-Puedes hacer caso y todo- bromeo enfrentándome a él cuando finalizo mi tarea.
-Lógicamente- mufa
-Ya veo- alego haciendo lugar entre sus piernas para colocarme entre sus brazos y sentir todo de él.
Cuelo mis brazos por sus hombros y tiro su cuello para hacerme de sus labios. Jamás hubiera imaginado que sabrían tan bien después de beber café. No demora en responder a mi beso lento y mantener el ritmo entre suspiros.
Poco a poco va tomando profundidad cuando nuestras manos no pueden quedarse quietas.
Toco sus labios con mi lengua y me imita robando un gemido desde el fondo de mi garganta. Me hago lugar para recorrer su cavidad y me sostiene de la nuca para responder con más ferocidad entre gruñidos.
Sus besos me podrían consumir completa y no refutaría.
Nuestros cuerpos arden juntos con cada beso. La temperatura aumenta con cada toque. La presión en las caricias se eleva y rota nuestros cuerpos para que sienta lo que provocamos.
Estoy en llamas para cuando sus besos recorren mi cuello, el contorno de mi rostro y regresan a mi boca para chupar mis labios, para tirar con sus dientes tan lento como lo hizo hoy.
Me siento empapada y la necesidad de más contacto no merma.
Baja la intensidad de su toque de a poco, brindando un espacio a ambos para recuperar el aire.
-Por favor, dime que no te vas a detener ahora, Martín.- suplico jadeante.
-Lo siento. No tengo protección y no podemos terminar como Noe antes de recibirnos, Alfon- murmura delineando mi boca con su pulgar.
-¿Tienes enfermedades?- indago
-¿Cómo?- se hace para atrás mirando mi rostro con las cejas juntas.
-Análisis de sangre ¿Te has hecho?- repito.
-Siempre, pero no entiendo qué tiene que ver.
-Tengo el chip y me lo colocaron hace un año- enseño mi brazo- Es infalible y la única cicatriz que tengo.
Muerde sus labios, pasa una mano por su rostro y me observa fijamente.
-Nunca lo había hecho sin condón- levanto la mano derecha- lo juro.
-Tu quieres volverme loco ¿Cierto?- me carga y me sienta en la encimera- Dime si quieres que enloquezca contigo, Alfonsina.
-Quiero- afirmo- Quiero que enloquezcas conmigo. Enloquecer contigo, si que quiero.
No duda en arremeter contra mis labios como si fueran su necesidad. Mis piernas aprisionan sus caderas contra las mías. Mis manos tocan todo lo que pueden, torso, brazos, cuello. La suyas no tardan en hacer lo mismo y marcan un mapa imaginario por mi piel, erizando todo a su paso.
Mi remera vuela cuando sus dedos arrastran la tela dejando una estela de placer en su recorrido. La suya la acompaña, quitada por mis uñas en su abdomen firme, en su pecho de igual modo, con vellos suaves en forma de triángulo invertido creando un camino muy fino por su cuerpo delicadamente blanco y finaliza en la pretina de su deportivo, prometiendo más.
Me sujeta firmemente de la espalda y me upa amarrada a sus caderas, sintiendo todo lo que hay debajo.
-Dime donde está tu cuarto, bonita- gruñe.
-No lo necesitamos, guapo.
-Dime, porque no te voy a hacer el amor en una cocina, la primera vez, Alfonsina- refuta con su lengua en el valle de mis senos.
No logro coordinar las palabras necesarias hasta que me separo unos segundos para perderme en su verde profundo.
-Por el pasillo, la primera puerta- indico.
La otra mano me mantiene en el aire apretando mi culo para que no resbale.
Mi puerta está abierta para atrás de par en par. Me lleva directo a la cama donde me deposita con tanto cuidado que me estremece completa.
-Eres hermosa, bonita.- murmura junto a mi oreja.
Besa el valle de mis senos y estos por encima de la tela. Cuela una mano por detrás y me despoja del sostén con una lentitud agonizante. Su lengua rodea mi a*****a un par de veces antes de que mi protuberancia dura de excitación se pierda entre sus labios, para ser lamida, chupada y rosada por sus dientes.
Si antes estaba empapada, ahora estoy inundada al pasar para el otro y seguir atendiendo al primero entre su pulgar y su índice.
Su boca no se controla. Comienza un camino de descenso por mi vientre para culminar delineando con la punta de su lengua la pletina de mi pantalón de pijama.
Sus dedos se inmiscuyen y arrastran ambas telas. Pantalón y tanga corren por mis muslos y desaparecen en algún lugar de mi cuarto.
Toma mi pierna para hacer una separación importante. Me incorporo un poco para observar que hace.
Pasa su pulgar por su labio inferior y me sonríe al encontrarse con mis ojos en él.
-Te ves exquisita, bonita ¿Sabes igual?- ronronea mirando mi vulva.
-No lo se- admito- Nunca he...- dejo la frase colgando y señalo para indicar que nunca me dieron se.xo oral.
-¿No?- pregunta ronco, niego- Has estado con puro principiante- asegura besando mis muslos y cierro mis ojos cuando llega a mis caderas.
-¿Segura que no quieres ver esto, loquilla?- suelta el aire justo encima de mi centro sensible.
Su sonrisa me indica que es un espectáculo digno de admirar. Extiendo mis brazos y tomo una almohada para colocar debajo de mi cabeza y fijar mis ojos en los suyos.
-Eso creí- besa mi monte de venus erizando mi piel- Si eres tan curiosa,- repite la acción sin quitar sus ojos de mi- no quieres perderte esto, sino- pasa su lengua apenas- no serías mi loquilla.
Pasa la lengua desde mi vagi.na hasta que terminan mis labios. Suave dos veces. Firme una tercera y en la cuarta se detiene para rodear mi clítoris con la lengua una y otra vez, sin quitar sus ojos hambrientos de los míos.
Un cosquilleo se extiende desde mi nuca, causando que sea difícil controlar la respiración. Muevo las caderas buscando más contacto, pero lo impide poniendo sus dos manos en mi vientre.
La presión que hace desde fuera con una mano, su lengua chupando y jugando en mi protuberancia, y el dedo que cuela en mi interior, me hacen explotar en un orgasmo espectacular.
-Oh, mierda, Martín- me quejo o festejo o no se que hago tratando de recuperar el aire- Eso fue, ufff
Guiña su ojo mientras se baja su pantalón con bóxer y todo. Mis uñas van a su pecho, donde beso de un lado al otro mientras bajo. Tomo su m*****o en mi mano y la otra presiona su glúteo redondo y firme.
Cuando adivina mi intención, me detiene.
-No quiero que hagas eso, bonita.
-¿No te gusta?- inquiero tomando aire, todavía.
-Eso no es para chicas como tú, Alfonsina.- fundamenta.
Sigo sin comprender a lo que se refiere.
-¿Porque no?- refuto mientas recorro su largo y grosor con mi mano.
-Eso déjalo para otro tipo de chicas ¿Puedes continuar sin?
Con asentir un par de veces, lo tengo probando mi sabor de sus labios, ayudándome a subir sobre la cama y acomodando su cuerpo arriba del mío.
-De verdad eres exquisita, bonita- una de sus manos flexionada sostiene su cuerpo y la otra recorre mi contorno para detenerse en mi pantorrilla.
Sus besos saben a cielo y a café y me estremezco cuando se posiciona en mi entrada. Cierro mis ojos ante la calidez de su toque.
-Mirame, Alfon- murmura sobre mis labios- Quiero que tus ojos me miren todo el tiempo, bonita.
Con una lentitud agonizante, su cuerpo comienza a unirse con el mío, sintiendo cada centímetro, cada toque en mi interior. Su movimiento de caderas es suave, demasiado suave y enloquecedor. Sus manos sostienen mi rostro para no perder contacto visual. Sus iris verdes más oscuras por la dilatación de las pupilas y su aliento en mi boca me eriza el alma.
Se mueve de un modo que me hace sentir cosas que desconocía. No puedo creer que justo él me tenga en una montaña rusa de emociones, delirando por más placer, por más tiempo y por más de él.
-Alfon- gruñe comenzando a acelerar.
Su columna y la mía se arquean aumentando la fricción al punto máximo.
Nuestras transpiraciones se mezclan con nuestros perfumes y mi cuarto parece tener otra energía. Es como si debajo de este techo, justo ahora, entre sus brazos, naciera una nueva Alfonsina y quiero más.
La corriente vuelve a crecer sin piedad recorriendo mi cuerpo por completo, a la misma velocidad en que su mano recorre cada rastro de piel visible que le doy.
-Necesito, yo necesito- gimo cuando las emociones y las sensaciones pelean por ganar una batalla inexistente.
-¿Qué necesitas, bonita?- inquiere con su mirada vigilante y atenta a cada expresión mía
-Esto, yo- artículo como puedo ciega del placer.- Por favor.
Parece comprender y saber lo que necesito aunque yo no lo haga, porque enrosca nuestros dedos justo encima de mi cabello, dispuesto a que no me aleje, antes de vaciarse en mi interior y mezclando mas que nuestros fluidos, llevándome a la gloria.
-Te quiero, Alfon.- gruñe