Narra Ethan. —¿Me los puedo quitar?—dijo. Era una pregunta retórica: ambos sabíamos lo que se esperaba. —¿Qué pasa si digo que no? ¿Importaría? preguntó con un dejo de insolencia. —¿Te haría sentir mejor si continuara a pesar de que dijeras que no? Ciertamente no me ayudará. —Dudo que te importe. Ciertamente no te hará tanto daño como a mí—dijo. La ira surgió a través de mí. Me moví sobre ella, apoyándome al lado de sus hombros. Sus manos se levantaron como para protegerme, las palmas suaves presionando contra mi pecho. Sus ojos se abrieron y los lanzó a mis pectorales, sus dedos temblaban contra mí. —Escucha. Tienes razón, serás tú quien experimente molestias, pero te puedo garantizar que ser malcriado por eso no ayuda. Si trabajas conmigo, será mejor—mencione. —No es sólo el dolo