CAPÍTULO SIETE Sofía corría por las salas de una gran casa y allí había alegría, no llamas. Ella y Catalina estaban riendo, las manos más pequeñas de su hermana se alzaban hacia una estatuilla de bronce de un caballo, en el borde de un mantel. —Cuidado, niñas —gritó Anora desde detrás suyo, la niñera las seguía por todas partes—. No debéis molestar a vuestro padre. «Pero yo quiero a papá» —le mandó Catalina a Sofía—. «Quiero jugar a los soldaditos». «Podríamos buscar a mamá» —le mandó Sofía—. «Ella podría contarnos una historia». A Sofía le encantaba escuchar viejas historias contadas con esa voz hermosa y pacífica: Bren y el gigante, Las siete hermanas de la isla; parecía que su madre sabía más historias que estrellas había en el cielo y les hablaba de viejas criaturas mágicas que ah