte después de un rato y nos vamos a refugiar a la sombra del árbol. Martín se acerca a la parte de atrás de su camioneta y saca una conservadora y una esterilla para sentarnos. Abre el recipiente y me extiende un sándwich con jamón, queso, lechuga, tomate y huevo en pan de molde. -Gracias. - hago contacto son sus ojos brillantes. -Tengo con pollo y choclo, también, si gustas- ofrece moviendo su propio sándwich. -Quizá más tarde- accedo. Comemos tranquilos hasta que nos estiramos en la esterilla a hablar de lo que hicimos en vacaciones. Le comento como es allá, lo que hice, como voy a ansiar la llegada del verano y lo lindo que fue ver a mis otros tíos. -Yo me aburrí como una ostra.- se queja. -Con la familia que tienes, dudo que te dejen aburrirte- difiero. -Es verdad, Alfon- levanta su mano cercana a mi cuerpo- Mi abuela se pasa mirando por la ventana o viendo sus novelas o esta- suena sus dedos porque no le sale el nombre. -La rosa de Guadalupe- lo miro. -Esa cosa- voltea hacia mi y se regresa al terminar de quejarse- No creo en esas bobadas de la virgen y todo. Soy un hombre de echos. Me recuesto boca abajo y mantengo mi torso superior elevando con mis antebrazos para observarlo al rostro. -¿Tu mamá? -Mamá es otra viciosa de las novelas. Lo más divertido que hice fue ir a la oficina. -Estas jugando- me rio- A la oficina. Rota su torso y se recarga en su costado. Una mano sostiene su cabeza y la otra a lado de su pecho, tocando mi codo con su antebrazo. -Tuve que- justifica- La aplicación se desenlazó por un corte de energía y había que configurar todo de nuevo. -Y tu sabes de eso- murmuro colada por su cercanía y el olor de los tulipanes siendo mecido por el viento mezclado con su fragancia. Me acerco un poco, atraída por el brillo de sus labios siendo humectados por su lengua, de forma casi inadvertida. -¿Qué haces, loquilla?- susurra cerrando sus ojos. -Sabes lo que hago- rebato. -Sabes lo que me pasa contigo, Alfonsina. Si haces esto, no hay marcha atrás. - advierte. -¿No quieres que te bese, Martín?- me concentro en sus gestos y su mano rosando mi antebrazo, me hacen cerrar los ojos. -Me muero porque me beses, loquilla- de nuevo me llama por ese apelativo- Pero tienes que saber que si cruzamos esa línea, no te veré más como mi amiga. No sería capaz- agrega tocando mi mentón. -¿Estás completamente segura? No podría decir que estoy cien por ciento segura, pero desde que me fui y no lo vi por muchos días, al verlo esta mañana me decidí a descubrir que es lo que me pasa cuando lo tengo cerca. Su advertencia debió bastar, pero a mi no me van las advertencias y pronto descubriría las consecuencias.
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