Salgo de la universidad y tomo mi camioneta para ir a la óptica.
Al pasar frente al hospital Orion, recuerdo todo lo que ha pasado desde que conocí a esas chicas que me han pegado duro. Las tardes de competencia jugando play, las películas y cenas, los trabajos en conjunto y todo lo nuevo que me rodea.
Parece mentira que en menos de un año, todo haya cambiado tanto.
Antes estaba solo. No tenía amigos porque los seres humanos se ocupan más de juzgar que de conocerte en profundidad.
La única relación de adolescencia me dejó con la seguridad de que ser lo que soy, debe bastar si me quieren en verdad. Esa chica quería cambiar mi forma de vestir, mi forma de pensar y cada hábito que tenía.
Hablar con mi familia, me hizo caer en la realidad, por eso ahora, me valoro más.
Recuerdo cuando conocí a Brandon y su esposa. Son buena gente. Siempre viendo más lo bueno que lo malo. No se porque Noe tenía tanto miedo. Esta todo solucionado y ellos viven su romance.
Después de mucho tiempo, yo también tengo el mío.
Me gustaría planificar algo especial para hablar con mi suegro y pedir la mano de su hija. Demostrar que la quiero de verdad.
Me gusta todo de ella. Su pelo, su sonrisa, su forma de vestir y de caminar. Me enloqueció el sonido de sus gemidos, la calidez de su piel y el tacto de su cuerpo en el mío.
Mierda. No la quiero. La amo.
-Buenos días. Vengo a retirar estas gafas- extiendo la receta a la doctora.
-Permitame un momento que ya se las busco.
-Adelante.- acepto con una sonrisa.
Recorro el lugar y por la ventana veo mi camioneta. Río solo al recordar su mirada clavada en mi perfil. Le impactó verme sin las gafas, sin lugar a dudas. Fue el mejor día de mi vida y siempre voy a ver ese campo con otros ojos.
-Tenga, joven.- la voz de la doctora me sorprende.- Firme aquí, aquí y aquí- indica.
Saco el estuche de las lentillas, me las quito con la ayuda del espejo y las coloco en su lugar. Pruebo mis gafas nuevas con marco más fino. Me veo diferente que con las otras.
Las viejas ocupaban buena parte de mi rostro. Las elegí a propósito. Si podía esconderme, bienvenido sea y estás eran de ayuda.
Las nuevas son más pequeñas, marco más fino pero con la misma utilidad. Lo compruebo leyendo un cartel a lo lejos.
-Gracias. Quedaron fenomenal.
-A la orden, joven.
La cuenta ya estaba cancelada desde que vine a pedirlas, asique sin más que hacer, me subo a la camioneta y voy por mi novia a la universidad.
Sé que aún queda un rato para que salga, por lo que me distraigo viendo los aparadores de las tiendas circunstantes. Me llama la atención un vestido como los que Alfonsina suele usar. Cuello de tortuga caído, mangas largas con un hollo que deja descubierto los hombros y una caída preciosa, finalizando en delicados picos. En el maniquíe se ve precioso y puedo imaginar que en el espectacular cuerpo de mi novia, lo hará aún más, resaltando sus caderas.
No lo pienso. Entro y lo compro. Que sea talle único y de algodón elastilizado, me asegura el no volver a cambiarlo.
Dejo la bolsa en el asiento de atrás de la camioneta y me apoyo en la puerta a esperarla.
Unos minutos después, la diviso salir, mirando para sus costados con ¿miedo? Junto mis cejas al ver que no mira hacia mi dirección, por lo que tomo camino hacia ella.
Saca su celular del bolso, se detiene y se lleva las manos a la boca. En un par de zancadas, estoy frente a ella.
-¿Estas bien, bonita?- inquiero sorprendiéndola.
-Martin, yo- mira hacia los lados, rota su cuerpo y mira para atrás, donde nuestros compañeros van saliendo lentamente- Si, yo quería hablar contigo.
Sus ojos están acuosos, su cuerpo rígido y no hace contacto visual. Extiendo mis manos para tomar las suyas presionando suavemente la que tiene libre del celular.
-¿Estas bien en verdad?
-Si.- se suelta de mi mano y hace las suyas un puño- Solo debo hablar contigo.
-Ok- accedo- Vamos a la cafetería y hablamos, bonita.
Sus ojos vuelven al celular y cierra sus ojos. Dos gruesas lágrimas se escurren y mi preocupación se eleva cada vez más.
-No- niega sin verme directamente- Acá y ahora. No vamos a alargar lo impostergable.
-Hay gente, Alfon- murmuro al sentir la mirada de todos- Vamos a otro lado.
Da un paso hacia atrás, negando una y otra vez. Abre su boca, la cierra, seca las lágrimas que caen de sus ojos y me mira.
-No quiero seguir siendo nada de un nerd como tu- declara con voz firme.
Sus palabras me golpean fuerte. Un nudo se forma en mi garganta y junto mis cejas.
-¿Hablas enserio, Alfonsina?
-Si- confirma apartando su mirada de mi rostro- ¿Qué tengo yo para hacer junto a un raro, bueno para nada, Martín?
-Esto no puede estar pasando- reclamo pasando las manos por mi rostro, frustrado y herido- Dime que es mentira- murmuro acercándome a ella.
Se vuelve a apartar otro poco y niega fuertemente con su cabeza.
-No eres nada ni nadie y me asqueas, Martín.
No entiendo nada de nada. Estábamos bien hasta esta mañana. Solo la veo a ella. No me importa quien esté alrededor.
-¿Qué cambio desde que me fuí, Alfon? Porque estábamos bien.
-Cambió que me di cuenta de que cometí un error contigo- me señala con una mano, mientras que se abraza con la otra- Tu no eres suficiente para mi. No sabes hacer nada bien.
-No fue lo que dijiste antes, Alfonsina.- tiro de mi pelo sin comprender sus palabras, sus acciones- No estoy entendiendo nada.
-No hay mucho para entender- se distrae cuando su celular emite un beep.
No comprendo porque cambio tanto en menos de dos horas, porque le da más importancia a su celular si tanto quería hablar, si tanto se niega a ir a otro lugar.
-¿Puedes de una vez ser clara, o ir a otro lugar? Parece que tu celular es más importante- reprocho.
-No te preocupes. Ya te lo aclaro así no te vuelves a acercar a mi. -respira hondo, presiona sus ojos y me encara- Eres un nerd que se viste raro. No sirves como hombre en nada y ruego por nunca haberte conocido.- Seca sus lagrimas- Espero que esas palabras sirvan para que no vuelvas a estar cerca de mi, en mi mismo espacio porque me das asco. Me arrepiento muchísimo de haberme acercado a ti, que eres esto- me señala con asco- Feo, nerd e inútil. Ni para amigos, da.
Sus palabras me duelen. Duelen muchísimo y me enojan. Se lo pedí. Le pedí que si no estaba segura que se apartara. Le di la oportunidad de mantenerme lejos. ¿No me quiere cerca? Pues deberá aguantarse.
-¿No quieres estar conmigo porque te doy asco? Bien- le aplaudo- Pero permiteme recordarte que estudiamos y trabajamos en el mismo lugar, Alfonsina. No me voy a ir por ti y tus cosas.
-No te preocupes que para mi ni existes. Solo eres un niño mimado buscando atención.
-De verdad no entiendo- comento luego de unos minutos viendo la firmeza de sus palabras- No entiendo qué fue esto para ti.
-Fue solo un capricho por diversión, Martín- Victor se para a su lado y el piso tiembla- Una apuesta entre nosotros.
-Claro que si, linda- me mira con asco- Y ganaste con creces.
Las sonrisas que se dedican, terminan por derrumbarme.