CAPÍTULO OCHO Para cuando Sebastián llegó al pueblo de Barriston, tanto él como su caballo estaban agotados. Parecía que podría caer a cada zancada que daba la criatura, mientras que su caballo estaba cubierto de sudor, de haber cabalgado tan duro durante tanto tiempo. Sebastián había cambiado de montura media docena de veces en posadas a lo largo del camino, pero aun así, sabía que a este lo había forzado hasta sus límites. Esperaba que podría haber alcanzado a Sofía por el camino, pero parecía ser que con su ventaja incluso la estrecha anchura del dominio de su madre era demasiado para cubrir antes de que ella llegara al pueblo. Barriston. Sebastián lo miraba desde arriba del todo de una cuesta que llevaba hasta él y su primera impresión fue la de una gran mancha marrón en el paisaje.